El psicólogo y fundador del Centro Comunitario de Aprendizaje hace énfasis en que la educación sexual debería ser transversal en la educación escolar y familiar con un enfoque de sexualidad amplio para que los niños sepan autocuidarse. A pesar de la impunidad, aconseja denunciar ante los organismos pertinentes y, sobre todo, estar atentos a los cambios de comportamiento de los pequeños y tomar en serio sus señalamientos
Fuente: El Nacional
En el mundo, tres de cada cuatro niños entre los dos y cuatro años de edad sufren regularmente abuso físico, psicológico, violencia o castigo por parte de familiares o guardianes, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud. En Latinoamérica, establece la Organización Panamericana de la Salud, 58% de los niños sufrieron algún tipo de abuso en 2020.
En Venezuela, de acuerdo con cifras recaudadas trimestralmente por la Fundación Habla, en 2019 niños entre los 6 y 11 años de edad fueron los más vulnerados, seguido por el grupo de 12 a 17 años y el de 0 a 5. Entre 70 y 86% son niñas y adolescentes. Y los casos más comunes son abuso sexual, actos lascivos, asesinato, violación, tráfico de menores y pornografía infantil, en ese orden. El total de casos se distribuye principalmente entre los estados Miranda y Zulia, así como Distrito Capital.PUBLICIDAD
Óscar Misle, psicólogo, fundador y director del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), asegura que, particularmente, 2020 estuvo marcado por un confinamiento que acercó al agresor con su víctima. Esto porque en la mayoría de los casos de abuso el agresor forma parte del entorno familiar (padrastro, padre, tío, abuelo, primo o madre) de la víctima. Como consecuencia, la denuncia se hace difícil por la cercanía con el abusador y la relación afectiva que existe. Sin embargo, Misle recalca la importancia de denunciar cualquier caso de abuso o acoso sexual, pues las consecuencias en la víctima podrían marcarlo de por vida y, en algunos casos, aparecer años después del delito.
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En Cecodap realizan actividades como diplomados, cineforos, talleres, campañas a través de sus redes sociales (@cecodap en Twitter e Instagram) y tertulias en colegios para concientizar sobre este tema que, incluso hoy día, es todavía tabú en la sociedad venezolana. Su compromiso con la educación es una respuesta a la carestía que existe en el sistema educativo actual para hablar de sexualidad más allá de lo exclusivamente biológico. Es menester que los niños y adolescentes sean capaces de autoreconocer la violencia sexual. Además, la organización cuenta con un servicio de apoyo psicológico que asesora y ayuda a las víctimas de abusos a través de Whatsapp (0424-2842359)
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«Es importante aclarar que quien abusa no es ese de traje oscuro, sombrero y lentes que vemos en las películas. El agresor es simpático, agradable, cercano, sociable. Tanto que cuando se dan las denuncias se preguntan ‘cómo va a ser, si fue siempre tan educado’. Se valen de su encanto para abusar y por eso no se habla de un perfil determinado. Pero sí vienen de la persona que menos sospecha podría generar. Y por eso al adolescente le cuesta denunciar, porque piensa que no le van a creer; o le duele hacerlo por la parte emotiva, pues sentía afecto por él», señala Misle.
—¿Cuáles actos califican como acoso, violencia y abuso sexual en niños, niñas y adolescentes?
—El abuso sexual no es solo penetración como la gente suele pensar. Es toda práctica donde un adulto, valiéndose de su poder o la diferencia de edad, realiza diferentes actividades sexuales con el niño, niña o adolescente para satisfacerse sexualmente. Puede ir desde grabar videos, tener conversaciones vinculadas con el sexo, enviarle mensajes o hacer comentarios erotizantes; acariciar o manosear sexualmente, la masturbación compartida y la penetración.
—De acuerdo con un artículo de Efecto Cocuyo donde toman cifras de su sitio web, en 2020 hubo 4300 consultas en Cecodap relacionadas con violencia contra niños y adolescentes. ¿Ha habido algún detonante para que los casos de abuso y violencia aumentaran en los últimos años?
