Los costos de los hilos y de otros materiales para la artesanía y los tapices, además que la gente ya no les compra las artesanías, las obliga a pasar largas horas, bajo el sol o la lluvia, en la troncal el Caribe vendiendo combustible a granel
(02-10-2023) Para el pueblo wayuu la mujer es la garantía de la continuidad de su generación (clan), es sinónimo de fortaleza y empuje. El rol de las mujeres en la comunidades de La Guajira ha estado vinculado a labores del hogar y artesanía, (chinchorro, mochila, mantas y tapiz). Desde la niñez, se forman en el cuidado de la familia, siendo su papel educar a sus descendientes sobre los conocimientos de sus ancestros.
Ella es la esencia de lo natural. Pero, en la actualidad las que habitan en esta zona fronteriza del estado Zulia se han visto seriamente afectadas por la crisis económica y social que atraviesa Venezuela (la emergencia humanitaria compleja), que las obliga a migrar a países como Colombia, Chile, Perú, Ecuador; mientras otras optan cruzar la selva del Darién en busca del “sueño americano”.
Esta migración de la mujer wayuu a otros países genera una fractura en la cultura, porque se pierde la transmisión de saberes a la nueva generación.
Entre el año 2021-2022, 45 % de las mujeres wayuu y añú dejaron a sus familiares, hogares y a sus hijos. Los datos están basados en la documentación del trabajo realizado por periodistas y otras organizaciones en la región, manifestó el coordinador general de derechos humanos de La Guajira José David González.
Las que se quedan, están en la frontera colombo-venezolano, en los mercados de Los Filúos, Sinamaica, Molinete y Guarero metidas en la economía informal.
En esos centros se observa la presencia de indígenas, en edades que van desde 20 a los 70 años de edad, vendiendo gasolina, víveres, golosinas, café; otras caminan de casa en casa en busca de trabajo doméstico para llevar el sustento diario a su hogar.
También en la región se vive con la preocupación del desamparo de la tercera edad. Ahora, las abuelas asumen roles de madres de sus nietos, una vez que sus hijas salen del país en busca de una mejor calidad de vida.
Resistiendo a las adversidades
“Tengo cuatro años trabajando en el mercado informal, vendo gasolina en la troncal del Caribe, mi situación ha sido difícil. En estos últimos cinco años me ha tocado dejar mi casa para buscar la comida diaria, al día puedo ganar 10 mil pesos colombiano, lo equivalente a 100 bolívares. Eso muchas veces no me alcanza, pero sobrevivimos con lo que podemos vender, contó Yusvely Iguaran, de 31 años de edad, residente de la parroquia Guajira.
El pueblo indígena wayuu ha sobrevivido a situaciones complejas como la fuerte sequía en los distintos sectores del municipio, a la falta de atención en el sistema de salud (desde 2018, los dos hospitales fronterizos de La Guajira y el único Centro de Diagnóstico Integral, CDI, no tienen médicos gineco-obstetras), a las fallas del sistema eléctrico (entre julio y lo que va de agosto se han registrado más de 190 apagones); al alto costo de los alimentos y a la falta de transporte público.
No obstante, la población es resiliente. Principalmente las mujeres que se adaptan a los retos más difíciles, a pesar de que su desplazamiento a otras regiones, es visto por los especialistas, entre ellos Armando Báez, profesor bilingüe, como una consecuencia de los diferentes procesos que ha venido arropando a la sociedad ancestral: la transculturalizacion, “aunada precisamente por la falta de mejores y reales oportunidades de progreso educación, capacitación para el campo laboral,trabajo digno y salario justo”.
Del colegio al trabajo informal
Matilde Paz, docente de profesión, actualmente lo que hace en el colegio es enseñar a los niños a realizar bordados, tapices, a hacer pequeñas mochilas y wayunkerra (muñecos de barro); pero su salario actual de 107 bolívares no cubre las necesidades básicas de su hogar.
“Trabajo en una escuela de la población de Guarero, pero sobrevivo vendiendo gasolina, con eso debo sostener a mis dos hijas, a mi mamá y a mi abuela. Antes la gente buscaba mi artesanía en mi casa, pero eso cambió y ya no te quieren comprar porque no hay dinero. Además, la falta de material y la crisis económica nos hizo guardar las mochilas, y nos tocó reinventar otro trabajo para salir adelante «, expresó.
Salario pulverizado
La docente, de 44 años, lamentó la situación que hoy enfrenta el país. Ella y sus colegas realizaron marchas en tres oportunidades en la frontera de Paraguachón, para exigir salario justo; sin embargo, nunca fueron escuchadas por el Estado venezolano.
Actualmente, 40.000 familias wayuu reciben la bolsa de alimentos subsidiada por el gobierno nacional. Este programa alimentario se distribuye cada dos meses en la región, que tiene una extensión de 2.369 kilómetros.
Iniciando el año 2023 la bolsa tenía tres kilos de arroz, tres kilos de harina precocida, un kilo de azúcar, tres kilos de granos, dos paquetitos de pasta, sardina y carne en pote, pero estos alimentos solo cubrían tres días de comida para una familia de seis integrantes.
En febrero, marzo y abril de 2023 las familias dejaron de recibir la bolsa mercal. Luego, las comunidades se reunieron con los voceros del consejo comunal, pero ellos no dieron respuesta a sus quejas. El hambre era una constante en muchos hogares.
Los adultos se veían angustiados y en medio del desespero los habitantes, en su mayoría mujeres, en protesta cerraron la troncal del Caribe para exigir alimentos. Al sitio llegaron los concejales municipales y dialogaron con las comunidades para reunirse en la ciudad de Maracaibo con la Ministra de los pueblos indígenas, Clara Vidal. Al final de las acciones de calle les dieron una respuesta.
Pasados los meses, la bolsa sigue llegando, pero cada vez con menos rubros. Por eso las wayuu buscan sustento en las esquinas con pimpinas y botellas llenas de gasolina. Pasan todo el día bajo el inclemente sol e inhalando combustible sin ningún tipo de protección.
En el mes de septiembre de 2022 activistas de la Red de Mujeres Constructoras de Paz realizó una encuesta a 30 de las que se ubican en la frontera colombo-venezolana, en el estado Zulia, y los datos arrojaron que el 80 % vive del trabajo informal, con un salario que solo alcanza para comer dos veces al día.
La situación que ellas atraviesan, asociada a las pocas oportunidades laborales y económicas, no solo es la precariedad alimenticia, también se ve reflejada en sus condiciones de salud. Si enferman no pueden ir a chequeos médicos y si van no pueden comprar las medicinas para recuperarse.
Son múltiples factores que han afectado la vida cotidiana de las amas de casa, violatorios de sus derechos garantizados en la Constitución de 1999, en la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas y en la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.