Por: Gabriela Buada Blondell /Comunicadora social, investigadora y profesora universitaria
Sin duda la educación para la igualdad desde un enfoque educativo busca eliminar las desigualdades de género y promover la equidad entre hombres y mujeres. Desinformar desde nuestros privilegios invalidando o invisibilizando las luchas de otras personas que forman parte del colectivo LGBTIQ pareciera ser la agenda de muchas corrientes feministas.
Quienes logran influir en el objetivo de fomentar una sociedad en la que todas las personas tengan las mismas oportunidades y derechos, sin importar su género están inmersas en comprender mejor estos conceptos. Y es que, al analizar muchos ejemplos podemos ver como la deconstrucción es necesaria en todos los ámbitos de nuestras vidas. Hasta en las de las que sabemos que forman parte de la lucha que no ha dado tregua por las profundas desigualdades que todavía vivimos en la actualidad.
Para comprender mejor estos conceptos, vamos a analizar un ejemplo concreto: la educación para la igualdad en la infancia. En muchos contextos, desde edades tempranas, se les enseña a los niños y niñas a adoptar roles y estereotipos de género, lo que puede contribuir a la perpetuación de desigualdades. Por ejemplo, a las niñas se les enseña a ser sumisas, pasivas y cuidadoras, mientras que a los niños se les enseña a ser agresivos, dominantes y proveedores. Esta educación sexista perpetúa el patriarcado, un sistema que otorga privilegios a los hombres y limita las oportunidades y derechos de las mujeres.
La educación para la igualdad tiene como objetivo desmontar estos estereotipos y promover una educación inclusiva, en la que se enseñe a los niños y niñas a ser críticos y reflexivos respecto a los roles de género. Se busca que los niños y niñas aprendan a valorar y respetar las diferencias, promoviendo actitudes de igualdad y cooperación. Por ejemplo, en lugar de enseñar a las niñas a ser pasivas y sumisas, se les enseñaría a ser asertivas y a defender sus derechos. Por otro lado, a los niños se les enseñaría a ser más empáticos y a compartir las responsabilidades del cuidado y del hogar.
Es importante tener en cuenta que la deconstrucción del patriarcado no implica la eliminación de la masculinidad, sino la construcción de nuevas masculinidades más igualitarias. Estas nuevas masculinidades no se basarían en la dominación y en la agresividad, sino en la cooperación y en el respeto hacia las mujeres y hacia los demás hombres. Por ejemplo, se fomentaría que los hombres se involucren en la crianza y en las tareas del hogar de manera equitativa, rompiendo con el estereotipo de proveedor único de la familia. También se enseñaría a los hombres a expresar sus emociones y a no reprimirlas, promoviendo así una masculinidad más sensible y empática.
Finalmente, la educación para la igualdad busca romper con los estereotipos de género y promover una sociedad en la que todas las personas tengan las mismas oportunidades y derechos. A través de ejemplos como el presentado, se puede comprender la importancia de desmontar el patriarcado para construir otras masculinidades posibles, en las que los hombres sean agentes activos en la lucha por la igualdad de género. También a respetar la interseccionalidad y verla como parte de la lucha por la equidad y la igualdad de derechos para todas las personas sin discriminación.
La lucha siempre será contra el patriarcado, no contra la ciudadanía que cada vez es más diversa y distinta.