La discriminación racial por el motivo que sea es inaceptable, es dolorosa, hace daño…
Por Emmanuel Rivas/Caleidoscopio Humano
(21-03-2022) A pesar de la lucha por erradicar cualquier forma de discriminación, esta sigue presente entre nosotros. Lejos de disminuir, cada vez son más los actos discriminatorios en cualquier espacio de la sociedad.
No terminamos de comprender, aunque suene a cliché, que todos somos iguales sin importar color de piel, sexo u orientación sexual, nivel económico, religión o filosofía de vida.
Los actos discriminatorios han causado daños irreparables a la humanidad. Basta con recordar la Sudáfrica de 1948, cuando el Partido Nacional (PN) ganó las elecciones en las que solo podían votar las personas blancas y, tras esta victoria, instaló un sistema de segregación racial represivo contra las personas negras o de color. Lo que conocemos como Apartheid.
Nelson Mandela inició una lucha sin violencia que lo llevó a ser silenciado, inhabilitado y encarcelado por 27 años, hasta que, el 11 de febrero de 1990, el presidente Frederik de Klerk, último presidente del Apartheid, declarara su libertad incondicional.
A pesar de la reversión de estas leyes y que el 70 % de la población sudafricana es de raza negra, persisten brechas raciales que vulneran los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las personas de color.
¿Qué tan común es la discriminación racial en Venezuela?
Alguna vez leí que los venezolanos somos “producto de una extraña mescolanza de muchas culturas”. Partiendo de este punto, parecería impensable que exista en el país algún grado de discriminación racial.
Puede que no sea tan marcada como en otros países, pero la hay.
“El racismo en Venezuela es un problema no admitido ni asumido, es casi un tema tabú”, asegura Keymer Ávila, profesor e investigador del Instituto de Ciencias Penales de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Ávila destaca que el racismo en Venezuela “es como un racismo simbólico, cultural, latente, que se presenta en ocasiones como algo simpático o humorístico, estético, junto a un cúmulo de prejuicios, así como sutiles e indirectas formas de opresión, discriminación, estigmatización y exclusión”[1].
Advierte, además, que va desde el no reconocimiento u ocultamiento de la propia herencia africana o indígena hasta la autodiscriminación.
En Venezuela es común relacionar a las personas de piel oscura como parte de sectores populares, zonas vulnerables y pobres o, en el peor de los casos, con la delincuencia. Nada más alejado de la realidad en un país mestizo, de cultura indígena y africana predominante.
En los procesos migratorios por las guerras europeas del siglo XX o los conflictos internos de países latinoamericanos, Venezuela se convirtió en un país receptor de migrantes. Sin embargo, el trato que se daba a quienes llegaban de España, Italia, Alemania, Portugal u otro país de Europa, no era el mismo hacia los colombianos, haitianos, trinitarios, ecuatorianos o peruanos.
Esta es una forma de discriminar que, aún hoy, sigue presente. Es común crear juicios de valor contra personas provenientes de Colombia, a quienes señalamos por el narcotráfico como si fuesen responsables directos o indirectos. También hacemos mofa de personas que han luchado por mantener intacta su cultura ancestral.
Discriminación y migración
En medio de la Emergencia Humanitaria Compleja que, desde 2015 afecta el país, y de acuerdo a datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), más de 6 millones de venezolanos han migrado.
En países como Colombia, Ecuador, Perú y Chile culpan a los venezolanos por el incremento de la delincuencia o por la falta de oportunidades laborales. “Llegan a robarnos el trabajo”, es una frase común en estos países que concentran casi el 78 % de la migración venezolana.
Sin embargo, estudios sociales en estos países, han demostrado que la criminalidad no aumentó con la llegada de los migrantes y refugiados venezolanos, como lo han querido hacer ver, incluso autoridades como la alcaldesa de Bogotá, Claudia López.
De acuerdo con un estudio publicado en el año 2019 por el Instituto de Políticas Migratorias (MPI en inglés), “en Chile, solo el 0,7 % de las personas acusadas de algún crimen en 2019 eran venezolanas, mientras que los venezolanos el representan el 2,4 % de la población en ese país. De manera similar, en Perú en el 2019 (basado en datos de encarcelamiento como indicador de tasas de criminalidad) el 1.3 % de los presos son extranjeros (incluyendo venezolanos y otras nacionalidades), mientras que los venezolanos representan el 2.9 % de su población”, el informe agrega que, en Colombia, el 2.3 % de los arrestos por delitos violentos en 2019 involucraron venezolanos, mientras que los inmigrantes de Venezuela representan el 3.2 % de la población total del país.
Ver el informe aquí: La migración venezolana no conduce a un aumento de la delincuencia en los países de acogida de América Latina a pesar de las percepciones contrarias, según un nuevo análisis
Lo mismo ocurre con las plazas de trabajo. A pesar de estos datos, la migración venezolana ya no es vista con buenos ojos. Una vez más los prejuicios hacen gala para incrementar los ataques y la discriminación. Como dicen las personas mayores, “nos meten a todos en el mismo saco”.
Esta segregación, en un momento tan difícil para el país, hace que la estancia de los migrantes venezolanos en los países de acogida, sea mucho más difícil. Pues, además del abandono gubernamental a través de las representaciones diplomáticas, deben luchar contra el fantasma de la xenofobia, una de las peores formas de discriminación racial, que promueve el odio, la violencia y hasta el “exterminio” de los grupos minoritarios vulnerables.
Erradicar cualquier forma de discriminación, ese debe ser el objetivo
El 21 de marzo de 1960, la policía sudafricana abrió fuego contra una manifestación pacífica en la ciudad de Sharpeville, matando a 69 personas e hiriendo a más de 180 que protestaban contra la Ley de Pases (Pass Laws) que buscaba limitar el transito de la población negra en zonas rurales y urbanas de Sudáfrica.
En conmemoración de esta masacre, la ONU estableció esta fecha como Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.
Se ha avanzado, no lo podemos negar. Pero falta mucho por hacer. Los prejuicios contra cualquier persona que percibamos diferente nos están llevando a un Apartheid moderno. Lo vemos en las calles, en las escuelas, en las universidades y en cualquier espacio de nuestra sociedad.
Pareciera que no hemos aprendido nada de la historia, de la pandemia que nos ha unido -o eso creíamos- en un objetivo común.
Se hace inaceptable que en el año 2022 sigamos señalando a quien tiene el cabello rizado, a quien tiene su piel oscura o a quien ha tenido que salir de su país para poder llevar comida a su familia.
Debemos entender que nada nos hace mejores o peores que el de al lado y que, al final del camino, los prejuicios, la discriminación por el motivo que sea, los señalamientos o la xenofobia, lo único que nos hace es daño, un daño irreparable como sociedad.
¡Sawabona!
[1] Racismo y violencia de Estado en Venezuela: https://nuso.org/articulo/racismo-y-violencia-de-estado-en-venezuela/