Los dos casos tienen como punto de partida un noviazgo que les auguró la muerte. También la violencia, el poder y la trasmisión en las redes sociales
Gabriela Buada Blondell. – Directora de Caleidoscopio Humano
El caso de Valeria Márquez, una joven influencer cuya muerte fue captada en video durante una transmisión en vivo que realizó desde su estética en Zapopan, Jalisco no solo me dejó impresionada, si no que apenas me estaba reponiendo cuando tres días después leí el de otra joven que también se destacaba en la creación de contenido en las redes sociales, María José Estupiñán, de 22 años, quien fue acribillada en la puerta de casa, en la ciudad de Cúcuta por un supuesto repartidor o delivery.
Los dos casos tienen como punto de partida un noviazgo que les auguró la muerte. También la violencia, el poder y la trasmisión en las redes sociales.
En el caso de la influencer colombiana, se supo que en 2018 ella había denunciado a su expareja por violencia intrafamiliar. El fallo del caso había sido emitido un día antes del crimen y condenaba al agresor a pagarle 30 millones de pesos (unos 7000 dólares) de indemnización.
Mientras que la fiscalía de Jalisco confirmó que la influencer mexicana fue asesinada por un sicario mientras realizaba una transmisión en vivo. El ataque, es investigado como un posible feminicidio por encargo. El crimen, registrado en video y difundido en redes sociales, reavivó el debate sobre la violencia de género y la presencia del crimen organizado en México.
Las redes sociales y la violencia
Estos casos y otros nos debe llevar a la reflexión en cuanto a lo que opinamos respecto a las redes sociales y la violencia. Resulta complejo abordar desde una perspectiva de derechos humanos opiniones que incluso justifican el asesinato por encargo y los feminicidios «porque se lo merecían porque cómo puedes tener una vida de lujos con tan solo 22 años». O que eso siempre pasa cuando «te acuestas con mafiosos y narcotraficantes».
El impacto que crea en la ciudadanía la difusión de opiniones y aspectos que pueden estar sumergidos en estos casos de violencia de género va más allá de reconocer el patrón social de las chicas delgadas, bellas y que muestran que pareciera que existe una relación de retroalimentación con el narcotráfico o el crimen organizado. Muchas de ellas exhiben lujos y estilos de vida ostentosos para reforzar su poder y presencia social y este es solo el debate que se está formando en redes sociales, contribuyendo sin saber a la normalización de valores y conductas asociados a la violencia, el crimen y machismo, afectando especialmente a mujeres y fomentando una cultura de misoginia y feminicidio.
Sin duda estos casos no deben ser considerados aislados ni mucho menos normalizados, ya que reflejan el problema estructural que perpetúa la violencia contra la mujer y además genera un ambiente de inseguridad y desigualdad en nuestras sociedades.
Además de la investigación pertinente, encontrar a los asesinos (en los dos casos no hay detenidos hasta el momento), es fundamental fortalecer las políticas públicas, la educación y las campañas de sensibilización para denunciar, prevenir y erradicar la violencia de género y la influencia del crimen organizado en los espacios digitales.
La normalización de la violencia, en cualquiera de sus formas, es inaceptable y debe combatirse con firmeza y compromiso social desde todos los ámbitos de nuestros espacios.