—Como estamos en cuarentena y en confinamiento, el riesgo de convivir con un depredador es mayor. Se crea la posibilidad de no tener escapatoria y aprovechar para abusar de niños o adolescentes, pues principalmente el abuso sexual es cometido por personas del entorno familiar o allegados. Pero también hay otra situación importante: la falta de información y formación para hablar del tema y que los niños puedan desarrollar su autocuidado. Entonces, sienten que como la persona es un familiar, tiene derecho a tocar su cuerpo. Lo hace, además, porque dice que quedará en secreto o que lo quiere. Hay una serie de factores que confluyen para que el acto sea más común y aumente en tiempos de confinamiento.
—¿En qué lugares existe mayor exposición o riesgo de sufrir abusos sexuales y de violencia?
—El abuso no mira el lugar, estrato social o condición de la persona. Ocurre en todo lugar y no hace distinción de sexo ni edad. No podemos decir que es más común en un lugar que en otro, se da en todas partes. Lo que sí pasa es que se hace más público cuando ocurre en sectores populares porque están en una condición de desprotección, de dificultad para acceder a clínicas y servicios privados para defenderse o buscar justicia. Por supuesto, si hay situaciones de hacinamiento, de espacios reducidos, los riesgos son mayores. Pero se ve en todos los sectores sociales.
—¿Qué señales físicas y psicológicas se pueden apreciar en el menor de edad si fue abusado?
—Si el niño empieza a tener cambios en el comportamiento: no querer dormir solo, rechazo a vincularse con alguna persona específica, no participar en actividades escolares virtuales, cambio en sus hábitos alimentarios. También, si comienza a erotizar sus conversaciones, orinarse en la cama, mostrarse ansioso y agresivo. Físicamente laceraciones a nivel de ano, vagina, maltratos en la piel. En general, hay que estar atentos y siempre buscar ayuda de un profesional.
—¿Es posible que no aparezca ninguna señal?
—Generalmente se detectan evidencias porque es un acto violento, aunque no haya heridas visibles. El abuso sexual es un proceso de acercamiento que comienza con crear un clima de intimidad para luego convertirlo en un acto intimidatorio. Las evidencias se van dando a medida en que va presentando síntomas psicológicos y físicos. Siempre hay evidencia, lo que pasa es que no estamos preparados y pensamos que son productos de su imaginación, o que mienten. Además, hay un proceso de negación: la persona que abusa es una cercana, con la que se tiene afecto. Muchas veces es el padrastro, el padre, el tío o la madre. Y sumado a eso, las otras negaciones que hay: si un varón es abusado por un hombre, entonces se cuestionará la orientación sexual del niño. Se oculta por prejuicios existentes que, en realidad, son mitos.
—¿Qué pueden y deben hacer los padres cuando saben que su hijo ha sido víctima de abuso sexual o violencia?
—La denuncia es la clave. El principal aliado del abuso es el silencio y la complicidad. El problema es que, si se mantiene un vínculo con el denunciado, se le teme a la reacción que pueda tener o violencia que pueda ejercer. Ahora, si la hace con alguna organización que pueda apoyar y asesorar para que la toma de decisión se realice sin generar culpa o vergüenza, pues mejor. En Venezuela, lo que sucede con las denuncias es que las personas no las hacen en el momento porque sienten vergüenza, miedo, se sienten solas y defraudadas de la persona que los abusó. Entonces, eso produce un desestimulo para denunciar y procede después de muchos años. La gente se pregunta por qué lo calló, y es por el sufrimiento. Por la condición psicosocial, por haber sido víctima de abuso y no tener las herramientas para enfrentarlo ni emocionales, formativas ni jurídicas.
—Hay padres que desestiman las denuncias de los niños. ¿Qué decirles a esos padres que no le prestan tanta atención a las denuncias?
—A los niños hay que creerles. Un abuso sexual puede marcar la vida del niño porque hiere su autoestima, la confianza hacia los demás, la relación y disfrute de su sexualidad y el reconocimiento de la sexualidad como una realidad que puede ser vinculada con el placer y el amor. Si no se denuncia, la persona seguirá abusando porque es una inclinación que siente. Puede ser un pedófilo que se convierte en pederasta cuando comete el abuso. Ellos existen y están en las redes, pero también en los colegios, en las iglesias, en grupos de teatro, deportivos y en la familia. Si no denunciamos le estamos dando luz verde al pederasta para que siga afectando la vida de niños y niñas.
