Al menos 600 niñas y niños se alimentan a diario en la Fundación Alimentando Sueños al norte de Maracaibo, donde en 15 años de trabajo se han salvado más de 2000 vidas de la desnutrición y el hambre
(23-06-2024) Al final de una angosta calle de arena en el sector Altos de Milagro Norte, una de las comunidades más empobrecidas e inseguras de Maracaibo, está la casa de la Fundación Alimentando Sueños.
Al mediodía, la algarabía de las niñas, niños y adolescentes de la comunidad rompen el silencio en este barrio, que la mayoría del tiempo está sin electricidad por los racionamientos del servicio en el Zulia. Todos van a comer en casa de Carolina Leal, quien tomó las riendas de la alimentación en esa comunidad.
Una mujer se abre paso apresurada entre el grupo de personas que asisten sin falta de lunes a viernes al comedor. Trae a su hijo en brazos, descalzo. También dos envases plásticos de mantequilla vacíos.
“Soy Katty Ortega, tengo 25 años y cuatro meses de embarazo”, se presenta la joven. Sigue adelante y sienta al niño en una silla plástica de las tantas que hay en el garaje, para luego entregar los recipientes.
Carolina le pide a los niños y niñas que hagan una fila para dar gracias a Dios antes de comer. Ella los guía y todos repiten al unísono: “Papito Dios, gracias por estos alimentos, gracias por las personas que nos donan comida para poder mejorar nuestra salud. Te pedimos que no nos abandones nunca. Amén”. Luego aplauden.
Katty recibe los recipientes llenos. La sopa está hirviendo, así que hace maromas para llevar la comida y a su hijo de vuelta a la casa de su madre, donde vive hace dos años.
Entra por el fondo de la casa y se sienta en una goma espuma curtida que sirve de colchón a una vieja cama, en una habitación oscura al lado de la cocina. Descansa un poco y toma aire. “Mis hijos y yo estamos en el programa de recuperación nutricional en la fundación. Ellos van poco a poco, pero a mí me ha costado más recuperar mi peso porque me enfermé de tuberculosis y hace unas semanas recaí”, cuenta mientras come con su hijo del mismo plato.
La situación de pobreza extrema en la zona dificulta en muchos casos la recuperación nutricional. La madre explica que su esposo es chatarrero y ese día, como la mayoría, no logró hacer dinero para la comida. “Por eso nos apoyamos en la fundación. Ahí nos miden, nos pesan y nos dan alimento. Yo llegué a pesar 30 kilos, ahora estoy en 45. Es progresivo porque aquí en la casa solo cenamos”, confiesa mientras soba su pequeña barriga.
Vulneración de los derechos
En esta comunidad, el Estado no garantiza el derecho a la alimentación consagrado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su artículo 305, y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 25.
Antes de la pandemia del Covid-19, en febrero de 2020, en Altos de Milagro Norte murieron 17 personas, entre niños y adultos, por desnutrición. Esta situación llevó a Carolina Leal a tomar acciones y buscó ayuda con organizaciones como Cáritas, Unicef, Rehabilitarte, Funsamar, entre otras que trabajan por los derechos humanos. Para el primer semestre de 2024, afirma que han logrado la recuperación de más de 2000 madres, niñas y niños.
“La recuperación nutricional la llevamos a través de jornadas de tamizaje. Es un control que se hace por seis semanas a niños de cero a cinco años de edad de bajo peso. Damos alimentos como Lactovisoy, barras nutricionales y vitaminas que las organizaciones nos dan con asistencia médica de un nutricionista. En el caso de las mujeres embarazadas las atendemos con otras ayudas”, detalla Carolina.
Agrega que “ahora en 2024 tenemos aproximadamente una muerte al mes por desnutrición. Generalmente son personas que están encamadas, que no pueden venir a la fundación o que desconocemos su caso. También muere gente por VIH, tuberculosis, cáncer y enfermedades coronarias”.
Según Hum Venezuela, 24,8 millones de venezolanos no contaron con suficientes recursos para comprar alimentos en 2023.
