Salud

Hospitales en crisis: pacientes se exponen a médicos sin formación y servicios precarios en los Llanos

En el sistema de salud pública de esta región del país es evidente la falta de formación de los médicos que son la generación de relevo, tampoco hay personal de enfermería calificado. En las instalaciones del Hospital Universitario Dr. Miguel Oráa trabajadores denuncian que no hay inyectadoras, ni agua ni baños aptos

El Pitazo

(17-04-2024) Cecilio Navas, de 63 años, llegó descompensado por enfermedad renal crónica al Hospital Universitario Dr. Miguel Oráa y el personal de guardia rechazó su ingreso. Los médicos desestimaron que iba referido por un especialista en nefrología y consideraron que no había criterios para hospitalización. En consecuencia, al salir de la emergencia, Navas sufrió una crisis convulsiva. Ocurrió el lunes 26 de febrero.

Tres días antes, a Jorge Luis Torres Ruiz, de 67 años, también paciente renal en hemodiálisis, le exigieron la repetición de exámenes para acceder a una nueva donación de ampollas de albúmina humana. La Dirección de Salud Portuguesa no entregó el requerimiento completo (10 dosis) sugerido por el médico especialista y la titular del despacho oficialista, Yelitza Ortiz, supuso que 5 ampollas serían suficientes para que Torres Ruiz superara la crisis. Finalmente, el paciente tuvo que pedir colaboraciones para reunir 600 dólares y comprar por su cuenta las restantes que necesitaba.

El sábado 24 de febrero, familiares de 6 pacientes recluidos en la emergencia del Miguel Oráa denunciaron que serían referidos a centros de salud de Barinas y Barquisimeto porque en ese hospital no había condiciones para cirugías de vesícula biliar. Llegada la noche, les anuncian que el procedimiento va, pero que la operación se pospone debido a que el anestesiólogo de guardia salió a almorzar y no regresó.

Casi al unísono, pacientes de esa misma emergencia y de las áreas de hospitalización mostraron videos en redes sociales sobre la insalubridad en salas sanitarias. Denunciaron la falta de agua, la precariedad de las instalaciones y cómo, a falta de baños aptos, los pacientes y el personal de salud improvisan vertederos en el patio trasero. Mostraron baldes y botellas llenos de orina y excremento.

Los costos por cirugías ambulatorias varían entre 300 y 600 dólares. Nos cobraron aparte las consultas diagnóstico, preanestésica y posoperatoria, entre 30 y 50 dólares adicionales, aparte de los insumos

Esperanza Dávila, paciente

En la misma fecha, camareras y empleados administrativos del Miguel Oráa publicaron en la plataforma de WhatsApp imágenes de las aguas negras que se filtraban por paredes y techos desde el quinto piso hasta la planta baja. El mayor colapso se observó en la sala de historias médicas.

Estas situaciones son, a juicio del médico sanitarista Alfredo González, la muestra del deterioro de los servicios de salud en Venezuela. “No son hechos aislados, sino la expresión de la crisis humanitaria compleja que padecemos”, advierte.

A modo de ejemplo, González cuenta a El Pitazo lo que ocurre en los hospitales Miguel Oráa de Guanare, Luis Razetti de Barinas y Ranaurez Balza de Guárico, diseñados hace 48 años con 200 camas arquitectónicas y servicios especializados de medicina crítica, cirugía, ginecología y obstetricia, medicina interna, cardiología, traumatología, gastroenterología, otorrinolaringología y pediatría.

“Estos centros de salud fueron calificados hospitales tipo III, pero con el tiempo comenzaron a funcionar como tipo IV por la amplitud de servicios. Hoy día, esa calificación debería bajar porque la mayoría de los servicios asistenciales está clausurado y el número de camas funcionales va en declive”, sostiene.

Sin relevo de calidad

A juicio de González, quien ejerció de director regional de salud en Portuguesa, en estos hospitales el déficit de atención asistencial se expresa, fundamentalmente, en las faltas de médicos de relevo de excelencia y de personal de enfermería con calificación profesional.

En el Miguel Oráa, indica González, los servicios de emergencia y revista en hospitalización están en manos de médicos graduados por el Ministerio de Salud, con 2.500 horas académicas, sin acreditación calificada para internado rotatorio y residencia asistencial.

Un médico en una universidad reconocida debería graduarse con al menos 6.000 horas de formación académica. Luego de su graduación, y haber cumplido entre 6 meses y 1 año de ejercicio en centros públicos de salud primaria del área rural o suburbana, el profesional pasa a un hospital a cumplir el internado rotatorio, en el cual debería mantenerse durante 2 años, divididos en 6 meses por cada especialidad: obstetricia, pediatría, medicina interna y cirugía.

