La existencia de desiertos de noticias en Venezuela es el resultado de una estrategia sistemática y estructurada que desde el Estado se ha puesto en marcha para erosionar el ecosistema mediático
Habitar en regiones del país en donde la información veraz y oportuna prevalezca, trasciende la mera presencia de medios y soportes de comunicación
Para entender las causas del panorama que arrojó la primera fase de la investigación Atlas del Silencio: los desiertos de noticias en Venezuela, en este escrito IPYS Venezuela interpreta y profundiza en las exposiciones de especialistas de la comunicación, así como en los testimonios de periodistas y corresponsales de esta organización
En Venezuela, el desmantelamiento del ecosistema de medios de comunicación ha sido un proceso metódico, planificado y perpetrado por el Estado. Desde el año 2002 hasta la actualidad, el país ha estado sometido a un sistema de gobierno que a través de tácticas para subordinar y reducir a la prensa, ha logrado inhibir el debate político y el pensamiento crítico en la sociedad, tras socavar la independencia, la pluralidad y la calidad de las informaciones difundidas por los medios, así como el derecho de los ciudadanos a conocer y expresarse sobre los asuntos públicos.
A esta situación además se suma el clima de hostilidad que pone en riesgo la vida y la integridad de los trabajadores de la prensa, y que incluye las acciones judiciales y de violencia ejercidas principalmente por las fuerzas policiales y militares del Estado. Estos hechos igualmente se han derivado de las órdenes de actores oficiales que erigieron una política de criminalización y acoso a las voces críticas de periodistas, medios privados e independientes, así como de activistas de DDHH y ciudadanos en general, la cual solo fomenta la desinformación, la opacidad, y el manejo de la opinión pública, deteriorando cada vez más la condición de aridez informativa que padece el país.
Este es el panorama que reveló la primera fase de la investigación Atlas del silencio: los desiertos de noticias en Venezuela, que muestra una realidad feroz: 14 millones de venezolanos viven en zonas en las cuales no hay suficiente información local. Esto quiere decir que en más de 200 municipios —de los 335 de todo el país— la cobertura de los hechos de interés público por parte de medios de comunicación como emisoras de radio, televisoras, periódicos y portales digitales es limitada o no existe.
En medio de un contexto marcado por una alta conflictividad y polarización sociopolítica, causada por la falta de independencia de los poderes públicos y la debilidad de la institucionalidad, a través de este estudio el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS Venezuela) corrobora cómo desde esta supresión progresiva de los medios y de la labor periodística se ha gestado la incomunicación, la desfiguración de la convivencia y la des-socialización, lo que ha devenido en un duro ataque a la democracia.
Una Hegemonía Comunicacional
Para comprender en lo que se ha convertido hoy el ecosistema mediático venezolano es necesario mirar hacia atrás. En 1999, la comunicación se convirtió en una de las conversaciones centrales de la política. Así lo refiere el comunicador e investigador venezolano, Marcelino Bisbal, quien ha llamado a este fenómeno el “Estado Comunicador”, y señala que el proceso político que inauguró Hugo Chávez Frías comenzó a transformar las estructuras de medios de comunicación en el país.
“Chávez será el primero en la historia de Venezuela que asuma a plenitud y conciencia del poder de lo que las comunicaciones representan para la sociedad, especialmente las comunicaciones radioeléctricas”, indica Bisbal, y cita al teórico de la comunicación, Antonio Pasquali, cuando afirma que: “El chavista es el primer gobierno del país que comprende la importancia capital de las comunicaciones para modelar sociedades, y es una lástima que haya aplicado esa comprensión a la causa equivocada”.
En su reflexión sobre el estudio de desiertos de noticias de IPYS Venezuela, a la que decidió llamar Crónica de un Régimen Comunicativo, Marcelino Bisbal también recalca que la vida de los venezolanos ha venido atravesando, desde 1999 hasta el momento, una serie de mutaciones-transformaciones políticas, sociales, culturales y económicas que han devenido en una pérdida de nuestra calidad de vida, y en la confiscación y declive de la ciudadanía y de la esencia de la república.
