Vida digna

Calidad de vida y salud mental en Venezuela: una crisis humanitaria

Francisco González/Internacionalista/Líder emergente de MonitorDescaVe e Investigador de Caleidoscopio Humano

La «calidad de vida» es, sin duda, un concepto abstracto y subjetivo.

Se le puede definir como una experiencia que varía de persona a persona y está influenciada por factores culturales, sociales, económicos y ambientales.

La calidad de vida, en términos sociales, va de la mano con factores como la existencia de relaciones interpersonales sanas, grupos familiares funcionales y acceso a servicios sociales como la educación, la salud y el transporte.

A nivel económico, es usual relacionar la calidad de vida con salarios altos, el poder permitirse lujos, viajes e inversiones.

Culturalmente, la calidad de vida está presente en la posibilidad de expresar identidad, emociones o disfrutar, de manera libre y voluntaria, del arte, la gastronomía, la música.

En medio de la crisis climática global, es usual relacionar calidad de vida con calidad del ambiente. Un espacio contaminado, por ejemplo, difícilmente podrá ofrecer calidad de vida a sus habitantes.

La emergencia humanitaria compleja de Venezuela ha sido escenario de un progresivo declive de todas las condiciones necesarias para tener calidad de vida.

La ausencia de dichas condiciones mínimas perjudica el nivel de «calidad de vida» de los venezolanos y, en directa consecuencia, tiene repercusiones sobre la salud mental.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en 2015 el 4,2 % de la población venezolana sufría de depresión. Siete años de crisis —y una pandemia— más tarde, un estudio similar en 2022 arrojó que un número cercano al 35 % de la población padecía esta enfermedad.

Aunado a la depresión, la ansiedad y el estrés son fenómenos comunes en los venezolanos.

La presión que impone la emergencia es uno de los causantes más frecuentes. El problema se agrava cuando, según estimaciones de la Universidad Católica Andrés Bello en 2023, el 82,3 % de la población venezolana vive bajo condiciones de pobreza.

Debido a que existe una relación estrecha entre la pobreza y los altos niveles de estrés y ansiedad, es posible afirmar que la salud mental de más del 80 % de la población venezolana está, hoy por hoy, en condiciones deplorables.

En este contexto, se vuelve indispensable el acceso gratuito y de calidad a servicios de atención psicológica. Sin embargo, la realidad es que el precario acceso a servicios psicológicos públicos priva a los venezolanos de las herramientas necesarias para cuidar de su salud mental.

Los servicios privados van desde los 15 hasta los 70 dólares, precios impagables por millones de personas que subsisten con salarios mínimos de menos de 3.56 dólares por mes y un par de bonos que llegan de manera selectiva.

La Emergencia Humanitaria Compleja, su subsecuente crisis de derechos sociales, económicos, culturales y ambientales y el enorme impacto que han tenido en la salud mental de los venezolanos, han elevado a máximos históricos los suicidios en el país.

Sólo en el año 2023, el Observatorio Venezolano de Violencia contabilizó 2358 suicidios en el país, una cifra alarmante cuando se contrasta con los 924 suicidios documentados en 2015.

Las condiciones del país no han mejorado y, en consecuencia, la calidad de vida escasea y con ella la salud mental de los venezolanos.

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