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Valientes en Macondo: En la tierra de Gabo se respira arte, literatura y empoderamiento juvenil

En Aracataca, donde los almendros parecen guardar secretos centenarios, fui testigo de una revolución silenciosa: adolescentes que, con la palabra como antídoto y la educación como conjuro, están reescribiendo su destino. Aquí, hablar de derechos sexuales y reproductivos dejó de ser tabú para convertirse en acto de dignidad. En la tierra de Gabo, la juventud ya no espera que el tiempo pase: lo transforma

Emmanuel Rivas/Periodista, parte del #ReportingTrip organizado por la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health Family Planning News Network (FPNN).

(21-10-2025) En Aracataca, donde los trenes parecen arrastrar memorias y los árboles susurran historias de amores imposibles, la juventud escribe una nueva narrativa.

Esta tierra, que vio nacer a Gabriel García Márquez y al universo mítico de Macondo, hoy es escenario de otro tipo de realismo mágico: el empoderamiento juvenil a través del Proyecto Valiente, impulsado por Profamilia con apoyo de la Embajada de Canadá.

El propósito de Valiente fue claro: reducir embarazos tempranos, prevenir la violencia basada en género, promover la participación política y social de jóvenes y fortalecer la Educación Integral para la Sexualidad (EIS) más allá del entorno escolar.

Pero lo que ocurrió en Aracataca fue más profundo. Como en los pasajes de Cien años de soledad, donde lo extraordinario se confunde con lo cotidiano, aquí hablar de derechos sexuales y reproductivos se convirtió en un acto de dignidad, de memoria, de futuro.

Voces que brotan como mariposas amarillas

En la tierra de Gabo los testimonios no se esconden en los rincones del pueblo. Se escuchan en los talleres, se pintan en murales, se comparten en círculos de confianza que rompen silencios heredados.

Desde su rol como gestor del proyecto, Miguel Narváez no solo acompañó procesos: los vivió. Como quien recorre los caminos de Aracataca con una libreta en mano y el oído atento, fue testigo de cómo el conocimiento se convirtió en herramienta de transformación.

“Valientes fue un proyecto transformador, no solo para niños y niñas, sino también para todos quienes se involucraron”, afirma, agregando que este proyecto “te invita a ser mejor persona. A construir desde el conocimiento previo para aportar ese granito de arena que transforme el entorno familiar, social, escolar”.

Otra de esas voces valientes es la de Claudia Aarón, quien, desde un salón de clases, donde antes reinaban los silencios, los tabúes y los mitos, se convirtió en mediadora de nuevas verdades. Como Úrsula Iguarán, que intuía el futuro desde la cocina, Aarón entendió que la educación no es solo transmisión, sino también ruptura.

“Valientes dejó una capacidad instalada de docentes y estudiantes formados. Vino a transformar, a reafirmar saberes, a aprender y desaprender (…) y, a partir de la obra de Gabo, que forma parte del día a día, nosotros podemos transformar nuestro territorio”, destaca.

Aarón reconoce que en el Caribe colombiano se vive una cultura machista profundamente arraigada, incluso entre las mujeres. Pero gracias a Valiente, hoy se habla con propiedad de derechos, de decisiones, de cuerpos.

“Antes había muchos tabúes. Hoy somos más abiertos como padres. Como docentes, perdimos el miedo a hablar de relaciones sexuales, de violencia basada en género. Valiente nos ayudó a utilizar la estadística como herramienta para visibilizar lo que antes se callaba”.

Miguel Narváez complementa: “Hablar de menstruación también era tabú. Fue interesante ver cómo los padres empezaron a involucrarse. Algunos confesaban que les daba pena comprar toallas sanitarias. Pero reconocer que la menstruación es natural y que, como hombre, puedo hacer esas compras, fue un gran paso”.

Miguel vio cómo en un pueblo donde la menstruación era un secreto de mujeres, los hombres empezaron a nombrarla, a entenderla, a acompañarla.

En Macondo, el virus de la violencia tiene antídoto

Mariana De La Rosa, Sharon De La Oz y María Margarita Mesa Bolívar tienen 16 años. Ingresaron al proyecto Valiente cuando tenían 9. Hoy, con la lucidez que da el tiempo vivido, coinciden en que fue una experiencia “súper bonita”.

“Destapar esos tabúes, esos secretos prohibidos sobre la salud y la sexualidad fue enriquecedor y liberador”, dice María Margarita.

Mariana, por su parte, recuerda que en su salón hubo opiniones divididas por temas religiosos. “Pero al final llegamos a un acuerdo. Fue increíble ver cómo todos entendimos que la violencia basada en género existe en distintas formas y que también existen los derechos sexuales y reproductivos”.

Sharon llevó el mensaje a su comunidad con una iniciativa llamada “el virus de la violencia sexual”. Con una jeringa hecha de material reciclado, “inyectaban” a los estudiantes el antídoto contra la violencia y les entregaban un carnet de vacunación. “Ese niño o niña que creció en un contexto violento ya no iba a transmitir eso a sus hijos. Frenamos la propagación del virus”.

En Macondo, la siembra florece

En este Macondo contemporáneo, los jóvenes no esperan que el tiempo pase como en los relojes sin manecillas de José Arcadio Buendía. Ellos lo habitan, lo transforman. Y lo hacen con valentía.

Porque ser valiente, en Aracataca, no es solo desafiar el destino. Es aprender a nombrar lo innombrable, a exigir lo justo, a imaginar un mundo donde el amor no duela y la información no se esconda.

Durante más de cinco años, Valiente impactó a cerca de 13.993 jóvenes en ocho municipios de cuatro departamentos colombianos: Cauca, Chocó, Magdalena (incluyendo Aracataca y Pivijay) y La Guajira.

En Aracataca, cerca de 1.600 niños, niñas y adolescentes fueron directamente beneficiados. Pero el impacto va más allá de las cifras. Involucró a familias, docentes, líderes comunitarios. Sembró información, escucha y acompañamiento en territorios históricamente marginados.

La historia la continúas tú…

Como escribió Gabo: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. En Aracataca, los jóvenes ya no solo recuerdan. Cuentan. Transforman. Y lo hacen con la convicción de que el conocimiento es poder, y que el poder, sin lugar a dudas, puede ser compartido.

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