Con el chavismo la confrontación política se traslada al escenario de los medios de comunicación y se le hace ver al país y al ciudadano que es natural, socialmente hablando, la violencia y los atropellos contra los medios y sus periodistas. “Podemos entender entonces, desde lo que fue el gobierno de Chávez como lo que ha sido el de Nicolás Maduro, la importancia que le han dado al tema de los medios, porque son los medios y sus profesionales de la comunicación los que transparentan, unas veces mejor que otras, las deficiencias y la calidad de la gestión en el cumplimiento de sus atribuciones públicas”, expuso Bisbal.
Aunque en el pasado el sistema de medios de comunicación estaba presidido por el sector privado-comercial, en el gobierno actual los medios son empleados como herramientas transmisoras de la ideología política de quienes lo encabezan. Bisbal sintetiza y explica que la guerra frontal contra los medios de comunicación trazada en ese entonces tuvo dos objetivos claros, que con el pasar del tiempo han demostrado cuán exitoso ha sido: fortalecer la capacidad comunicativa del gobierno y debilitar a los medios privados comerciales.
Bisbal destaca que el balance de ese “Estado Comunicador” —que se expresa en la investigación Atlas del Silencio: los desiertos de noticias en Venezuela — da una idea del modelo de estructura comunicacional gubernamentalizada y con aspiraciones hegemónicas, que se diseñó con el único objetivo de ir sustituyendo poco a poco el modelo comunicacional cultural que se había conocido. “Los medios del Estado-Gobierno bajo la tríada Estado/Gobierno-Partido-Líder han jugado un papel, que siguen cumpliendo aún sin la presencia del líder, de darle al país, otra orientación y organización, no de sentido democrático, sino más bien y sobre todo autoritario y con evidentes rasgos totalitarios”, explica.
Esclareciendo lo que ha significado la existencia de los desiertos de noticias en el mundo comunicacional venezolano, y cómo ha tenido incidencias en las capacidades de emitir y recibir opiniones e informaciones por parte de los ciudadanos, Bisbal describe este panorama a través de una cita de Antonio Pasquali, que en el libro La Devastación Chavista. Transporte y Comunicaciones (2017), aborda el rol ontológicamente fecundante de las comunicaciones en la conformación de las estructuras sociales y humanas:
“Para nosotros es ya verdad apolítica que entes incomunicados que no saben uno del otro, no pueden congregarse en estructuras de humana convivencia, en polis”. Y continua, “Si comunicar es socializar —reconocer la existencia del otro y desear convivir con él tolerando sus diferencias— todo intento deliberado de incomunicar producirá siempre necesariamente efectos des-socializantes y deshumanizantes. Un negar al otro.”
Así, como resultado de estas actuaciones arbitrarias de un gobierno dominante y controlador se ha producido un vacío informativo en el que todos los venezolanos están inmersos. Sin duda, se está frente a una hegemonía comunicacional caracterizada por la censura y la autocensura, donde el poder del Estado sobre la información ha comprometido la autonomía de los espacios noticiosos, principalmente de los medios tradicionales, a causa de los cambios en las líneas editoriales y en la propiedad de los mismos, en función de los intereses de las autoridades gubernamentales. Lo que representa una clara amenaza para las libertades de expresión, información y opinión, y por supuesto para el ejercicio del periodismo en el país.
El Censor Oficial
Si bien en el panorama global —y por causas diferentes— el periodismo experimenta también una transformación radical, lo que en Venezuela ha sido articulado por un Estado opresor, en el mundo del periodismo libre dichos cambios están influenciados por el nuevo modelo de negocio que llegó con el uso y la masificación de internet y la disrupción tecnológica.