En febrero de 2024 Michael Fakhri, Relator Especial de Naciones Unidas sobre derecho a la alimentación, visitó Venezuela durante 14 días, y luego presentó un informe en el que destacó que en el país persiste la desnutrición y la inseguridad alimentaria.
La nutricionista Susana Raffalli compartió algunas cifras con el Relator Especial de la ONU y destacó que la desnutrición infantil aguda afecta al menos a 134.000 niños y niñas, mientras que otros 285.000 están en riesgo. Según la especialista, el retardo de crecimiento, consecuencia directa de la desnutrición crónica, afecta a tres de cada 10 niños atendidos por Cáritas en el país.
Lo más cercano a la presencia del Ejecutivo nacional en Altos de Milagro Norte, es la presencia de los consejos comunales que reciben apoyo del partido de Gobierno y que en más de una ocasión atacaron la labor de la fundación, para evitar revelar la vulneración del derecho a la alimentación en el sector. “Realmente lo que hemos hecho es gritar de desesperación por tanta hambre que hay. Aquí nadie está haciendo política”, insiste Carolina.
Empoderamiento ciudadano
La participación ciudadana en Altos de Milagro Norte ha alcanzado un nivel de compromiso, solidaridad y empoderamiento reconocido por las organizaciones que acompañan su labor. Actualmente Alimentando Sueños atiende con alimentación, ayuda psicológica, educación, protección contra la violencia de género y salud a más de 1000 personas a la semana entre niños, niñas, adolescentes, mujeres y adultos mayores.
La Hermana Amarilis Ibarra, coordinadora de Cáritas Maracaibo, califica esta comunidad como una de las más vulnerables del estado Zulia, especialmente por estar ubicada dentro de la capital, en una zona de alta capacidad económica y no en una zona rural.
“Hemos trabajado desde hace más de cinco años en esta comunidad en seguridad alimentaria, apoyamos con las ollas comunitarias, tamizamos niños y mujeres embarazadas, porque este es uno de los lugares más críticos no solo por hambre, sino por la cantidad de niñas y adolescentes embarazadas. Eso conlleva a que aumente la desnutrición. Entonces, conseguimos no solo niños desnutridos sino a sus madres”, destaca.
Según Cáritas ha habido recuperación nutricional, pero debido a la falta de políticas públicas y las pocas garantías de alimentación, es cuesta arriba atender la magnitud del problema, que también afecta municipios foráneos como Guajira, Isla de Toas y Mara.
“El derecho a la alimentación es responsabilidad del Estado, quien tiene que garantizar que los venezolanos tengan acceso a ella, pero ante la falta de atención nos toca a nosotras hacer lo que podemos. Quisiéramos poder hacer más, pero son muchos los lugares que tenemos que atender con esta situación de vulnerabilidad y se hace cuesta arriba porque todos sabemos cómo está la situación económica en el país”, refiere la representante de Cáritas en la ciudad.
Crónica.Uno solicitó una entrevista con la Secretaría de Salud del Zulia, a cargo del doctor Diego Muñoz, para obtener cifras oficiales de desnutrición en el estado y conocer las políticas regionales para su atención, pero hasta la fecha de ésta publicación no hubo respuesta.
El hambre duele
Katty y su hijo terminan de comerse la sopa. Ella le seca la frente al bebé y tapa la otra taza a un costado de la cocina para su hijo mayor que no está en casa. Luego de un silencio, suelta: “Si no fuera por ellas mis hijos y yo estuviéramos muertos, porque al menos ahí comemos una vez al día seguro. Lo difícil es aquí en la casa que muchas veces no alcanza y uno come mal, pero para acá no mira nadie, ningún gobierno. Ojalá con las elecciones esto se arregle un poco pero si no, sabemos que tenemos la fundación”.
Carolina está segura de cuánto “duele” el hambre y sabe que un solo plato de comida al día no es suficiente para cumplir con una alimentación adecuada. Por eso sigue pidiendo ayuda a organizaciones internacionales para aumentar las porciones, mientras tanto la fundación se mantiene gracias al aporte económico que hace una persona anónima desde el extranjero, exclusivamente para comida.
