Mujeres indígenas resaltan su cultura con emprendimientos en Amazonas

Fuente: El Diario

Gastronomía, chocolatería, joyería y elaboración de vinos con productos autóctonos son algunas de las iniciativas desarrolladas con éxito en el sur del país. Foto: Madelen Simó.


(08-12-2021). El casabe es una torta de harina de yuca conocida por la mayoría de los venezolanos. Pero de esa yuca surgen otros productos que solo son comunes en el estado Amazonas: el mañoco y la catara. El primero es una harina de yuca rica en potasio, que se utiliza como acompañante o aderezo en casi todos los platos; el segundo es un picante, cuya base de preparación es el yare, que sale del jugo que desprende la yuca. Ambos son productos propios de la gastronomía amazónica y se han producido en el seno de las comunidades indígenas. 

En cada negocio formal o informal se comercializa la catara y el mañoco. También existen muchas familias que lo preparan de manera artesanal. Y esa oportunidad de venta fue la que vio Amelia Conde para producir sus cataras y llevarlas a otro nivel: crear una empresa. 

El almidón de yuca, el cacao, copoazú y otros productos locales también se han fusionado en los chocolates de Kenía Martínez, del pueblo originario baré. Ella decidió que los sabores de su tierra podían llegar a la degustación chocolatera y lo ha logrado. 

En otro ramo, color y el diseño es lo que ha servido a María Antonia Arana para crear piezas que combinan la coquetería femenina con lo ancestral de su comunidad uwottüja. 

Pero ¿cómo han hecho estas mujeres indígenas para llevar adelante sus emprendimientos? ¿Cuáles han sido sus motivaciones, sus retos y sus éxitos? Esas son las historias que conoció el equipo de El Diario en el sur del país. 

Promocionar identidad  

María Antonia Arana tiene 28 años de edad, es madre de dos niños y pertenece al pueblo uwottüja. Su emprendimiento de joyería forma parte de una empresa familiar denominada: Madiwaru, que en lengua uwottüja significa guía espiritual de los báquiros.

María Arana elabora piezas en su taller. Foto Madelen Simó

Ese fue el nombre que escogió Beisy, la hermana de María, para bautizar el emprendimiento. 

“Ella le colocó ese nombre porque la conecta con ese guía espiritual que vendría siendo nuestro abuelo, quien siempre quiso guiarnos por el camino de mantener la cultura que teníamos en nuestra comunidad, para que siempre la lleváramos en nosotros. De alguna manera, esta empresa representa nuestra identidad y es lo que promocionamos en el negocio”, precisó María para El Diario.

Tienen cinco años con ese emprendimiento. Al principio era solo Beisy quien llevaba adelante el proyecto, luego se convirtió en una empresa en la que se involucraron todos. Según palabras de María, la situación económica hizo que el resto de la familia descubriera que, con su cultura, podían generar una unidad de producción y así no depender de un precario sueldo mínimo, que se ubica en 7 bolívares (poco más de 1,4 dólares) desde el 1° de mayo de 2021.

Comenzaron comercializando los productos que realizaban otras personas, en la actualidad la familia Arana Conde se ha dedicado a elaborarlos. Poco a poco se han ido capacitando y retomando su cultura. María usa lo que aprendió con sus ancestros para combinar lo nuevo y lo artesanal en su joyería. Trabaja con mostacilla, madera, semillas y plumas para elaborar collares, zarcillos y pulseras que visualizan la memoria de este pueblo uwottüja. 

Para esta artesana lo más difícil de emprender ha sido el manejo de la economía, porque la mayoría de los indígenas no saben colocarles los precios a sus productos. “Ahora todo se maneja en pesos (colombianos) o dólares. Siempre nos ha costado el manejo del presupuesto, saber cuánta ganancia se debe tener”.

Los zarcillos tienen un valor de 8.000 pesos colombianos en adelante, el equivalente a 2 dólares; mientras que los collares se pueden comprar desde 15.000 pesos, o el equivalente a 4 dólares. En un futuro, María espera ver sus joyas en otras partes del mundo. Su meta es llegar a la internacionalización. 

Sabor autóctono 

Amelia Conde es originaria del pueblo uwottüja. Es la madre de María y de Beisy, junto a ellas y sus otros hijos construyeron una tienda en la urbanización Aramare de Puerto Ayacucho. Ella se inclina más por los alimentos autóctonos: catara, mañoco, mermeladas y vinos. Todos hechos con productos únicos de la región: yare de yuca, copoazú, manaca, piña. 

Principalmente la motivó la situación del país, su sueldo ya no le alcanzaba y decidió reinventarse. “Comencé con la catara porque, aunque haya mucha oferta, preparar catara no es fácil. Al principio se me nacía y pregunté a las mujeres que lo hacían y me dijeron que debía cocinarla bastante. Poco a poco fui mejorando mi producto”, sostuvo para El Diario.  