Sobre esta situación el sociólogo Silvio Waisbord señala que, fuera de Venezuela, comúnmente los desiertos de noticias no se definen en condiciones de autoritarismo, sino como producto del fracaso del mercado del sector privado en producir información original, y explica que en los trabajos en Estados Unidos y en otros países sobre este fenómeno hablan justamente de que son consecuencia de la revolución en la industria de noticias, y la migración de recursos publicitarios del sector privado tradicional hacia plataformas digitales, ocasionando el cierre de medios periodísticos.
Waisbord asevera que la contribución general de la investigación Atlas del Silencio: los desiertos de noticias en Venezuela es entender que el desierto informativo no es solamente un resultado de esta revolución en el mercado de las comunicaciones por la convergencia tecnológica. “En Venezuela los desiertos también son producto de la intervención estatal”, afirma.
En un país donde el proceso evolutivo de las empresas de medios, que suponía la aparición de nuevos productos y servicios, ha tardado en manifestarse, experimentando en cambio un estancamiento que ha sido atribuido a la instalación de un sistema comunicacional dependiente del Estado, se ve que el desarrollo de este sector ha estado fundamentalmente sujeto a las regulaciones ejercidas por el gobierno y su línea discursiva, siendo esta la principal causa que conlleva al deterioro de la calidad informativa y a la reducción de los medios de comunicación en todo el territorio nacional.
Si se repasa la historia mediática venezolana durante los últimos 20 años, se encontrará que es en el año 2002 cuando el gobierno de Hugo Chávez comienza a robustecer la plataforma de medios públicos, en la que la señal de la televisora nacional Venezolana de Televisión (VTV) pasa a convertirse en la principal extensión propagandística del discurso político del chavismo.
Esta imposición de contenidos que presentan un claro sesgo informativo porque están diseñados bajo la narrativa oficial, se replica en todos los espacios de noticias que ahora forman parte del aparato mediático del Estado. Mientras tanto, los canales de televisión, estaciones de radio, y la prensa escrita que no siguen esta misma tendencia se convirtieron en objeto de censura.
En consecuencia, aparecen una serie de reformas normativas y medidas económicas que suponen el inicio de las denuncias por cierre de medios de comunicación y espacios de opinión disidentes. Uno de los casos emblemáticos que reflejan el fortalecimiento de la capacidad del gobierno para adaptar a sus intereses el ecosistema de medios ocurre en 2007, con el cierre de RCTV (Radio Caracas Televisión), y a partir de ese momento se vuelven más recurrentes los cambios en las líneas editoriales, la compra de medios, los cierres de emisoras, y las limitaciones en la adquisición del papel periódico.
Entre las instituciones estatales que más han vulnerado las libertades informativas en el país está la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), cuyo desempeño discrecional y arbitrario en el otorgamiento de concesiones para los medios radioeléctricos ha causado que muchos de los medios radiales tengan concesiones vencidas, pese a que la mayoría han entregado la documentación requerida y aún así no reciben respuesta sobre estas solicitudes, por lo que en cualquier momento enfrentan el riesgo de que se les revoque su licencia y su señal se suspenda de forma indefinida.
Ante esta circunstancia, Silvio Waisbord ve muy difícil, o imposible, pensar en el sector público como una alternativa para paliar el déficit de información que existe en el país, porque el Estado a través de los medios públicos es parte del problema, y no parte de la solución. Con la presidencia de Nicolás Maduro, quien asumió el poder tras el fallecimiento de Chávez en marzo de 2013, se experimenta incluso un recrudecimiento de este panorama en el que la agudización de las violaciones a la libertad de expresión en el país alcanza número rojos.
Según los registros de IPYS Venezuela, en 2020 se contabilizaron 374 incidencias que acumularon 636 violaciones a las garantías informativas en los espacios tradicionales y digitales. La organización no gubernamental Freedom House también ha monitoreado este escenario y en su informe de 2020 indicó que en Venezuela el índice de libertad obtuvo una valoración de 16 puntos, ubicándolo como uno de los países menos libres de la región.