El silencio de las autoridades
“Tenemos 15 años resolviendo la alimentación en esta comunidad y en dos más. No tenemos ni la mirada del Gobierno a pesar de que ellos saben que aquí hay mucha gente con necesidad. Hemos estado pidiendo auxilio a la Alcaldía de Maracaibo y a la Gobernación, pero se hacen la vista gorda. El alcalde (Rafael Ramírez Colina) vino, vio el trabajo que estamos haciendo, nos ofreció 10 bolsas de comida al mes y de eso no hemos visto nada, eso fue el 27 de febrero. Aquí no estamos pidiendo limosna, es un llamado de auxilio para evitar más muerte”, reclama Leal.
Según Hum Venezuela, en el año 2021 el Índice de Prevalencia de Subalimentación —que estima la proporción de la población que se enfrenta a una grave privación de alimentos— se ubicó en 22,9%, casi tres veces más que el promedio de inseguridad alimentaria en Sudamérica (8,6 %), lo que demuestra que la emergencia humanitaria compleja y la crisis alimentaria en Venezuela sigue estando presente y es una realidad que el Estado se ha negado a atender con la rigurosidad y la urgencia que amerita.
La representante de Cáritas hace énfasis en las condiciones de vida de las más de 1600 familias que viven en pobreza extrema en el sector: “Hay una recuperación continúa, pero se siguen sumando casos porque la situación no deja de ser crítica en el entorno. Los niños vuelven a recaer porque no tienen alimento en casa, además los alimentos terapéuticos, que son para los niños desnutridos, lo usa el resto de la familia porque muchas veces es lo único que tienen para comer, por eso es una zona tan crítica”.
Mientras preparaban fororo para llevar a la Plaza Yépez, donde un grupo de ancianos la esperan una vez a la semana, Carolina expresa: “Nosotros hemos tenido que agarrar esto siendo competencia del Gobierno. Ellos saben que lo que estamos haciendo les alivia la carga y, aún así, nadie se nos acerca para apoyarnos. Incluso, nos llaman diputados y concejales para referirnos casos de niños con bajo peso, nos sentimos orgullosas de ser referencia, pero esto es responsabilidad del Estado”.
Amarilis Ibarra de Cáritas señala que los liderazgos comunitarios para atender la vulneración de los derechos crecen cada día más en la región. “Tenemos enlaces con las Cáritas parroquiales donde hay otras personas como Carolina asumiendo esta responsabilidad, trabajando por su comunidad y eso lo valoramos profundamente. Pero esta crisis nos preocupa, porque se está invisibilizando, nos estamos acostumbrando y es peligroso porque podemos pasar al olvido y quedarnos eternamente en crisis”.
Labor humanitaria
La Fundación Alimentando Sueños recibe cada vez más gente foránea, incluso de otros municipios, lo que significa una limitación para seguir dando respuesta a la crisis. La falta de transporte para trasladar ollas de hasta 30 litros de avena y fororo a comunidades aledañas donde se atienden niños y adultos mayores en situación de calle, también dificulta el trabajo porque inevitablemente la voz se ha corrido y ya hay hasta escuelas que les piden asistencia.
Sin embargo, la empatía, la lucha y la resiliencia son parte de su aprendizaje, pero sobre todo la unión y la buena voluntad con la que aseguran han vencido todos los obstáculos.
Katty agradece que ella y sus hijos formen parte de la estadística de la fundación de personas en proceso de recuperación, dice que su fe es la única garantía que tiene para lograrlo y ver a sus pequeños gozando de un futuro mejor, sin embargo lamenta:
“El pobre de este país no tiene garantía de nada, el Estado no ayuda y no me refiero a dádivas, me refiero a oportunidades. El hecho de que los mismos vecinos tengan que organizarse, buscar y resolver el hambre, las muertes, las medicinas y hasta los abusos, es inconcebible”.