Amelia contó que la base de su producto, el yare, se lo compra a las indígenas curripacas. El líquido del yare se sustrae de la yuca amarga y por eso hay que cocinarlo por mucho tiempo. Luego se le coloca otros ingredientes. A Amelia le gusta colocarle aliños a sus cataras, por ello sus productos vienen en tres presentaciones: catara natural, espesa y liquida aliñada. Sus precios se ubican entre 4.000 ($ 1), 6.000 ($ 1,5) y 10.000 ($ 2,5) pesos colombianos.

Con el chef Nelson Méndez, líder del Instituto Culinario de Investigación de Amazonas, Amalia junto a otras mujeres aprendieron la preparación de mermeladas y ahora ofrece los sabores del copoazú, la piña y el túpiro en esta versión a un valor de 5.000 pesos.

En la tienda se exhiben las joyas artesanales y las cataras. Foto: Madelen Simó

El copoazú es un árbol frutal originario de Amazonas, tiene una forma parecida al melón y la pulpa blanca como la guanábana, además es rico en vitamina C. El túpiro se cultiva en la zona amazónica, ríete un aspecto similar al tomate, de sabor ácido y con propiedades antioxidantes. Con la piña Amelia no solo prepara mermeladas, también hace vinos. 

Pero Amelia ha querido ir más allá con su emprendimiento y desde la Organización de Mujeres Indígenas de Amazonas (Omida) ha buscado crear una plataforma de saberes para que las mujeres emprendan en medio de esta situación del país. “Darle esa fortaleza para que se independicen de estar pendiente del gobierno, de las bolsas, de un sueldito. Yo les digo a ellas: ´ustedes tienen comida en su casa si emprenden”. 

Así fue como Omida pudo aplicar a un proyecto con los misioneros salesianos para crear una cocina de la organización, porque como explicó Amelia, a veces las mujeres no tienen dónde refrigerar ni dónde cocinar. “Nuestro reto es resaltar. Lo más difícil para el pueblo uwottüja es que es muy tímido, aunque algunas personas sobresalen, pero la mayoría no”, concluyó. 

Chocolatería amazónica 

Kenia vivía en Valencia en el año 2012 y su hija siempre le preguntaba por qué no podía comer mañoco, túpiro, copoazú, o tomar manaca como lo hacía en Amazonas, en casa de su abuela. Eso motivó a Kenia Martínez, chocolatera del pueblo originario baré a crear la marca Idúwali, que quiere decir bueno en su idioma indígena.  

En ese año también visitó una feria gastronómica y se dio cuenta de que Amazonas estaba ausente. Al año siguiente se programó para estar presente y dar a conocer los sabores de su tierra, ofrecieron bebidas de copoazú, túpiro, guayaba arazá. “La gente nos veía un poco raro, pero luego que probaban la muestra, el rostro les cambiaba, se le iluminaba”, recordó. 

En 2016 Kenia comenzó a realizar sus estudios sobre el chocolate y el primero fue un curso de chocolatería con copoazú. “Pero el copoazú no está dentro de la clasificación, porque para garantizar las normas de chocolatería, debe ser sólido de cacao o manteca de cacao”, puntualizó.

Kenia Martínez fue galardonada como chocolatera del año en la Expo Cacao 2021. Foto: Madelen Simó

Experimentó con bombones rellenos de picante, luego con algo de sarrapia, con almidón de yuca. Un año después de comenzar a estudiar chocolatería le colocó nombres a cada chocolate. 

Jíakálijini (amoroso en idioma baré) es una mezcla con crocante de almidón de yuca. Wayenikaliji (alegría) es una barra de chocolate al 47% con pijiguao, fruto de palma del Amazonas. Wasi (faramallero) chocolate al 66% con picante murupí y crocante de almidón de yuca. Todos productos autóctonos que tienen una materia prima cultivada por los pueblos hermanos curripacos y uwottüja, un cacao proveniente de las zonas de San Pedro, Parguaza y Manapiare.

A partir de que Kenia fue adquiriendo más conocimientos, comenzó su dilema en hacer chocolates refinados, pues prefería los artesanales. “No queríamos hacer chocolates refinados sino chocolates normalitos”. Esto luego se resolvió al crear dos líneas: una del producto refinado, donde los sabores del chocolate se activan más y la otra artesanal, para que la gente deguste los dos mundos. 

El éxito de su marca, Kenia lo ha medido porque tiene más demanda que oferta. Una situación que está buscando resolver, porque su dificultad no está en la comercialización sino en la producción. Por lo pronto, sus chocolates tienen un valor que oscila entre los 1,5 y 2 dólares la barra. 

“La gente ha llevado nuestros chocolates para Australia, Canadá, España”, indicó Kenia. Pero esta emprendedora no sueña con esa internacionalización, ella no desea que las personas se lleven el chocolate, sino que viajen a Amazonas para probarlo. 

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