Aunque a partir de 2014 surgieron los medios digitales independientes, justamente como una respuesta a la censura que se venía apoderando de los medios convencionales, César Batiz, periodista y director de El Pitazo, señala que el control del gobierno sobre las informaciones también ha avanzado hacia la esfera digital a través de bloqueos y ataques contra las plataformas informativas disponibles en internet. Batiz también resalta que este escenario de obstáculos más reciente se ha apoyado en las fallas en la infraestructura de telecomunicaciones que tiene el país, que igualmente han sido fruto de la ausencia de políticas públicas en esta materia.
La Calidad de la Información
Una reflexión que surge a partir de la investigación de los desiertos de noticias es si la sola existencia de medios de comunicación en determinadas localidades es garantía de que los ciudadanos estén informados —y bien informados— sobre lo que sucede en su realidad más inmediata, ¿garantiza la presencia de plataformas mediáticas por sí misma la transmisión de contenidos informativos veraces, actuales y de interés humano?, ¿Es de calidad la información que difunden los medios de comunicación reportados en las regiones, es decir, cubren aspectos relacionados con la comunidad y responde a las necesidades informativas de la ciudadanía?
Silvio Waisbord explica que a nivel global una de las paradojas que se está viendo actualmente es que cuando se habla de abundancia de información o de abundancia de desinformación, se habla también de la pobreza de recursos informativos, de producción original, sea periodismo profesional o periodismo ciudadano. De acuerdo con Waisbord, el estudio Atlas del Silencio: los desiertos de noticias en Venezuela muestra precisamente que en el país hay municipios donde no hay información original, no hay medios locales y, si los hay, en gran parte se dedican a reproducir información de medios nacionales o medios globales, o información que es bajada de las redes. Las plataformas informativas repiten información de muy bajo costo y calidad, razón por la que la efectividad del proceso informativo se ve comprometida.
En este contexto, la cobertura de noticias locales, sucesos comunitarios e historias colectivas es escasa o inexistente aún en las regiones venezolanas en donde se reportan mayor cantidad de medios de comunicación. La periodista Nathalie Alvaray asevera que en el escenario mediático predomina “la basura” que es información que se repite y que no genera ningún valor porque no permite tomar decisiones en las comunidades, ni informa sobre la vida diaria ni tampoco sobre los gobiernos locales. Como resultado las personas no están ni más ni mejor informadas acerca de su realidad más próxima debido a que el ejercicio del periodismo local se ha visto disminuido.
César Batiz, afirma que este es un error de muchos medios locales y argumenta que “como medio local debes buscar y revelar esas historias que son necesarias contar para demostrarle a otros ciudadanos de otros lados que algo está pasando en determinado rincón”. “Los ciudadanos van a estar conscientes de que el medio responde a lo que se está sufriendo y viviendo en esa localidad, y van a pensar que el medio los está ayudando a entender su realidad, su microcosmos, los está ayudando a resolver los problemas y las angustias que puedan tener”, sostiene el periodista.
Sin embargo, la situación de la mayoría de los medios de las entidades venezolanas dista de ir lejos en esa dirección. Las mismas limitaciones que enfrenta la práctica periodística en el país han relegado lo local a un plano muy atrás arrastrando incluso la producción original de contenidos informativos a un foso oscuro. Otro fenómeno notable es la preeminencia del entretenimiento sobre la información en los contenidos que se transmiten, y el hecho de que los ciudadanos prefieren entretenerse antes de informarse.
Mérida es uno de los estados que encabeza la lista de regiones con mayor número de plataformas informativas mencionadas en Atlas del Silencio: los desiertos de noticias en Venezuela. En la entidad andina, se reportaron alrededor de 73 medios de comunicación, de los cuales 55 son emisoras de radio, números que en comparación con otras localidades no necesariamente significan que exista más información, más información local o más información local de calidad.