Cumplido su internado rotatorio, tal como lo prevén la Ley del Ejercicio de la Medicina y el Código de Deontología Médica, el médico pasará a la residencia asistencial, en la que permanecerá dos años más, con miras a concursar por estudios de posgrado.

Actualmente, el Ministerio de Salud ha relajado la norma. Al menos, en el hospital Miguel Oráa se permite que los recién graduados ejerzan 6 meses por ruralidad y 6 meses por internado rotario, señala Alfredo González.

Sin apoyo para diagnóstico

A este déficit de capacidades humanas, asegura el sanitarista, hay que añadir la inexistencia de los servicios de apoyo diagnóstico (laboratorio, imagenología y electrografía), lo que hace inviable la garantía de derechos. “Por esta falencia, hoy tenemos clausuradas o a media marcha las consultas e intervenciones en la mayoría de las especialidades”, precisa.

Otro elemento a sumar al déficit de atención en los hospitales de la región es el colapso de la planta física, considera Juan Manuel Padrón, obrero jefe jubilado del área de mantenimiento del Miguel Oráa.


Estos son edificios sin mejoras significativas desde su fundación, en 1977. «Lo que vemos son remiendos y anexos sin planificación, mientras colapsan las redes de aguas negras y blancas, el sistema eléctrico, los techos, paredes y ascensores

Juan Padrón, obrero de mantenimiento


Padrón declaró a El Pitazo que estos son edificios sin mejoras significativas desde su fundación, en 1977. “Lo que hemos visto en los últimos años son remiendos y anexos sin planificación, mientras sucede el colapso interno de redes de aguas negras y blancas, de sistemas eléctricos, de techos, paredes, de sistemas de elevación y movilidad”, precisó.

Desde hace más de 3 años, usuarios de los servicios del Miguel Oráa esperan la conclusión de las reparaciones generales del edificio, que incluyen sustitución de 1.400 metros de manto impermeable en la placa del piso 5. Las filtraciones afectan de manera directa a las áreas quirúrgica, sala de parto y Unidad de Cuidados Intensivos.

La autoridad única de salud, Yelitza Ortiz, declaró en marzo del 2023 que el Gobierno trabajaba para aumentar de 2 a 4 quirófanos operativos; en la reparación de las aguas servidas de todo el edificio y en el mantenimiento total del sistema eléctrico. La obra aún no concluye.

Sin insumos ni material quirúrgico

Para la presidenta del Colegio de Profesionales de Enfermería en Guanare, Silvia Torrealba, uno de los asuntos más críticos que se evidencia en los hospitales de la región es la falta de dotación de insumos y material médico-quirúrgico. En el Miguel Oráa “no tenemos ni inyectadoras”, sostiene.

Esta situación ha llevado a que los pacientes tengan que cancelar entre 80 y 100 dólares por insumos básicos para una intervención, que la mayoría de las veces se hace en operativos quirúrgicos particulares con personal médico del mismo hospital, alega la enfermera.

Los costos por esas cirugías varían entre 300 y 600 dólares, revela Esperanza Dávila, una paciente que fue operada recientemente en una jornada ambulatoria por diagnóstico de un quiste pilonidal, que es cuando un vello perfora la piel.


Uno de los asuntos más críticos que se evidencia en los hospitales es la falta de dotación de insumos y material médico-quirúrgico. En el Miguel Oráa no tenemos ni inyectadoras

Silvia Torrealba, enfermera


En esa ocasión, a finales de 2023, nos cobraron por las consultas diagnóstica, preanestésica y posoperatoria, montos entre 30 y 50 dólares, señaló. El salario mínimo en Venezuela —el más bajo de la región— se ubicaba en 3,6 dólares para la fecha.

Silvia Torrealba destaca que su colegio de enfermería ha tratado con las autoridades de salud la urgencia de la puesta en servicio de los quirófanos del hospital Miguel Oráa, cerrados por reparaciones desde hace más de tres años. ”Esa apertura y una mínima dotación aliviaría la deuda asistencial que tenemos”, argumenta.

La organización no gubernamental Médicos Por la Salud, mediante su monitoreo Encuesta Nacional de Hospitales (ENH), advirtió en su primer boletín de 2024 que tener pocos quirófanos operativos explica de manera clara por qué en Venezuela las denominadas «listas de espera» son tan largas y los pacientes tardan meses para ser intervenidos cuando requieren cirugías electivas, no consideradas de urgencia.

Antes, en septiembre del 2023, el Informe Semianual de la ENH registró 74 % de desabastecimiento en los insumos críticos de pabellones.

Estos datos indican la gravedad de la situación en cuanto a la capacidad quirúrgica del país, alerta el mismo monitoreo.

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