Francisco González/Internacionalista/Líder emergente de MonitorDescaVe e Investigador de Caleidoscopio Humano
(31-01-2025) La madrugada del 8 de diciembre del pasado 2024, Bashar al-Ásad huyó de Siria, tras veinticuatro años al frente del poder de la nación, trece de los cuales estuvieron inmersos en la violencia que él propició contra su propia población.
La guerra en Siria comenzó tras las revueltas conocidas como «Primavera Árabe» a comienzos de 2011. Este levantamiento pacífico contra el poder establecido del presidente Al-Ásad derivó en una brutal y sangrienta guerra que, además, pasó de ser un conflicto nacional a ser una problemática que hoy por hoy aún afecta al resto del Medio Oriente y al mundo.
Desde sus inicios, la guerra destruyó no sólo la arquitectura, sino también la economía, la paz y, progresivamente, la sociedad siria en su amplia mayoría. El conflicto, al principio solo de carácter político-social, se convirtió pronto en un enfrentamiento internacional dentro del territorio sirio, producto del intervencionismo por parte de otras naciones, bien sea para apoyar al Ejército sirio, comandado por Al-Ásad, o para apoyar a los civiles que luchaban contra el régimen.
La guerra generó un inmenso declive económico que destruyó la nación y que, en consecuencia, exilió a millones de sirios de su tierra, exponiéndoles a trata de personas, torturas, prostitución y trabajos en condiciones de esclavitud.
Aunque la noticia de la caída del régimen sirio fue ampliamente celebrada dentro y fuera del país, este enfrenta enormes retos, pues, de momento, aún no hay claridad sobre las estructuras políticas que conformarán la transición.
Tom Fletcher, coordinador de Ayuda Humanitaria de la ONU, alertó al Consejo de Seguridad sobre la urgencia de la situación humanitaria en Siria. Tras tantos años de conflicto, millones de sirios necesitan servicios básicos, como salud y alimentación. El reciente desplazamiento de más de 620.000 personas agrava la crisis.
Fletcher instó a la comunidad internacional a proteger a los civiles, especialmente mujeres y niñas, y a brindar un apoyo financiero sostenido para la reconstrucción del país.
Sin dudas, la caída del régimen ha sido un alivio para los sirios, pero aún hay millones de personas dentro y fuera del país viviendo bajo condiciones precarias, siendo víctimas de una comunidad internacional que, jugando a la guerra, ha vulnerado incontables veces sus derechos humanos.