Carlos Correa fue llevado a la fuerza por hombres con el rostro cubierto. Hoy martes se cumple una semana sin que la esposa de este defensor de derechos humanos y sus abogados sepan dónde está. El silencio del Estado sobre su paradero parece reproducir un modus operandi ampliamente documentado por la Misión de Determinación de los Hechos de la ONU
(16-01-2024) Al momento de escribir este artículo, Carlos Correa sigue estando bajo la figura de desaparición forzosa. Fue llevado a la fuerza por hombres con el rostro cubierto hace una semana. Ningún organismo oficial de seguridad le ha confirmado a Mabel Calderín, su esposa, y a los abogados, tanto de Espacio Público como de Provea, que haya sido detenido.
Tanto el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) como la Dirección General de ContraInteligencia Militar (Dgcim) han negado que esté en sus respectivas celdas y lugares de reclusión.
Si nos guiamos por los patrones de la represión bajo el gobierno de Nicolás Maduro, cuyas prácticas han sido ampliamente documentadas por la Misión de Verificación de los Hechos (una instancia especializada con mandato del Consejo de Derechos Humanos de la ONU), es posible que la salud física y mental de Carlos no esté garantizada.
Incomunicado hoy ya por una semana, sin acceso a alimentos y a sus medicinas, que le resultan indispensables para tener una vida funcional, la idea es generar un shock en el detenido para obligarle a auto inculparse.
De acuerdo con los informes de la Misión, usualmente se extraen mensajes “comprometedores” de sus celulares personales, se chantajea a las personas en estado de indefensión, y en no pocos casos se hacen videos donde sin que haya ocurrido un juicio, y obviamente sin derecho a la defensa, el desaparecido asume los hechos que se le quieren achacar.
Sólo entonces, según este patrón, es que el desaparecido es asumido como detenido por el Estado, cuando, finalmente, existen “pruebas irrefutables” en manos de la Fiscalía y se pasa luego a procesos judiciales que se extienden largamente sin que haya una condena firme. En realidad, no parece haber interés en que haya una decisión formal de un tribunal ya que el castigo es la propia desaparición y posterior detención.
Tras haber revisado a profundidad los informes de la ONU, para una serie de artículos que publicamos en El Estímulo, que pueden leerse en este link, es probable que Carlos Correa, este hombre preocupado por los derechos de los demás desde que estuvimos juntos en la Universidad Católica Andrés Bello en los 1980, haya vivido en carne propia este calvario.
Carlos estuvo con un bajo perfil público en los últimos tiempos, y no es él de casar peleas públicas con nadie del poder, ya que su estilo está en documentar y no denunciar por denunciar. Carlos es una figura largamente comprometida con los derechos humanos y un activista con un lenguaje moderado y profesional en sus entrevistas e intervenciones públicas. Carlos está al frente de una ONG que tiene más de 20 años de existencia y que ha sido ampliamente reconocida por su independencia y profesionalismo.
Siendo así, ¿por qué Carlos Correa?, esta es la pregunta que me hago insistentemente desde hace una semana.
Mi respuesta, hipotética, porque no hay manera de saber exactamente qué pasó, es que a mi compañero de camino se le desaparece y posiblemente se le muestre luego como detenido básicamente para dar un mensaje.
El poder usa a Carlos para hablarle al resto de activistas y defensores de derechos humanos. Es una manera de decir que no hay intocables, por más prominente, respetada e independiente que sea una trayectoria en el campo de la defensa y promoción de los derechos humanos. Es una forma de decirle al resto de activistas de la sociedad civil que ni los reclamos de libertad al más alto nivel, como se han hecho en el caso de Carlos, servirán para revertir una decisión que, como otras, se inscribe en la lógica de un chavismo que ya cruzó el Rubicón.
Y en el caso de Carlos, podría especularse que el mensaje va para al menos dos grupos de destinatarios, el mundo de las ONG dedicadas a los derechos humanos y el campo del periodismo, por el cual bregó Carlos de forma denodada por largos años.
Siendo como soy hermano de Carlos, como lo conté en un texto previo aquí en El Estímulo, pero también siendo parte de esas dos comunidades a las que se dirige el mensaje que quiere dar el poder, no sé bien cuál de las dos cosas me indigna más: el que haya sido llevado a la fuerza y se le convierta en víctima de un Estado represor o que se le use para amedrentar a otros.