Por: Jhosgreisy Hernández
El mundo cambia y da pie para conocer nuevas facetas de aquello que somos como individuos
La comunidad LGBTI se hace cada vez más presente y con ello, la sed de las personas por conocer, informarse y sentirse identificados con alguna letra, bandera o grupo y aunque para algunos sea fácil y natural, para otros se convierte en una tarea complicada, en especial, cuando la discriminación es el primer obstáculo al cual se enfrentan.
A diferencia de muchos otros países que ya muestran avances significativos respecto a la igualdad, Venezuela se ha convertido en un referente de atraso debido a la escasa importancia que se le otorga al colectivo LGBTIQ+ que vive la exclusión, violencia, e incluso, la ausencia del reconocimiento de su identidad en caso de ser personas trans.
Para quienes comienzan a mostrarse como miembros de la comunidad, el camino no es sencillo, debido que, en la mayoría de los casos, cada persona ha vivido homofobia disfrazada de chistes, señalamientos que surgen en el hogar, miradas despectivas, burlas, tropiezos, insultos y miles de «yo los respeto, pero» seguido de cualquier frase discriminatoria.
«Prefiero un hijo malandro que un hijo gay»
El “salir del closet” se ha convertido en todo menos en una opción, sobre todo cuando la creencia de “la homosexualidad es un error que debe ser corregido” se encuentra arraigada en la mayoría de los hogares, causando que muchos renieguen de su verdadera orientación por miedo a ser marginados, ignorados o amenazados.
«En menos de 48 horas tres personas de la comunidad LGBTIQ+ fueron brutalmente asesinadas en Caracas durante el mes del orgullo», reportó la ONG PROVEA en la red social Twitter.
Los crímenes que manchan la bandera multicolor y que dejan en su camino a víctimas que, como se evidenció en su momento, son discriminadas aún después de perder la vida, eclipsan con más temor a las personas del colectivo y a quienes comienzan a sentirse identificados con aquello que está fuera de la heteronormatividad que censura y limita.
La condena
Para quienes crecen con pleno conocimiento de «no ser iguales al resto» o para aquellos que en el camino descubren que no todo es del mismo color, la lucha deja de ser individual para convertirse en un posible torbellino donde cualquier comportamiento que sea diferente es burlado y rechazado.
Apenas en 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar a la homosexualidad como una enfermedad y hoy, en pleno 2021 no se han visto los avances que se esperarían para los miembros de la comunidad, en especial en Venezuela, país en donde las causas políticas, económicas, religiosas y sociales crean un sinfín de comportamientos que reflejan la homofobia y la transfobia.
Según datos de Transgender Europa en su Observatorio de Personas Trans Asesinadas señala que entre 2008 y septiembre de 2020, 3.664 personas transexuales en el mundo perdieron la vida por prejuicios discriminatorios de los que 126 se produjeron en el país.
Los poderes del Estado han ignorado a la comunidad, permitiendo que viva silenciada por sectores conservadores que limitan y fomenten la idea de un colectivo no importante cuando la realidad es que se trata de uno de los grupos más vulnerados debido a la falta de leyes que hasta ahora no ha parecido importarles y que deberían ser prioridad para asegurar la igualdad de todos.