—¿Por qué no suele denunciarse, en la mayoría de los casos, un caso de abuso?
—Por vergüenza, culpa, desconfianza de que la denuncia no proceda, el estigma social que surge, lo que la gente piense de mí, el desconocimiento, la desinformación sobre cómo plantear la denuncia y adónde acudir. Influye el miedo por una posible revancha y el dolor que genera al tratarse de una persona cercana. Además, hay otra que es muy real y es que las personas que son privadas de libertad, porque abusaron sexualmente de niños, se enfrentan con un código en las cárceles que no está escrito: al abusador hay que aplicarle la misma, y no solo eso, sino matarlo. A las familias les preocupa esta realidad.
—¿A partir de qué edad un niño debe recibir información sexual? ¿Cuál es la información básica que debe conocer?
—Desde la edad prescolar. Desde los 3 o 4 años deben saber que nadie puede tocar sus genitales a menos que sea su mamá o papá por motivo de higiene. Tiene que aprender a decir que no y enseñarle que a los genitales se les pone ropa para cuidarlos. Es importante tomar en cuenta qué sabe el niño: muchas veces tiene información que recibe de forma informal: lo que ve en casa, las relaciones entre mamá y papá, o parejas cercanas, lo que va descubriendo por internet. Tienen más información de la que se cree. En la medida en que se den espacios de conversación, a través de cuentos, historias, películas, series si son adolescentes se les puede dar la información correspondiente.
—En la sociedad venezolana no se le habla a los niños de los genitales por su nombre. ¿Por qué?
—No darle el nombre técnico, sino ponerle un sobrenombre, tiene que ver con el tabú que existe en torno a la sexualidad. No lo llamo porque es vergonzoso decir pene, vagina, vulva, entonces utilizo apodos. Hay que ir trabajando desde la formación sobre la sexualidad, entendiéndola no solo como genitalidad, sino todo lo que somos como personas. Hay que hablarlo y si no me siento como padre cómodo para hablar del tema, debo buscar ayuda para generar espacios de información e intercambio.
—¿Cómo prevenir los abusos sexuales?
—Frente al abuso, que es un hecho violento, queda un trabajo de formación y sensibilización. La educación sexual debería ser transversal en la educación escolar y familiar con un enfoque de sexualidad amplio para que los niños sepan autocuidarse, decir que no. Que no porque la figura sea más grande o de autoridad debo decir que sí, que un extraño no puede pedirle besos y abrazos, y sobre todo comunicarlo con mamá y papá. Hay que escucharlos y creerles. Revisarse uno y reflexionar sobre su vida sexual, recordar si pasó por un episodio similar y tratarlo para que, entonces, no actúe desde el miedo. Buscar ayuda terapéutica y denunciar.
—¿Qué les dice a aquellas familias en las que no se habla de sexualidad, en las que imperan los prejuicios?
—Que llegó el momento. Que es bueno que lo hagamos, y que si no estamos preparados por prejuicios es bueno buscar apoyo profesional para tener las herramientas apropiadas y sanar nuestras heridas. Que el tema se aborde en un lugar de confianza, seguridad y de apoyo. Investigar los recursos que existen para hacerlo lo mejor posible.
—¿En el colegio se debería hablar de violencia de género?
—Tiene que hablarse porque se da en el colegio. Cuando llegan a la adolescencia o están los niños en sexto grado se aprecia, por ejemplo, en el poder que ejercen en la cancha, pues los varones son más burdos en sus movimientos. En la experiencia del noviazgo se empieza a exhibir la violencia del varón hacia la chica, o viceversa, al querer controlarle sus amistades, la forma en que se viste, tener la clave de su correo, pedirle tener relaciones sexuales no deseadas, incluso sin preservativo, empujarlas, los celos. Todo eso que se cree es un juego entre ellos, en realidad son demostraciones de violencia en sus distintas manifestaciones.
—¿Con cuáles herramientas y cómo educar a los niños y adolescentes sobre este tema?
—Yo estoy convencido de que es importante hacer charlas. Si en la comunidad educativa hay alguien que tenga la habilidad, es bueno que se involucre. Pero lo que más hacemos en Cecodap, y nos funciona, son los cineforos (ahora virtuales) y conversamos sobre la película y temas pertinentes. Esos recursos pueden despertar el interés de los jóvenes y motivarlos al diálogo y reflexión. Es importante conectar el contenido con la práctica, lo que se ve en la televisión y lo que se vive día a día.
