Inflación, populismo y aranceles: el cóctel que amenaza los bolsillos en América Latina

Bolivia y Venezuela enfrentan fuertes procesos inflacionarios, un fenómeno recurrente en la región. ¿Qué tanto amenaza este problema a América Latina en un mundo afectado por los aranceles y la incertidumbre?


Fuente original: Connectas. – Para los latinoamericanos, la inflación es un fantasma que suele aparecer de cuando en cuando, pero que siempre está entre los temores más arraigados de las familias. Esta vez, los Gobiernos de Caracas y La Paz enfrentan una carrera alcista en los precios de los últimos meses, como expresión más aguda de un fenómeno en el que no están solas. Para rematar, la guerra de aranceles iniciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suma otro factor de presión inflacionaria, ya no solo en estos dos países sino en toda América Latina. Parece una tormenta perfecta, pero ¿hay forma de romper esa tendencia sin tener que recurrir a ajustes de consecuencias sociales dramáticas?

Los consumidores bolivianos ya enfrentan los precios más altos en casi 40 años. La meta de una inflación de 7,5% para todo 2025, que había estimado el Gobierno de Luis Arce, se esfumó en apenas cinco meses. Entre enero y mayo los artículos subieron 9,81%, impulsados por alzas en los alimentos, escasez de dólares y combustibles y un enorme aumento del gasto público. La tasa anualizada de inflación –de mayo 2024 a mayo 2025– ya escaló a 18,46%.

Mientras tanto, desde finales del año pasado, Venezuela viene nuevamente en una fase de alza sostenida de precios, luego de aparentemente haber dejado atrás su ciclo hiperinflacionario. De este modo, hasta mayo, la inflación anualizada ya alcanzaba 229%, según los cálculos del Observatorio Venezolano de Finanzas. El Banco Central de ese país no publica sus reportes sobre la inflación desde que los precios comenzaron a subir en octubre de 2024. 

En ese país, la hiperinflación tiene causas muy claras: un manejo pobre de las finanzas públicas, los controles de precios y las restricciones a la compra de dólares. Divisas que ahora comenzarán a escasear más tras el cese de la licencia de la petrolera Chevron, como parte de las sanciones de Estados Unidos. El economista José Manuel Puente cree que el escenario no deja espacio para las dudas. “Venezuela va a tener la inflación más alta del mundo este año”, asegura.

Tanto en Bolivia como en Venezuela, que tienen gobiernos de izquierda populista, estos han tratado de controlar los precios para frenar las subidas inflacionarias. Esa intención en Bolivia se asomó este año, pero en Venezuela el “experimento” lleva dos décadas con consecuencias desastrosas de escasez y más inflación. Ahora, el economista Luis Oliveros señala que el Gobierno de Maduro por primera vez no se quiere embarcar en ese camino fracasado. “No creo que la decisión sea regresar al control de precios. Están concertando con el sector privado, muy parecido a lo que hizo Milei en Argentina. Están claros de que un control de precios no es sostenible ni buena idea”, sentencia.

¿Cómo se detiene una escalada de precios?

Junto a Bolivia y Venezuela, Argentina completa el podio de las inflaciones más altas del subcontinente. El Gobierno de Javier Milei lleva adelante una serie de medidas que han quebrado la tendencia alcista. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de su país entre abril de 2024 y el mismo mes de 2025 la inflación ha subido 47,3%. Igual es una cifra exorbitante, si no se tiene en cuenta que hace un año los precios subían a niveles superiores al 250% anual, así que el alivio en los bolsillos de los argentinos es innegable.

Desde que Milei llegó al poder, a finales de 2023, puso en marcha acciones que causaron un verdadero shock. Su metafórica motosierra se llevó de un tajo un tercio del gasto público, lo que hizo desaparecer el déficit fiscal hizo que, incluso, el país austral terminara 2024 con unos ingresos levemente por encima de sus gastos.

Pero medidas como esas tienen un precio muy alto en términos políticos. Según las encuestas, la popularidad del mandatario de ultraderecha está en su peor nivel: solo 45%. La explicación parece clara: los enormes recortes del gasto, que tienen efectos inmediatos y dolorosos, pueden pesar más ante la incertidumbre de un plan económico cuyos resultados solo se sienten a mediano y largo plazo. Así que, ante el temor de perder aceptación, los gobiernos suelen posponer las medidas necesarias.

