Francisco González / Caleidoscopio Humano. – La lucha independentista de Venezuela fue, por mucho, la más sangrienta de toda la América Latina. La crueldad de las batallas era proporcional a lo inadmisible que era la derrota para los bandos involucrados.
Para el colonizador, perder el poder sobre Venezuela era perder el acceso más cómodo a sus dominios en el continente, además de a las miles de riquezas minerales que tenían siglos saqueando.
Para el criollo, perder significaría seguir siendo sometidos por el yugo de los españoles, quienes se mostraban profundamente reacios a democratizar o, al menos, compartir el poder.
La historia venezolana ha llevado a sus altares a importantes hombres, siendo la mayoría generales, mayores y demás militares. Apellidos como Miranda, Bolívar y Mariño son comunes al contar las históricas hazañas que terminaron en la libertad del país.
Sin embargo, es poco lo que se habla del papel de las heroínas venezolanas en la lucha por la independencia. Personalidades como Josefa Camejo o Ana María Campos cumplieron roles protagónicos en los campos de batalla, desde la creación de estrategias hasta en la confrontación armada con hombres del ejército realista.
Los historiadores coinciden que, en el Oriente venezolano, la más grande heroína independentista fue Luisa Cáceres de Arismendi, quien, más allá de ser la esposa del General Juan Arismendi, pasó a la historia como un símbolo de coraje, valentía moral, resistencia pacífica y gallardía.
Su hogar, en la Isla de Margarita, fungió como centro de operaciones del ejército patriota, un frente de batalla indispensable para frenar el avance español.
Tras ser arrestada por los españoles, Luisa fue sometida a torturas, tratos crueles y vejaciones, que incluso terminaron en el fallecimiento de su recién nacida.
A pesar de ello, Luisa se negó a dar información sobre las estrategias patriotas, o sobre la ubicación de líderes venezolanos, actitud valiente que alentó a centenares de personas a unirse a las filas del ejército venezolano.
Tras la victoria patriota, Luisa fue reconocida en todo el país como una heroína, ya no más como “la esposa del héroe”.
Sus restos mortales reposan en el Panteón Nacional de Venezuela, siendo la primera mujer cuyos restos fueron trasladados al más alto mausoleo del país.
Aunque la historia venezolana fue por siglos una historia sobre hombres, el legado de Luisa y de miles de venezolanas ha reescrito los libros, para entender el papel indispensable que jugaron las mujeres en la construcción del país.
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