Tapón del Darién

Los ríos que ahogan el sueño americano: una travesía por el Darién

“No lo haga. Esto es el infierno” Migrante ghanés en el Darién

Francisco González/Caleidoscopio Humano

(24-07-2022) El noroeste de Colombia presenta una topografía tropical de junglas, ríos y cerros escarpados que se distribuyen a lo largo de una frontera casi intransitable entre la América del Sur y Centroamérica.

La zona, compartida por los gobiernos de Colombia y Panamá, se conoce como Tapón del Darién y es el hogar de comunidades indígenas, redes de tráfico de migrantes y carteles de narcotráfico colombianos y panameños.

Usar el Darién como puente entre el sur y el centro del continente no es una estrategia nueva, sin embargo, el número de migrantes que decide hacerlo ha aumentado durante los últimos años y, con ello, han aumentado los delitos cometidos en el proceso.

La crisis humanitaria que atraviesa Venezuela desde hace poco menos de una década ha sido un factor determinante en este auge. Aunque el Darién ha sido utilizado por cubanos, haitianos y colombianos, es la migración venezolana la que abarca el 50% del total de migrantes para el 2022.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) documentó que, durante el año 2021, poco más de 2.800 venezolanos cruzaron el Darién en busca de una mejor calidad de vida. Solo en los primeros dos meses del 2022, unos 2.500 venezolanos hicieron lo mismo.

Según datos publicados por el gobierno panameño, cerca de treinta mil migrantes han ingresado a Panamá a través de la selva del Darién durante los primeros seis meses del presente año.

Sobrevivientes de esta experiencia comentan que en los pueblos fronterizos de Colombia existen grupos de guías que ofrecen orientación durante el paso a través de la selva, por precios que van desde los cien hasta los cuatrocientos dólares americanos.

El precio incluye la travesía en lancha desde Necoclí o Capurganá –pueblos costeños colombianos- hasta algún punto de la selva del Darién cercano a la civilización panameña, además, incluye la guiatura desde ese punto hasta el pueblo más cercano en Panamá.

Algunos migrantes entrevistados por medios panameños comentan que los lancheros colombianos no se arriesgan a llevarlos hasta ciudades y/o centros poblados importantes en Panamá por miedo a ser detenidos por introducir ilegalmente migrantes al país.

Quienes acceden a pagar estos servicios se ven obligados a caminar desde un par de horas hasta tres días para llegar a zonas como Caledonia, desde donde el camino es más llevadero.

Los migrantes que no pueden y/o no quieren pagar los paquetes de guiatura deben atravesar el tapón completamente a pie, travesía que toma entre ocho y quince días dependiendo de las condiciones físicas del migrante y las condiciones ambientales de la zona según la época del año.

No hay datos oficiales sobre los migrantes que han muerto intentando cruzar el Darién, sin embargo, organizaciones no-gubernamentales han documentado las muertes de al menos diez venezolanos desde enero.

La mayoría de los testimonios de migrantes venezolanos en Panamá concluyen lo mismo, no recomiendan la experiencia.

Una migrante venezolana, cuya identidad no fue revelada, contó cómo un grupo de criminales armados detuvo el grupo donde ella viajaba, los amedrentó y violó a una niña cubana de 13 años, y a ella misma en repetidas oportunidades. La joven cuenta también cómo los criminales las obligaron a tragarse su orine y semen, además de golpearlas en el rostro y humillarlas en público.

Para evitar este destino, un migrante cuenta cómo les ofreció quinientos dólares a los criminales para que no abusaran de su esposa. Los criminales tomaron el dinero, abusaron de ella y luego abusaron de él.

Un migrante venezolano, cuya identidad tampoco fue revelada, contó cómo una familia conformada por papá, mamá y su pequeña hija trató de atravesar la selva, cuando la niña cayó en uno de los ríos y falleció arrastrada por la corriente, lo que llevó a ambos padres a ahorcarse de la desesperación.

Víctor Rincón, joven venezolano egresado de la Universidad de los Andes, fue reportado como desaparecido por sus familiares después de un par de días sin tener comunicación con él tras haberse adentrado en la selva. Pocas horas más tarde se confirmaría su muerte.

Raquel de Pérez, migrante venezolana, denunció en un video en redes sociales cómo –tras lastimarse un tobillo– sus hijos decidieron abandonarla a su suerte y continuar atravesando la selva. Se desconoce el paradero de la señora.

Otros migrantes cuentan cómo aquellos que se lesionan, con esguinces, fracturas, o heridas abiertas, son abandonados a su suerte y suelen morir de frío, hambre, o ataques de animales salvajes.

Además de los abusos sexuales, la total ausencia de atención médica y la inhumanidad de los guías, los grupos de migrantes suelen ser víctimas de robos. En algunos casos, los criminales reúnen varias decenas de miles de dólares de los grupos de migrantes.

Aquellos que logran llegar con vida a Panamá son recibidos y registrados por las autoridades, para luego ser transferidos a estaciones de recepción donde se les otorga la autorización para continuar su camino hasta el siguiente destino: Costa Rica.

La meta de la mayoría de los migrantes es llegar a los Estados Unidos, pues afirman que ninguna nación del continente ofrece –económicamente– la calidad de vida que existe allá.

Si bien los gobiernos de Colombia y Panamá han afirmado su interés en conversar sobre el tema migratorio del Darién, han sido pocos los avances en esta materia.

El Tapón del Darién es un territorio letal, donde abunda la muerte, el abuso y la desidia, ante los ojos cómplices de un continente que hace caso omiso a las condiciones que obligan a los migrantes a huir de sus países.

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