—Se establecen como instancias a las cuales se debe acudir en caso de abuso (de acuerdo con La Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa, AVESA, y Unicef) el Ministerio Público (MP), Consejo de Protección, CICPC, Policía, juzgados de paz, Defensoría Nacional de la Mujer Comandos fronterizos y, si es mayor de 14 años, al Sistema Penal de Responsabilidad del Adolescente. ¿Es indiferente a cuál acudir?
—Es indiferente. Lo que sí es que, como es un delito, no puede ser una instancia conciliadora. El abuso sexual es un delito, se abre una investigación y se definen las sanciones correspondientes de acuerdo con el abuso, su frecuencia y quién abusaba. Lo ideal es la Fiscalía o el CICPC.
—¿Son los órganos judiciales eficientes frente a la violencia de género o cualquier otro tipo de abuso?
—No son eficientes. Pero hay que utilizarlos para generar presión social y movilizar a la sociedad. Hay mucha desconfianza a denunciar porque sienten que no procederá el caso, le temen a la estigmatización de la persona, la revictimización y la preparación que tienen en la entidad para identificar el tipo de abuso. Hay resistencia por la duda de la celeridad con que se pueda hacer el caso dependiendo de la urgencia. Pero hay que insistir porque si no el victimario queda impune y seguirá cometiendo el delito.
—Las leyes venezolanas mencionan que en el caso de los adolescentes el abuso sexual no es delito si existe consentimiento. ¿Entonces qué pasa con las denuncias?
—Eso viene de la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente que dice que el abuso sexual con adolescentes es delito si ocurrió sin consentimiento. Y ha sido muy cuestionado porque se refería a las relaciones ‘decentes’ que puede tener una adolescente mayor de 14 años. En las otras leyes está claro que es un delito: un adulto usa el engaño, poder o extorsión para tener relaciones con una menor de edad. La pregunta que surgió después de esa ley fue si la adolescente está formada, está en capacidad de consentir algo de verdad o si la usan como parte de la seducción para convencerla y abusar de ella. Es simple, si hay un hecho violento, no hay consentimiento.
—¿Cree que la falta de información por parte de organismos públicos, cifras y estadísticas oficiales, dificulta la protección de los niños y adolescentes por tanto se desconoce la magnitud del problema?
—Sí, estoy totalmente convencido. En la medida en que no hay cifras, estadísticas, y si las hay se ocultan, no se sabe cuál es la dimensión. No se sabe a cuáles sectores está afectando, en qué condiciones está la familia para poder diseñar una política pública basada en evidencia. Entonces, hoy no existen políticas públicas, pero tampoco existe un programa de formación educativo que permita conocer cuáles son las instancias de denuncia y cómo acceder a ellas.
—Vivimos en una cultura en la que las adolescentes exponen libremente sus cuerpos en las redes sociales, pero por otra parte condenan los abusos sexuales, desde comentarios indecentes hasta abuso físico. ¿Es contradictorio este comportamiento?
—Sí. Y genera riesgo. Cuando nosotros ponemos en una red social una foto, un mensaje o un testimonio, eso será conocido por mucha gente sin control de frontera y es difícil después recoger todo lo que desencadena: bullying y acoso sexual por internet. Con el sexting pasa mucho eso: la muchacha muestra su cuerpo desnudo para personas de su grupo, su pareja, pero no piensa en el alcance que puede tener una vez enviado. Lo que haga el receptor de la imagen se escapa de su control y ahí tenemos montones de casos de desnudos utilizados para difamar, desacreditar, crear respuestas virales y acosar. Eso pone en riesgo al individuo. La pregunta es por qué necesito llamar la atención, sentirme tomada en cuenta gracias a una exposición de este tipo. Qué pasa con la autovaloración, con el reconocimiento que debería tener en casa para saber qué busco con esa exposición. Eso lo huele un depredador sexual, cuando una adolescente quiere ser atendida, halagada, valorada por sus dotes o su exposición física y hacen uso de eso. Y vienen los engaños: les prometen trabajar en escuelas de modelaje, castings que no son reales y se aprovechan de la inocencia de la joven. Los riesgos están en todos lados, por eso la familia y la escuela deben abordar estos temas.
