Jóvenes venezolanas y el trabajo sexual: “Me tocó porque no tenía cómo darle comida a mi bebé”

La Emergencia Humanitaria Compleja obliga a mujeres, niñas y adolescentes a buscar alternativas para poder llevar -principalmente- alimentos a su familia

María Alejandra Silva/Caleidoscopio Humano

(27-07-2022) Susana* cumple 26 años dentro de algunos días, de los cuales nueve los ha pasado ejerciendo el trabajo sexual en alguna calle caraqueña, en locales nocturnos en el centro de la capital venezolana y hasta en minas ilegales en Colombia.

“Desde los 15 me tocó salir a prostituirme, mi mamá era consumidora de drogas y crecí criando a mis hermanos porque ella se desaparecía por días. Así que un día una amiga me dijo que haciendo esto haría dinero y empecé”, explica la joven en un audio enviado por WhatsApp.

Para Susana no existieron las tan prometidas oportunidades ofrecidas por la revolución chavista para superarse a través de los estudios, ella apenas culminó el tercer año de educación básica, no pudo seguir estudiando por la falta de recursos económicos. “Yo quería estudiar, me gustaba matemáticas, pero ahora estoy haciendo esto y ya no hay vuelta atrás”, agrega Susana a su historia.  

Ella trabajó durante algunos años en la conocida avenida Libertador, lugar en donde adolescentes y mujeres adultas ofrecen sus servicios sexuales por unos cuantos dólares durante las 24 horas de día.

Nury Pernía, de la Asociación de Mujeres por el Bienestar y Asistencia Recíproca (Ambar), afirmó al portal Crónica Uno que cada día hay más adolescentes de entre 12 y 15 años, explotadas sexualmente en la vía pública. Explicando que “esto es grave bajo todo el contexto social que vivimos”, debido a que en Venezuela no existen programas gubernamentales de atención a las víctimas de explotación sexual.

Por otra parte, está Karla*, una joven de 22 años que nació también en Caracas, exactamente en el centro de la ciudad. Ella tampoco pudo finalizar sus estudios y recuerda -con un poco de dificultad- que fue entre los 13 y 14 años. “Salí embarazada y dejé de estudiar porque tenía que buscar la manera de mantener al bebé”.

Susana detalla en su audio que luego trabajó en varios bares por Capitolio y la Urdaneta, “la verdad me sentía un poco más segura en esos lugares, pero debía estar metida ahí el tiempo que dijeran los jefes y así no podía”.

En alguno de esos lugares conoció a unos hombres que le ofrecieron viajar a Colombia para continuar prostituyéndose dentro de las minas ilegales que son dirigidas por grupos guerrilleros y paramilitares.

Así que Susana decidió viajar y estuvo durante seis meses ejerciendo el trabajo sexual dentro de ambientes no habitables y con personas que todo el día portaban armas de fuego.

“Ahí nos tocaba estar todo el día dentro de una mina, ellos armaban una especie de cuarto y ahí atendíamos a los clientes, unos eran mineros y otros recolectores de coca”. Pero en el audio enviado por la joven se denota miedo cuando detalla que la situación empeoraba con la llegada de los jefes de los grupos irregulares colombianos.

“Nos agarraban a todas y nos llevaban por dos días a su campamento, nunca nos maltrataron a decir verdad. Pero si daba miedo estar ahí y pensar que podían matarnos a todas”.

Karla, que ahora es mamá de dos niños y el padre de uno está muerto, detalla que ella nunca trabajó directamente en las calles caraqueñas. “Yo conocí amigas que salían en catálogos, me ayudaron a encontrar trabajo en esos lugares que eran como apartamentos y empecé a los 16 años a prostituirme”. 

Ella explica que desde que empezó ha visto jóvenes menores ejerciendo trabajos sexuales. Sin embargo, asegura que en los últimos años ha notado el incremento de adolescentes que están siendo explotadas sexualmente. “Muchas deben mantener a su familia, otras tienen bebés y les toca, como a mí, salir a ganar algo de plata para alimentarlos y con la pandemia todo empeoró”.

Susana regreso a Venezuela, seis meses después de estar en suelo colombiano, ella no tiene hijos y aclara con una voz firme y denotando su claridad con respecto al tema, “siempre he tratado de cuidarme porque no quiero traer carajitos al mundo a sufrir. Pero igual tengo responsabilidades, me toca mandarle plata a un hermano que está preso y ayudo a otra que tiene tres hijos”.

La realidad es que Susana y Karla no solo deben cuidarse de un embarazo no deseado, a eso se le suma el riesgo que corren las trabajadoras sexuales de contagiarse de una Infección de Transmisión Sexual (ITS. Según un sondeo de algunas ONG, la gran mayoría de las jóvenes conocen el uso del condón, sin embargo, no saben cuáles pueden ser los síntomas de las ITS o a dónde acudir en caso de presentar alguno.

Susana puede ganar en un día desde 10 hasta 50 dólares, dependiendo cuantos “servicios” haga en su jornada, mientras Karla trabaja por agenda y puede obtener más de 150 dólares en un día con un solo “cliente”.

Hoy Susana sigue ejerciendo la prostitución en alguna calle de Caracas y asegura que aunque no era lo que esperaba para su vida es el “único oficio que aprendió”.

Mientras Karla, mantiene la esperanza en que dejará pronto de ejercer la prostitución por el bienestar de sus hijos. “Ellos no saben que yo hago esto y por eso sé que, en algún momento, saldré de aquí y seré una mujer con un trabajo menos riesgoso”.

El Estado venezolano no ofrece cifras sobre las trabajadoras sexuales y, el último registro realizado por el Ministerio de Salud fue en 1997, cuando contabilizaron 371.000 mujeres ejerciendo la prostitución en Venezuela.

Diversas ONG creen que los números han aumentado a raíz de la Emergencia Humanitaria Compleja que atraviesa el país, más los altos índices de inflación que ha causado el incremento de la pobreza extrema.

Actualmente, las trabajadoras sexuales están bajo el completo desamparo del Estado venezolano, sumando a esto la creación de espacios inseguros en donde niñas y adolescentes están siendo víctimas de explotación sexual bajo la mirada disimulada de las autoridades y sin garantizarle los derechos de la niñez y las mujeres establecidos en la legislación venezolana e internacional.

* Los nombres de Susana y Karla fueron cambiados por solicitud de las fuentes.  

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