“…ellas (las trabajadoras sexuales) también lidian con una tristeza inmensa, con el duelo no elaborado de la inmigración, el desarraigo y una violencia que no habían experimentado antes” BBC
Francisco González/Caleidoscopio Humano
(27/01/2023) La etapa de la crisis humanitaria venezolana donde el común denominador era la escasez de productos básicos acabó, pero las causas que la ocasionaron siguen haciendo estragos en la economía nacional y los coletazos que ocasionó aún afectan la vida cotidiana en el país.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), ha documentado un aumento de trabajadoras sexuales en Venezuela, en gran parte producto de la ausencia de empleos formales que ocasionó la crisis y, a su vez, de los insuficientes salarios que son ofrecidos en los empleos que aún quedan.
Este auge no pasa desapercibido, ya que la prostitución no está penada en el país y cada vez es más notorio el aumento del número de trabajadoras sexuales en las calles. Quienes ofrecen este tipo de servicios lo hacen con nula supervisión policial, sin derechos laborales ni amparo del Estado. Están expuestas, en consecuencia, a un sinfín de peligros.
Algunas organizaciones no gubernamentales y/o instituciones religiosas se han dedicado a la implementación de programas de atención a trabajadoras sexuales. Ejemplo de ello es la historia de Maritza Fernández, una monja católica que atiende a trabajadoras sexuales que visitan semanalmente la congregación en busca de comida, abrigo o alguien con quien conversar.
A través de una entrevista de The New York Times, Fernández comentó con preocupación cómo ha sido testigo del aumento en el número de personas que se dedican a la prostitución. Además, destacó que el número de menores de edad en esa industria es alarmante e incluso, en algunos casos, ejercen la prostitución en compañía de sus madres.
Mendoza, una joven trabajadora sexual caraqueña que prefirió dejar su nombre en el anonimato, es otro de los casos documentados por The New York Times. La joven comentó que los servicios sexuales en la ciudad capital parten desde los USD 5 la hora.
Algunas de las compañeras de Mendoza, sin embargo, aceptan a cambio de una hora de sexo productos como leche, harina de trigo o proteínas animales.
Son muchas las venezolanas que ven en estas prácticas un escape a la pobreza, no solo en Venezuela, sino en los países a donde migraron.
La BBC, en un reportaje publicado sobre la prostitución en la frontera colombo-venezolana, documentó que la cantidad de trabajadoras sexuales venezolanas ha aumentado exponencialmente en la última década.
Aunado a lo anterior, se publicó que los servicios sexuales que ofrecen no son en todos los casos a cambio de dinero o alimentos, como usualmente ocurre. Por el contrario, muchas trabajadoras sexuales aceptan alojamiento y traslados en taxi a cambio de sus servicios.
En algunos casos, los servicios son ofrecidos por parejas heterosexuales que, ante la crisis, se turnan para atender clientes y así poder llevar a casa comida para sus hijos o enviar a Venezuela dinero para el resto de sus familiares.
Las enfermedades de transmisión sexual son habituales en la industria y, en un contexto de crisis, no sorprende que estén en constante aumento. Un hecho que explica este fenómeno radica en que, para cobrar más dinero por sexo, algunas trabajadoras sexuales ofrecen el servicio sin preservativo.
La humillación, la adicción a estupefacientes, las violaciones y los femicidios son solo algunos de los términos que constantemente se repiten al hablar de la prostitución.
Fuentes:
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