María Fernanda Rodríguez, periodista y corresponsal de IPYS Venezuela en Mérida, señala que “las emisoras, que representan más del 75% de los medios disponibles en el estado, dedican la mayor parte de su programación a transmitir música y programas de entretenimiento”. Asimismo, agrega que “en cinco de los 23 municipios que tiene el estado Mérida no hay ni un solo medio de comunicación que difunda noticias locales sin sesgo informativo”.
En Yaracuy, el panorama es similar. En la entidad, se mencionaron 59 medios de comunicación y resaltan los casos de tres televisoras: Yaravisión TV, Yaracuyana de Televisión y Bolívar TV. Ricardo Tarazona, periodista y corresponsal de IPYS Venezuela en Yaracuy, contó que a pesar de tratarse de medios locales, estos no producen ni cubren mayormente información de ese corte. Según lo relatado por el comunicador social, Bolívar TV es un medio que tiene una línea informativa oficialista, Yaravisión tiene programación variada sobre todo deportiva y de entretenimiento, y Yaracuyana de Televisión difícilmente se centra en información de todos los municipios.
“La programación ha sufrido variantes para evitar problemas con el gobierno. Los medios de comunicación hasta ahora están ahí, los nombres siguen, tratan de luchar a contracorriente, pero es evidente la debacle a nivel de calidad de producción y a nivel informativo”, indica Tarazona.
Cerca de la entidad yaracuyana, en Falcón, la calidad de la información difundida también ha desmejorado. Esta entidad fue otra en donde más se reportaron medios de comunicación: 47 en total. Además, uno solo de sus 25 municipios —el municipio Buchivacoa— entra en la categoría de desiertos de noticias y aún así los contenidos informativos que se difunden no tienen como finalidad que los ciudadanos actualicen su presente social de referencia o, lo que es lo mismo, conozcan de sus acontecimientos noticiosos más próximos.
Jhonatan Petit, periodista y corresponsal de IPYS Venezuela en Falcón, explica que “en este estado la crítica es prohibida, la investigación periodística saboteada y el acceso a la información oportuna y veraz es sustituida con propaganda oficialista”. En la región, poder cubrir los hechos de interés humano y de significación social es una práctica directamente obstaculizada por el poder, lo que genera como resultado en algunos casos la transmisión de informaciones sesgadas, parcializadas y tendentes a desinformar. “El fin es establecer un pensamiento único por medio de boletines informativos emitidos por el gobierno regional, que deben ser publicados sí o sí en medios tradicionales y digitales del estado”, manifesta Petit.
Combatir los Desiertos Informativos
Cuando la periodista Nathalie Alvaray revisaba un exhaustivo estudio sobre los desiertos de noticias de medios impresos en Estados Unidos, que lleva la Universidad de Carolina del Norte desde 2004, saltaron muchas coincidencias con las características de la gestión de la información en Venezuela. La investigación determinó que en el ámbito del periodismo escrito, en Estados Unidos hay 3 medios nacionales: Wall Street Journal, New York Times, US Today, el resto de los periódicos son regionales y más de 6.000 medios son locales; a pesar del número en todos coincidía una variable: la ausencia de información local.
Con respecto a estos hallazgos, Alvaray recalca que cuando se habla de información los desiertos no son sólo geográficos, son lingüísticos, culturales, económicos, temáticos o de identidad. Agrega que a los desiertos de noticias no les asusta el tamaño de una ciudad, y que en Nueva York en 2018 debido a la crisis, muchos medios locales desaparecieron o disminuyeron su plantilla. “No se levantaba información que conectara a sus comunidades y reflejara su vida diaria”, destaca Alvaray. En ese momento, fundaciones privadas crearon un medio llamado The City que eliminó ese desierto en plena capital del mundo. Dado que esta realidad se replicaba en otros rincones de Estados Unidos, surgieron varios proyectos para contrarrestar esas lagunas de información local que existían en zonas como Detroit y Philadelphia, entre otras.
