Alimentación

La desnutrición y malnutrición marcan el Día de la Alimentación en Venezuela

El consumo de alimentos de los venezolanos, en los últimos años se ha reducido tanto en cantidad como en calidad

Por Emmanuel Rivas

(18-11-2023) En los últimos años, Venezuela ha estado sumergida en una profunda crisis generalizada. Todo en el país ha colapsado, desde el sistema eléctrico, pasando por las carreteras y vías de comunicación, hasta llegar a los hospitales y escuelas.

Pero hay un tema aún más sensible para las familias venezolanas: La alimentación.

Desde la escasez de alimentos de los años 2017, 2018 y 2019, hasta la imposibilidad de adquirir la canasta básica alimentaria que, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), se ubicó en 379 dólares (13.427,97 Bs. A tasa BCV del 17 de noviembre) durante el mes de octubre, más de 103 salarios mínimos mensuales que, en la actualidad, es de 130 Bs.

Alimentarse en Venezuela representa un verdadero reto para la inmensa mayoría de las personas que dependen de ingresos que no les permiten cubrir una necesidad tan básica como la de alimentarse y llevar una dieta nutritiva y balanceada.

De acuerdo con la última actualización sobre seguridad alimentaria del Banco Mundial, presentada el pasado 30 de octubre, Venezuela encabeza el listado de países con mayor inflación de los precios de los alimentos internos con un 318 %, seguida de Líbano (239 %), Argentina (150 %), Turquía (76 %) y Egipto (74 %).

Estos datos dejan en evidencia lo difícil que resulta comprar alimentos en el país y que la inseguridad alimentaria se ha vuelto más frecuente, ya que muchas personas no pueden garantizar el acceso constante a alimentos suficientes y nutritivos.

Esto ha llevado a la adopción de estrategias de supervivencia como la reducción del tamaño de las comidas, e incluso, la omisión de comidas.

Y, mientras los precios de los alimentos aumentan, el poder adquisitivo de la gran mayoría de la población venezolana continúa desplomándose.

¿Cómo es alimentarse en Venezuela?

María* es docente en una escuela pública en el estado Mérida. Su salario no supera los 30 dólares mensuales. A su ingreso se suma el Bono de Guerra Económica equivalente a $ 30 y el de alimentación, 40 dólares más.

En total, su remuneración mensual como profesora no llega a 100 dólares, con lo que solo puede cubrir el 26,39 % de la canasta alimentaria.

En la misma escuela donde labora, estudian sus dos hijos.

Para intentar rendir sus ingresos para comprar comida y pagar algunos servicios, María* aprovecha el Programa de Alimentación Escolar (PAE).

“Tratamos de comer en el comedor de la escuela todos los días, o al menos, los días en que hay servicio. Eso nos ayuda a ahorrar algo de dinero, pero pasa que en la comida del PAE muy rara vez tiene proteína animal; pues, por lo general, lo que se les da a los niños es pasta, arroz y granos”, señala la docente.

Agrega que, gracias a la colaboración de los representantes, se puede contar con aliños, algunas verduras e, incluso, frutas que se les piden para complementar los alimentos que llegan a través del programa.

Al preguntarle si en algún momento se vio en la necesidad de disminuir el número de comidas durante el día o las porciones, con lágrimas en los ojos, lo afirma.

“En lo peor de la crisis, creo que como en 2018, la situación familiar fue muy difícil, no se conseguían alimentos o tenía que pasar horas haciendo cola para comprar una harina de maíz o un arroz (…) llegamos a hacer una sola comida al día. Un adulto podía aguantar, pero como se le dice a un niño cuando le da hambre, que la olla está vacía, que no hay comida, fueron momentos muy duros”, relató.

“Aunque no podemos decir que el país se arregló, si se compara con esos años, la situación en este momento está mejor, aunque igual el sueldo no alcanza para comer como se debería”, finalizó.

¿Desnutrición o malnutrición?

El primer concepto hace referencia a la falta de nutrientes esenciales en el cuerpo, mientras que el segundo al consumo excesivo de nutrientes o a una dieta desequilibrada.

En Venezuela ambos están presentes.

En el primer semestre del 2023, la UNICEF, examinó 101.751 niños y niñas menores de cinco años a fin de detectar casos de desnutrición aguda.

En esa oportunidad, 6819 niños y niñas fueron diagnosticados con desnutrición aguda moderada (MAM) y 1749 niños y niñas con desnutrición aguda severa (SAM).

Esto demuestra que la situación alimentaria de los niños y niñas menores de 5 años de edad en el país sigue siendo crítica, ya que, para el cierre del año 2022, en Venezuela cerca de 9.000 niños y niñas menores de 5 años de edad sufrían de desnutrición aguda.

Una cifra similar a la presentada por la UNICEF a mitad de año.

El doctor Huniades Urbina-Medina, médico pediatra-intensivista y secretario de la Academia Nacional de Medicina, ha alertado sobre los efectos negativos que la desnutrición y malnutrición están generando en los niños y niñas venezolanas que, de acuerdo con el especialista, han perdido hasta 8 centímetros de talla tras años de desnutrición.

En el caso de la malnutrición, la ingesta en exceso de carbohidratos y muy poca proteína está llevando a que muchas personas sean diagnosticadas con diabetes, anemia u obesidad, entre otras patologías relacionadas con la alimentación. 

El consumo de alimentos de los venezolanos, en los últimos años, se ha reducido tanto en cantidad como en calidad.

Como si estas cifras fueran pocas, en enero de este año, en el marco de la presentación del informe “Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina 2022” la Organización de Naciones Unidas (ONU) aseguró que cerca de 6,5 millones de personas padecen hambre en Venezuela, esto representa cerca del 22,9 % del total de la población venezolana. Solo Haití (47,2 %) tuvo un nivel de subalimentación más alto que el de Venezuela.

Ausencia de políticas… Y voluntad

No existen en el país políticas públicas que lleven a disminuir los altos niveles de desnutrición y malnutrición existentes; pero, además, no existe una voluntad por parte del Estado por mejorar las condiciones de vida de las personas.

El salario mínimo no se aumenta desde marzo de 2022, el Programa de Alimentación Escolar (PAE) no representa una alternativa alimenticia para la población estudiantil del país y, en el caso de la bolsa CLAP, esta no incluye alimentos proteicos o ricos en nutrientes, dejando en mayor desprotección a las zonas vulnerables y con menores ingresos económicos.

En el Día de la Alimentación en Venezuela, el trompo de los alimentos solo queda como una actividad académica para los más pequeños y como un cartel más que se exhibe en las deterioradas paredes de los centros hospitalarios del país, nada más.

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