Por ejemplo, en Bolivia, el economista Fernando Romero tiene claro que se necesita un enorme ajuste que ponga en orden las cuentas fiscales. En este sentido, señala que el Fondo Monetario Internacional (FMI) propuso varias medidas para estabilizar la situación boliviana que incluyen devaluar el peso, reducir el subsidio a los carburantes, reajustar la estructura fiscal y evaluar el desempeño de las empresas estatales, que hoy son una rémora para el erario.

“El punto de inflexión serán las elecciones. Si gana un partido socialista, de izquierda, la situación va a estar igual o incluso puede empeorar. Si gana la derecha va a haber más estabilidad, aunque no será automático. Se tardará entre dos y tres años en estabilizar la economía”, dice Romero.

La presión de la guerra comercial

Desde que Trump llegó al poder en enero de 2025, desató una guerra comercial global. Su intención de poner aranceles a las importaciones que considera desfavorables para su país ha generado una enorme incertidumbre que afecta, en primer lugar, a los mercados de valores y los inversionistas. Pero el impacto de esta política también se cierne sobre los bolsillos de los consumidores del mundo. “Cuando Estados Unidos tiene gripe, el resto del mundo estornuda y estas decisiones de aranceles están generando impactos muy negativos en materia de niveles de precios de sus socios económicos”, resalta Puente.

Y el comercio de América Latina depende grandemente de su intercambio comercial con Estados Unidos. La UNCTAD, en su Global Trade Update de marzo 2025, advirtió que los aranceles impuestos por Trump pueden elevar los costos para las empresas y los consumidores, especialmente en sectores como manufacturas y alimentos. Pero, además, la organización cree que la guerra comercial puede frenar el crecimiento de los mercados en desarrollo.

Por su parte, la agencia calificadora de riesgo Moody’s advierte que la incertidumbre prolongada sobre los aranceles estadounidenses daña los perfiles crediticios de los países emisores de deuda, sobre todo de economías emergentes. Eso aumenta el riesgo país y genera presiones sobre los costos financieros y peores condiciones fiscales. E impacta especialmente a las naciones latinoamericanas, muy dependientes de emitir papeles de deuda para cuadrar sus cuentas fiscales.

Así que países como México, Colombia, Chile y Perú, que mantienen sus inflaciones bajo control, también enfrentan unas presiones globales a las que será difícil escapar: importaciones más caras, depreciación de sus monedas y encarecimiento del crédito. Y en este último punto podría entrar China con todo su poder. En mayo pasado ofreció líneas de crédito por casi 10.000 millones de dólares a países de América Latina, con el objetivo de financiar proyectos de desarrollo. Aunque representan un oxígeno a corto plazo para los gobiernos de la región, pueden convertirse en otra atadura que, sin un manejo responsable, arriesgaría la salud fiscal de los países.

La vía china plantea un dilema clave para América Latina. Por un lado, tomar créditos del FMI condicionados a duras reformas duras con un alto riesgo de malestar social, pero capaces de crear disciplina fiscal. Por el otro, acceder a financiamientos chinos sin condicionamientos y más flexibles, pero potencialmente insostenibles a mediano y largo plazo.

Al final, todo lleva a la necesidad de hacer ajustes fiscales que generen escenarios económicos favorables. Los organismos multilaterales siempre coinciden en que solo las reformas profundas pueden evitar  que la región caiga en ciclos recurrentes de bajo crecimiento y alta inflación.

Venezuela y Bolivia tienen todas las condiciones para una nueva tormenta inflacionaria, ampliada por bancos centrales atados a decisiones políticas y un escenario externo complicado por los aranceles y, en el caso de Venezuela, por las sanciones económicas. Pero América Latina en su conjunto, que no está exenta de una subida de precios causada por la guerra comercial, solo puede evitar ese riesgo con mayor apertura, una fuerte base institucional y voluntad política, elementos que poco conjugan con los populismos y los proteccionismos que hoy en día proliferan en la región.

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