La existencia de desiertos de noticias es también una realidad en América Latina, aunque las causas subyacentes difieren en algunos aspectos. En Colombia, el estudio Cartografías de la Información realizado en 2015 por la Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, así lo reveló. De acuerdo con esta investigación, en 578 de los 1.100 municipios del territorio colombiano no se reportaron medios de comunicación suficientes, una situación que afecta a más de 10 millones de personas en ese país. Sobre los motivos de esta situación, el artículo Desiertos informativos en Colombia escrito por Nadya Hernández en 2019, menciona que la autocensura y el miedo han influido en el cierre de medios de comunicación y que además la violencia del conflicto armado convirtió al periodismo en un ejercicio de alto riesgo.
Ante el panorama de medios colombianos, surgieron iniciativas como La Liga Contra el Silencio, una red colaborativa que nació en 2016 y está conformada por plataformas informativas (El Malpensante, Actualidad Panamericana, Publimetro, Vorágine, solo por citar algunos), una redacción principal y diversos colaboradores quienes “investigan y divulgan historias periodísticas sobre las que pesa un silencio o que ocurren en lugares de Colombia donde no hay suficientes medios de comunicación”. Esta alianza también fue el resultado del estudio de la FLIP, la cual a través de la red colaborativa y del periodismo de investigación abrió canales para dar a conocer las historias de las regiones colombianas.
En Brasil, una investigación titulada Atlas da Notícia presentada por el Instituto para el Desarrollo del Periodismo de Brasil, PROJOR, en 2017 —y que se actualiza cada año y va por su 4ta edición— indicó que 33 millones de personas en ese país viven en desiertos de noticias. Estas cifras representan aproximadamente el 15% de la población total del territorio brasileño que habita en 3.280 municipios. Según los resultados, las causas del fenómeno de los desiertos de noticias en Brasil son de índole financiero y económico, y se reflejan en las desigualdades socioeconómicas y en las diferencias geográficas que prevalecen en dicha nación.
Una de las iniciativas que se creó en Brasil ante esta realidad fue Cajueira, un boletín ideado en 2020 por la necesidad de periodistas brasileños de conocer y difundir las informaciones del nordeste del país en estados como Pernambuco, Ceará, Río Grande del Norte, Alagoas, Marañaos, Piauí, Paraíba y Sergipe, que a menudo eran ignorados en la cobertura informativa o en donde el periodismo local no tiene notoriedad. El objetivo de este proyecto es “curar los reportajes publicados por los medios de comunicación independientes del nordeste, principalmente nativos digitales, sin incluir los artículos de la prensa tradicional”.
En el caso venezolano, también se han dado experiencias para llenar los vacíos informativos existentes y muchos medios siguen esa ruta. César Batiz, director de El Pitazo, el portal digital independiente que ha desarrollado iniciativas como El Pitazo Ambulante, y prácticas como los talleres de infociudadanía y el periodismo performático, señala que “tenemos que buscar y encontrar formas de contarle a esa gente que cree que la censura es tal que ya no se puede decir más nada. Tenemos que acercarnos y acompañar al ciudadano para intentar la reconstrucción de ese tejido social que nos ayude a fortalecer la democracia”.
Nathalie Alvaray coincide al mencionar que “en este momento hay muchas iniciativas en el país que batallan contra los desiertos de noticias, entre ellas: El Bus TV, El Guayoyo de Efecto Cocuyo y El Pitazo con su red de corresponsales”, y aseveró que “en ellos convergen: la colaboración, la comunidad, la conexión y la conversación con los ciudadanos”. Otra experiencia que vale la pena mencionar es la de La vida de nos, cuyo lema “historias de todos, contadas por cada uno” ilustra esa intención periodística por acercarse a lo local, contar e intentar ser oasis ante la aridez informativa predominante.