Vargas

La Guaira: veinticinco años después del desastre

Francisco González/Internacionalista/Líder emergente de MonitorDescaVe e Investigador de Caleidoscopio Humano

(15-12-2024) “El Deslave de Vargas” o, como los guaireños le conocen, “La Tragedia”, fue un fenómeno natural que ocurrió cuando, corriendo la primera quincena de diciembre de 1999, las intensas lluvias que habían caído por semanas sobre el litoral varguense hicieron reventar los diques del Ávila, sacando de manera violenta a los ríos de sus cauces, llevándose consigo todo a su paso.

En su paso entre las cimas de los picos de las montañas y el mar, el río arrastró troncos, piedras, casas, carros, postes y a miles de personas.

Entre las peores consecuencias de la tragedia, destaca la destrucción de al menos el 85 % de la vialidad del estado. Además, un número cercano a las cien mil (100.000) personas fueron evacuadas y, aunque nunca hubo cifras oficiales, se estima que la cifra de fallecidos pudo alcanzar las 50.000 personas.

Comunidades enteras fueron borradas por completo del mapa por la fuerza de las aguas del río y los sedimentos que arrastró. Carmen de Uria, por ejemplo, es hoy sólo un recuerdo de un acogedor pueblo a orillas del mar en Naiguatá. Sólo quedan escombros y vegetación.

La región sigue siendo vulnerable a eventos climáticos extremos. Las autoridades locales han implementado muy escasas medidas de prevención y mitigación de riesgos, por lo que la amenaza de nuevos deslaves siempre está presente.

Aunque el estado se ha levantado sobre el barro y los sedimentos, las secuelas emocionales permanecen incrustadas en los sobrevivientes de la tragedia. Hasta a los más fuertes y valientes se les quiebra la voz y se les aguan los ojos al recordar lo vivido.

Los testimonios de los sobrevivientes hablan de semanas de abusos, atropellos, desapariciones, asesinatos, robos y demás delitos cometidos por parte de quienes aprovecharon la situación para delinquir, exponiendo a las víctimas del reciente desastre a situaciones de extrema vulnerabilidad.

Una constante entre la población guaireña, en especial entre los mayores de treinta años, es el miedo a la lluvia. Lloviznas constantes, que luego se transforman en tormentas, aunque son comunes en la costa del Caribe, ponen en alerta a la población de inmediato, pues las casi tres décadas transcurridas poco han podido sanar las heridas abiertas.

En definitiva, La Guaira ha logrado recuperarse en gran medida del devastador deslave de 1999. Sin embargo, la región sigue siendo un trabajo en progreso, con retos y oportunidades por delante, en especial en el marco de la emergencia humanitaria que aqueja al país.

Aunque la reconstrucción física ha avanzado poco a poco, la recuperación emocional y social es, en definitiva, el más difícil de los procesos que los guaireños han tenido que atravesar.

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