La educación machista, muy normalizada y arraigada en nuestra sociedad, ha permitido disfrazar de «chistes» conductas estigmatizantes y de desvalorización. Aquí te mostramos la delgada línea que existe entre la «broma» y la violencia
Yennifer Calvo Bello/Caleidoscopio Humano
(25-11-2024) Si bien los hombres, adolescentes y niños pueden ser víctimas de violencia de género, y esta, en cualquiera de sus formas, es injustificable y condenable; para nadie es un secreto que en nuestra sociedad las niñas, adolescentes y mujeres tienen mayor riesgo de enfrentarse a diferentes tipos de violencias; las sufren de manera más desproporcionada y son más vulnerables.
Entendiéndose por violencia de género, cualquier acto que perjudique a una persona, basado en las diferencias de género entre hombres y mujeres, desde aquellos actos que tienen como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, así como las amenazas, la coacción y otras privaciones de libertad.
Las formas más comunes en las que se manifiesta la violencia son: la intrafamiliar, la sexual, el acoso, la trata de personas, el matrimonio infantil, la mutilación genital y el feminicidio. Sin embargo, existen otras formas de violencia que aunque parecen más «inofensivas» —por ser más comunes y estar normalizadas— no dejan de ser violencia.
Y es que todas aquellas bromas, burlas o comentarios sarcásticos, cargados de juicios en los que se infravalora, estigmatiza o encasilla a la otra persona, solo por el hecho de ser mujer, son abuso verbal y el abuso verbal es violencia.
Este tipo de violencia, si bien pasa desapercibida, es más común de lo que se cree. Está presente en las familias, entornos laborales o de estudios, en conversaciones con amigos, en la televisión, en redes sociales, en la música; es decir, en el día a día, dejando grandes moretones en la salud emocional.
Algunos golpes no se dan con los puños
«¿Qué hace una mujer fuera de la cocina?» puede preguntar en una reunión familiar un padre, un tío, un abuelo o un hermano, para luego responder entre risas «turismo», sin que nadie, ni las mismas mujeres de la familia, lo vea como abuso verbal.
O puede un comediante, con o sin peluca, hacer videos virales en los que las mujeres son sexualizadas, banalizadas y reducidas a escorts, esposas floreros, personas vividoras, promiscuas, poco inteligentes, violentas, conflictivas, entre otras.
Los chistes machistas están a la disposición de todos; una simple búsqueda en Internet arrojará resultados como «150 chistes machistas», «Los mejores chistes machistas» o te venderá un libro, en una reconocida tienda virtual, titulado «Ríete con los mejores chistes machistas».
Esta normalización de la violencia es muy peligrosa —aunque no lo parezca— porque, de acuerdo con los expertos, los efectos de estar expuesto a una comunicación no respetuosa o agresiva prolongada en el tiempo generan heridas en la autoestima, la seguridad y el bienestar emocional de las mujeres, heridas tan, o más, profundas como las que podría dejar la violencia física.
Quién no ha cantado o bailado una letra machista, que arroje la primera piedra…
Incluso, de generación en generación, se han cantado y bailado temas con alto contenido misógino —que nada tienen que ver con la llegada del reggaeton, el trap o cualquier género musical nuevo— sin notar que se está fomentando el machismo o siendo víctima de violencia machista.
Desde el inocente e infantil «Arroz con leche, me quiero casar con una señorita de la capital que sepa coser, que sepa bordar, que ponga la mesa en su santo lugar…»; pasando por el tan bailable «Te compro tu novia pues tú me has dicho cómo es ella y me gustó la información…» hasta el «Castígala, dale lo que pide. ‘Tamos en la zona que nada se prohíbe. Dale duro pa’ que nunca se olvide…”, de Rauw Alejandro.
Pero, ¿Cómo se identifica una agresión y se responde a ella?
Considerando que a la sociedad le falta mucho por aprender y que en el corto plazo no se dejarán de escuchar estas letras, ni dejarán de hacer comedia, ni las mujeres dejarán de toparse con personas que hagan chistes; ¿qué hacen para proteger su salud emocional, para identificar cuándo se trata de una agresión y cómo marcar los límites?
Esto recomiendan algunos expertos:
- Tomar conciencia de lo que sientes, la emoción que despierta, lo que se nota en el cuerpo.
- Tomar conciencia de la intencionalidad de quien hace el comentario, identificar si el objetivo es dañar o si muestra empatía.
- Intentar no reír la broma, no bajar la mirada, mantener una postura corporal firme y mirar a los ojos a quien hace el «chiste».
- Manifiestar tu desacuerdo de manera asertiva, con voz firme, clara y de forma concisa.
- Tras manifestar tu inconformidad sin largas, poner distancia física y salir del lugar.
- Poner límites. Si se trata de una persona a la que normalmente no le ponen límites o a la que no se los habías puesto hasta ahora, lo más probable es que continúe con su conducta, pero si mantienes los límites firmes, la persona que abusa verbalmente terminará entendiéndote.
Por último, recuerda siempre que el machismo no es humor, sin importar que tan normalizado esté y que se esconda bajo la supuesta «libertad de expresión». El chiste, aunque forma parte de la cultura de las sociedades, no es chiste si humilla a otro.
La comedia tiene un impacto en cómo se comportan las personas y es por ello que aquellas interpretaciones en las que se sexualiza, banaliza, estigmatiza, infravalora y encasilla a las mujeres, son inaceptables.
El machismo existe y —lamentablemente— seguirá existiendo, pero dejemos de normalizarlo.