Jóvenes

Libertad: la palabra que obligó a Ronald a huir de Venezuela

Ronald participó en las protestas poselectorales que se cumplieron en Charallave, estado Miranda, luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció el triunfo de Nicolás Maduro en la elección presidencial del 28 de julio. El joven se tomó una selfie con una valla prendida en candela y la subió a su cuenta de X con un texto donde se leía la palabra: Libertad. Desde ese momento su vida cambió, al enterarse de que la policía lo buscaba

El Pitazo

(14-10-2024) A sus 19 años, Ronald tomó una de las decisiones más difíciles de su vida: irse de su país. Así lo asegura mientras se aflige por separarse de sus padres, a tan corta edad. Migrar no estaba en sus planes, pero fue el precio que pagó para no ir a la cárcel. «No hice nada malo», repite una y otra vez.

Ronald participó en las protestas poselectorales que se escenificaron en el país, luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció como ganador a Nicolás Maduro en la elección presidencial del 28 de julio.

Junto a sus padres, el joven recorrió las calles de Charallave en el estado Miranda, el 29 y 30 de julio. El primer día presenció cuando un grupo de personas derribó y quemó una valla con la foto de Nicolás Maduro. En medio de la euforia del momento, se tomó una selfie con el material ardiendo de fondo y la subió a sus redes sociales con un texto donde se leía la palabra: libertad.


«Después de ver lo que está pasando con los jóvenes detenidos en Venezuela, ahora sueño que me están torturando. Gracias a Dios logré huir a tiempo«

Ronald


Dos días después, ese sentimiento de alegría se desvaneció. Ronald, quien desde hace un año se estaba formando como líder estudiantil, se enteró de que la policía lo buscaba. Un amigo de su papá, que es funcionario en un cuerpo de seguridad, lo alertó.

«De inmediato pensé: me escondo, me voy del país o me enfrento a la justicia», recordó el joven, vía telefónica con El Pitazo, el 9 de octubre.

La última opción quedó descartada. Para Ronald, en Venezuela la justicia no es igual para todos y menos para quienes piensan distinto, así que decidió cruzar fronteras, con el consentimiento de sus padres. «Era eso o terminaría tras las rejas», destaca.

«Las despedidas siempre duelen»…

El 1 de agosto, Ronald salió de su casa. Cuando cruzó la puerta sintió un vacío en el estómago. «Era una mezcla de tristeza por dejar mi hogar, mi familia y mis cosas, que se confundía con angustia». Así describe aquel momento.

Se montó en el carro de su familia para ir al terminal de Charallave. En el trayecto muchas ideas vinieron a su mente, pero la que más lo entristeció fue pensar cuándo volvería a ver a sus padres. «Las despedidas siempre duelen», admite.

Con ese sentimiento se bajó del automóvil al llegar a su primer destino. Se colocó una gorra para ocultar su rostro y se aproximó al autobús. Con cada paso se sentía más atribulado, hasta que no aguantó las lágrimas.


«Extraño todo de Venezuela y, a pesar del poco tiempo que llevo fuera, ya quiero regresar y seguir mi vida, sin preocupaciones, como un chamo normal. En realidad, no hay como estar en casa, pero sé que tengo que esperar«

Ronald


Su mamá lo abrazó tan fuerte que la gorra cayó al suelo. Ronald la recogió tembloroso y observó que un policía lo miró extraño. «Me faltó tiempo para despedirme de ella, pero me asusté tanto que me fui alejando», dice con nostalgia.

Ronald abordó un transporte público hasta San Cristóbal, estado Táchira. Aún recuerda cuando miró por la ventana y su mamá no dejaba de llorar. Esa imagen la reproduce a diario en su mente y lo lleva a dudar de la decisión que tomó.

«Soñé que me estaban persiguiendo»…

Para su travesía migratoria, Ronald se llevó una mochila con dos pantalones, cuatro camisas y una estampita de San Judas Tadeo que le dio su mamá como protección. Su tío Alberto, lo acompañó.

Con los nervios a flor de piel, el joven recorrió 790 kilómetros en carretera y superó ocho alcabalas. «Yo sudaba cada vez que los funcionarios le ordenaban al chofer detener el autobús. Las piernas se me paralizaban y lo primero que pensaba era en la cárcel», recuerda.

Una vez en San Cristóbal, siguió con su tío hacia San Antonio del Táchira y ambos cruzaron a Colombia. En la zona conocida como La Parada cambiaron 500 dólares a pesos colombianos para continuar hacia La Esperanza, un municipio al Norte de Santander.

En ese lugar vive el padrino de Ronald, quien emigró en el año 2020 como lo han hecho al menos 7.7 millones de personas durante la última década, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).


En noviembre cumplo años y por primera vez estaré lejos de mi familia y no es justo, porque yo no hice nada malo

Ronald


«La primera noche que llegué a casa de mi padrino no dormí, a pesar de que estaba cansado por el viaje. Tuve pesadillas; soñé que me estaban persiguiendo. Recuerdo que llamaba desesperado a mi mamá, estiraba mi mano, pero ella no lograba alcanzarme», rememoró.

A dos meses y una semana de salir obligado de su casa, Ronald extraña su cama, su familia, los hervidos de gallina de su mamá, las jugarretas con su hermano Simón, los sermones de su papá, sus prácticas de béisbol y hasta el cantar de los gallos cada mañana.

En las noches la nostalgia se hace más resistente y las lágrimas son su desahogo. Ahora sus pesadillas son más recurrentes. «Después de ver lo que está pasando con los jóvenes detenidos en Venezuela, sueño que me están torturando. Gracias a Dios logré huir a tiempo».

De acuerdo con las cifras que maneja la Organización No Gubernamental (ONG) Foro Penal Venezolano, 1.784 personas fueron detenidas después de la elección presidencial.

Familiares de los privados de libertad han denunciado que algunos fueron torturados y obligados a declararse culpables de los delitos de terrorismo e incitación al odio. Han bajado de peso, presentan cuadros depresivos y están en espacios insalubres.

Un pupitre vacío

Desde hace tres semanas, Ronald trabaja en una pizzería. Es el encargado de hacer los deliverys. No es algo con lo que se sienta a gusto, pero fue lo único que consiguió para ganarse la vida, mientras espera una oportunidad para volver a casa.

«Extraño todo de Venezuela y, a pesar del poco tiempo que llevo fuera, ya quiero regresar y seguir mi vida, sin preocupaciones, como un chamo normal. En realidad, no hay como estar en casa, pero sé que tengo que esperar. En noviembre cumplo años y por primera vez estaré lejos de mi familia, aunque no es justo, porque yo no hice nada malo», agrega.

Ronald también echa de menos su salón de clases y a sus compañeros. El joven estudia segundo semestre de informática en un instituto en Caracas. Allí lideró protestas estudiantiles y participó en concentraciones convocadas por María Corina Machado. A finales de octubre debe reincorporarse, pero, por ahora, su pupitre permanecerá vacío.

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