Guayaneses adaptan sus rutinas ante el colapso de servicios públicos
Racionamientos de agua, apagones y un transporte deficiente son parte del día a día en Ciudad Guayana, donde sus ciudadanos deben improvisar ante una cada vez más deficiente prestación de servicios públicos.
Fuente original: Crónico Uno.- Bolívar. En diferentes zonas residenciales de Ciudad Guayana, cada minuto cuenta. Cada vez que llega el agua o el condominio del edificio anuncia un horario para abrir el tanque, los residentes adaptan su rutina diaria a la disponibilidad del servicio.
Desde hace más de 13 días las parroquias Cachamay, Universidad y 60 % de Unare permanecen sin agua debido a un mantenimiento que anunció Hidrobolívar. Inicialmente sería por un fin de semana, luego el presidente de la hidrológica informó que se extendería hasta el 31 de octubre.
El lunes 3 de noviembre explicó que la falla estaba solventada y que el bombeo se retomaría gradualmente, pero los afectados dicen lo contrario.
“Aquí el tanque apenas se llena a la mitad en una semana. Tenemos que prender la bomba 15 minutos en la mañana, media hora al mediodía y 15 minutos en la noche. En ese tiempo hay que bañarse, lavar y limpiar”,
Aún sin los trabajos anunciados por Hidrobolívar, el sector permanece sin suministro regular.
“Hemos tenido que contratar cisternas pequeñas de 20.000 litros, a $22 cada una, y ya van tres en una semana. Son 60.000 litros que se van en nada”,cuenta Gómez.
De acuerdo con el Observatorio de Servicios Públicos en Guayana, el problema del agua se convirtió en la principal preocupación ciudadana. Su coordinadora, Aliana Estrada, afirma que el sistema colapsó ante la falta de inversión y planificación.
“No solo es que el servicio es irregular, sino que hay zonas donde simplemente no llega. En San Félix, por ejemplo, hay sectores sin agua desde hace meses. Además, muchas familias se niegan a pagar las facturas porque sienten que no hay contraprestación real”, explicó.
Estrada advirtió que la crisis hídrica no solo afecta el día a día doméstico, sino también la salud pública. “Los hospitales y consultorios están recibiendo más casos de enfermedades gastrointestinales. La gente compra agua embotellada que muchas veces no es tratada adecuadamente, y eso agrava los riesgos sanitarios”.
Apagones frecuentes
A la escasez de agua se suma un servicio eléctrico igual de irregular. En parroquias como Unare, Pozo Verde o Yocoima, los cortes y fluctuaciones son constantes.
“La falta de mantenimiento en transformadores y redes de distribución, muchos de vieja data, hace que el sistema no soporte la carga actual”, advirtió Estrada.
Aunque la paralización de las empresas básicas ha evitado un colapso total, el observatorio alerta que el panorama podría empeorar.
“Cuando esas industrias retomen operaciones y aumente el consumo de energía, el sistema podría colapsar si no hay inversión previa”, señaló.
Movilidad limitada
El transporte público también refleja la decadencia de los servicios. En sectores como Alta Vista, los usuarios deben esperar largas colas bajo el sol para poder trasladarse.
“El parque automotor tiene más de quince años sin renovación. Las unidades están deterioradas, quemando aceite y sin repuestos. Los conductores no pueden cubrir los costos con las tarifas actuales”.
En muchos sectores el servicio deja de funcionar a las 5:00 p-.m o 6:00 p.m., lo que limita el acceso a empleos y actividades nocturnas. “La gente debe planificar su jornada laboral de acuerdo con la disponibilidad del transporte, no al revés”, dijo la vocera.
“Afortunadamente, en mi trabajo tenemos transporte cuando salimos en la tarde. Yo tengo que tomar dos buses. Una vez me fui por mi cuenta porque terminé un poco más temprano y fue horrible. Después de las 4:00 p. m. casi no pasa transporte que suba hacia Alta Vista. Y a partir de las 5:00 p.m. se pone pesada la ruta que va hacia Core 8”.
Otros servicios en silencio
Estrada se refirió a otros servicios como el gas doméstico, que “depende de un sistema artesanal de distribución que obliga a los vecinos a trasladar sus bombonas y esperar días para reponerlas”.
Cada recarga cuesta entre $7 y $15, una cifra elevada para familias que apenas logran cubrir la alimentación.
Agregó que los servicios funerarios, generalmente ignorados en los balances, se volvieron un lujo. “Mucha gente opta por la cremación no por decisión emocional, sino por economía. Los costos son altos y los trámites, engorrosos”, afirmó Estrada.
En Ciudad Guayana, cada jornada depende del servicio que falte en el momento: agua, luz, transporte o gas. “Creo que estamos muy lejos de tener servicios cómodos o eficientes. Las familias deben elegir entre comer, pagar transporte o comprar una bombona de gas”, concluyó Estrada.
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Denuncias desde Bolívar hablan de un total abandono de estas comunidades originarias n total de 120 indígenas sánema, entre ellos niños, ancianos y mujeres embarazadas,
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