—Hablamos del niño acosado, pero ¿cómo reconocer a un niño, niña, adolescente acosador?
—Hay que ver si el acoso no es sexual, sino que se mete con el otro utilizando fuerza delante de un grupo (que es el acoso escolar) para ganar popularidad o control sobre otra persona. Hay que observar si ese comportamiento se da solo en la escuela o si veo que ese adolescente se mete con su hermanito, con sus primos. Si pasa, hay que llamar la atención para hablar al respeto y el reconocimiento del otro. Es un trabajo de vigilancia para estar atento con lo que pasa con mi hijo y con los demás. Ver qué tipo de juegos, chistes, con qué tipo de propuestas salen.
—¿Desde Cecodap han visto un incremento en los casos de grooming, o acoso virtual, en 2020 y 2021?
—Sí, lo ha habido. Entre más tiempo pase frente a la pantalla, más posibilidad de exponerse en las redes. Y quienes están al acecho están buscando eso precisamente. Entre más exposición, mayor riesgo. Toca una tarea nada fácil, pero importante.
—¿Qué pueden hacer los padres para prevenirlo?
—Primero, acompañarlos. Hacerles seguimiento y orientarlos. Los niños no tienen por qué esconder las claves a sus padres, tienen que informar cuáles plataformas están usando, si siguen a alguna personalidad. Los niños se meten en la computadora para recrearse, informarse y vincularse. La pregunta es con qué se recrea, con qué se informa y con quién se vincula. Y en la casa, hablarlo con un lenguaje sencillo, directo, con cuentos, historias para ver el riesgo que sufre un niño, que puede decir no cuando se le hace una propuesta indebida.
—¿Cómo esperan que sea este año que, así como 2020, pinta en régimen de confinamiento?
—Esperamos que estemos más atentos ante el confinamiento. Sabemos que el abusador se vale de cualquier hora y momento, evitar que el espacio de la casa sea inseguro. Es un llamado porque esto seguirá. Hay que tener mucho cuidado con todo lo que pasa dentro y fuera de casa, en el contacto con sus amigos y conocidos porque hay muchos que están en otros lugares cuando hay flexibilidad. Cuidar su tiempo en las redes sociales, en qué grupos participan. Este año nos toca otra vez esto de monitorear, mucha comunicación y ser creativos para buscar maneras de plantear el tema, hacerlo interesante y así hablar, conversar e intercambiar sobre el abuso sexual.
—Cecodap tiene una serie de servicios, proyectos, campañas en medios y publicaciones para apoyar a las víctimas, pero también para educar sobre todo lo que atañe al tema de abuso sexual, el bullying y otros asuntos que giran en torno a los DDHH, ¿se siente satisfecho con el trabajo que realizan en Cecodap?
—Yo me siento satisfecho y orgulloso por haber continuado con nuestro trabajo en el confinamiento. Tuvimos una demanda muy grande de personas solicitando apoyo. Quisiéramos que fuera mayor, pero somos una organización que trabaja un área específica, y lo hace con mucho empeño, pero es un trabajo titánico. Da satisfacción cuando empiezas a ver los resultados a través de los testimonios de otras personas y en los colegios para que hagamos conversatorios. Siempre te genera un poco de frustración querer más tiempo y mayor capacidad para atender, pero uno tiene que entender que hace lo que puede con las herramientas que tiene y eso sí, siempre con ética, responsabilidad, compromiso y mística.
—¿Qué proyectos tienen para estos meses en medio de una ola de denuncias de abuso y violaciones en niños, niñas y adolescentes?
—Nosotros tenemos un servicio de atención psicológico (SAP) que es gratuito, y atiende casos de problemas psicosociales y psicoafectivos de manera virtual. Hacemos diplomados permanentes donde se involucra la salud en sus diferentes formas, pero especialmente la salud sexual y reproductiva. Tenemos los encuentros “Los adolescentes toman la palabra”. Además, en las redes sociales encontrarán una serie de posts sobre el abuso, qué es, cómo se expresa. Hay material informativo que da pie para hablar o reflexionar sobre el tema.