Francisco González/Internacionalista/Líder emergente de MonitorDescaVe e Investigador de Caleidoscopio Humano
(17-12-2024) La estructura política, social y económica que Venezuela ha vendido al mundo es la de ser un país -casi exclusivamente- caribeño. A pesar de la diversidad de paisajes, climas y culturas donde se asienta el país, la cercanía de la capital, Caracas, con el mar ha hecho girar su dinámica hacia sus vecinos en el Caribe.
De hecho, a pesar de que en Venezuela forma parte de la Cordillera de los Andes, nunca se ha considerado un “país andino”, a diferencia de buena parte de sus vecinos al sur, que basan su “marca país” en el clima frío y las ventajas de vivir sobre las montañas de la más extensa cordillera del mundo.
También destaca que, a pesar de que hay estados completamente bañados por la selva, Venezuela tampoco es reconocida como un “país amazónico”.
La estrecha relación entre Venezuela y el Caribe ha hecho ver, a los ojos del mundo, que el país es estrictamente caribeño, cosa que pasa comúnmente en islas que conforman la región, que, en efecto, son estrictamente caribeñas.
Esta dinámica no sólo ha dejado importantes aspectos culturales por fuera de la “marca país” venezolana, sino que, además, ha invisibilizado culturas milenarias que habitan el territorio.
Hay algunas etnias indígenas que, por su extensión y constante contacto con comunidades criollas, son visibles y conocidas. Tal es el caso, por ejemplo, de los wayús en Zulia, responsables de la confección de las wayúshein, conocidas como “mantas guajiras” entre criollos, o los pemones, en Bolívar, garantes de la seguridad y el cuido del Parque Nacional Canaima.
Otras etnias no cuentan con la misma visibilidad y, en consecuencia, no cuentan con el mismo halo de protección que dicha visibilidad conlleva.
Etnias como los Maquiritare, de poblaciones más modestas y estilos de vida más aislados de los centros urbanos, se han visto gravemente afectadas por el avance de la minería ilegal en la selva amazónica, territorio que habitan desde hace centenares de años.
Otro ejemplo es la etnia Pumé, originaria de los llanos fronterizos colombo-venezolanos que, debido a diversos conflictos relativos a grupos armados irregulares, han tenido que desplazarse hacia otras zonas más al norte en Venezuela y más al sur en Colombia, generando en el camino roces con criollos.
La escasa atención que a lo largo de la historia ha brindado el Estado venezolano a estas comunidades las sumerge en la invisibilidad, lo cual es contraproducente para sus economías, que en algunos casos dependen de la venta de artesanías.
La Emergencia Humanitaria Compleja venezolana impacta de manera diferenciada a estas comunidades, que no solo enfrentan los retos propios de la crisis económica, sino que, además, son sometidas a discriminación por parte de comunidades criollas, a constantes atropellos de mineros ilegales y a enfrentamientos entre fuerzas de seguridad del Estado y grupos irregulares, todo ello ante los ojos de un país entero que, en buena medida, desconoce su existencia.