Hablar de emergencia feminista es recibir la etiqueta izquierdista

Fuente: El Diario / Gabriela Buada Blondell – Opinión

En tres días ocurrieron no dos, sino tres femicidios en Portuguesa. El de una adolescente de 17 años, una mujer de 33 años llamada Carmine Sosa y el de la joven de 20 años Eduarlis Falcón. ¿Qué más debe pasar para que se declare la Emergencia feminista en Venezuela? #Portuguesa #niunamás.

Ese fue el mensaje que difundimos distintas personas que hacemos vida en el activismo a favor de los derechos de las mujeres cuando nos enteramos de lo ocurrido en Portuguesa. Casos terribles, que no pueden dejar de impactarnos y que no se pueden normalizar porque no forman parte de ningún hecho aislado, sino del patrón de abandono y de impunidad. 

Particularmente de manera inmediata recibí centenares de respuestas en Twitter, y en su mayoría, fueron ataques desde cuentas identificadas con el sexo masculino. Todo esto me llevó a pensar que debemos hacer más para que se entienda lo que está ocurriendo en realidad y que en las regiones se desconoce la magnitud de estos hechos, a menos que la prensa o las redes puedan tener acceso. 

Partiendo de la gravedad de lo ocurrido en Turén y de la necesidad de expresar nuestra angustia y dolor a los familiares de las víctimas, me arriesgo a hacer uso de este espacio y advertir que, en este contexto de pandemia profundizada con la emergencia humanitaria compleja y la crisis de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales que vivimos en Venezuela en los últimos cinco años la alarma de estos feminicidios debe ser justamente la impunidad y la ausencia de políticas efectivas enmarcadas en la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una vida libre de Violencia que otorga una garantía de protección por parte del Estado venezolano a la mujer, y que la misma no es un invento de esta “generación de cristal”, que suele ofenderse por todo.  

Ahora bien, el aspecto de este tema que es de mi interés resaltar y de la organización que dirijo, Caleidoscopio Humano, es justamente hacer un llamado en la urgente necesidad de crear campañas educativas sobre la prevención a la violencia de género, humanizando en conciencia y empatía a quienes atienden estos casos en las instituciones que imparten justicia, determinando e interpelando el verdadero papel de los medios de comunicación y periodistas que son las únicas fuentes de cifras para la sociedad civil lograr denunciar cómo vamos en esta materia y orientar a la ciudadanía para que entienda de una vez por todas que revictimizar, justificar la violencia, el abuso sexual o violaciones no contribuyen en la búsqueda de soluciones de estos horrores. 

La realidad que trasciende 

No es pensamiento de izquierda sino una necesidad hablar de emergencia feminista en Venezuela. Las etiquetas que responsabilizan a las víctimas dejan sin atención seria el riesgo permanente en las mujeres de ser asesinadas por razones de género. Desde la violencia en el noviazgo hasta la profundización de la cultura patriarcal y machista de un Estado misógino que no solo se cree dueño del país, sino de todo lo que huela a cambio y progreso. 

La violencia contra la mujer es una realidad, los feminicidios crecen día tras día y la poca empatía de muchas personas que banalizan o direccionan la exigibilidad a la politización no suma ni ayuda. Resta, duele e invisibiliza porque la impunidad latente en estos casos se transforma en la herida grave que se hace imposible sanar. 

En días pasados el Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (Cepaz) reflejó 18 víctimas de femicidios en Venezuela durante el mes de enero de 2021, esto corresponde a un incremento considerable de la violencia de género y que requieren alarma y articulación desde todos los espacios para poner fin a estos hechos en Venezuela. 

El Estado venezolano no ofrece cifras de feminicidios desde 2016. Nos quedamos con el reporte de 2015 con 121 casos que atendió el Ministerio Público. Frente a esto, continúan siendo innumerables las mujeres que se sienten vulnerables, que lo expresan al acudir a las organizaciones que defienden sus derechos o en sus redes sociales y que no reciben ningún tipo de orientación por parte de quienes tienen la responsabilidad y el deber de hacerlo. 

Denunciar no debe ser sinónimo de atropello, descalificativos, ataques o más amenazas. Al contrario, debe ser motivo para la búsqueda de soluciones, exigibilidad en la atención, preocupación compartida y la puesta en práctica de acciones para orientar y apoyar a mujeres, niñas y adolescentes. 

No es un capricho ni una consigna de moda decir que no queremos #NiUnaMenos.

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