
En varios países hay un acoso constante a los medios practicado por los gobiernos de turno.
(28-01-2022) Sin prensa crítica no hay democracia, y cuando esta está en riesgo, el periodismo se convierte muchas veces en ‘la última línea de defensa’. Sin embargo, de unos años a la fecha, los medios en algunos países latinoamericanos viven un ambiente de acoso, de intimidación, impulsado desde el mismo Ejecutivo y con el apoyo de otros poderes.
El Grupo de Diarios América (GDA), del que El Tiempo forma parte, se dio a la tarea de hacer un repaso de la situación de la prensa en cinco países cuyos presidentes han hecho del periodismo crítico ‘el nuevo enemigo’: Brasil, El Salvador, México, Perú y Venezuela.
A través de mensajes violentos, de programas o segmentos utilizados por los mandatarios, del uso de la publicidad e incluso de los poderes Legislativo y Judicial, se ha afianzado un discurso de odio que hace que hoy el oficio periodístico sea uno de los más peligrosos para ejercer.
La consigna de los presidentes brasileño, Jair Bolsonaro; salvadoreño, Nayib Bukele; mexicano, Andrés Manuel López Obrador; peruano, Pedro Castillo, y venezolano, Nicolás Maduro, hacia los medios parece regirse por el ‘estás conmigo o en mi contra’.
Y en ese marco han emprendido lo que César Castro, periodista y presidente de la Asociación de Periodistas de El Salvador describe como una “cruzada contra el periodismo”.
Los ataques comienzan siempre con las palabras, pero no paran allí. En México, López Obrador acusa a la prensa crítica de ser “tendenciosa, conservadora”, de estar “al servicio del régimen corrupto”. A ‘El Universal’ lo acusó de ser “enemigo del pueblo”.
En El Salvador, le recuerda a La Prensa Gráfica Benjamín Cuéllar, politólogo especialista en derechos humanos, Bukele califica a los medios que no se le alinean de “panfletos”.
En Venezuela, Maduro aprovechó el Día del Periodista, en julio, para señalar que los medios de comunicación buscan “imponer el oscurantismo del dominio imperial y oligarca”.
Y en ese marco han emprendido lo que César Castro, periodista y presidente de la Asociación de Periodistas de El Salvador describe como una “cruzada contra el periodismo”.
En Perú, Castillo ha mantenido el silencio ante los medios de comunicación, evitando dar una sola entrevista. “En nuestra campaña decimos una cosa en la calle y los reporteros sacan otra”, argumentó.
“Es el peor divorcio posible. Los únicos periodistas con los que se ha reunido el presidente han sido los consejos de la prensa peruana, y no ha sido para hacerle una entrevista, sino para establecer vasos comunicantes, pero no hay relación”, le resumió a El Comercio el director ejecutivo del Consejo de la Prensa Peruana (CPP), Rodrigo Salazar.
En Brasil, donde Reporteros sin Fronteras calificó a Bolsonaro de “principal depredador” de la prensa en el país, el mandatario ha acusado a los periodistas de ser “unos canallas. Practican un periodismo canalla, que no ayuda en nada”.
Con la llegada de la pandemia, y frente al ascenso imparable de casos y muertes, atribuido a una mala gestión por la que se ha recomendado acusar al jefe de Estado de crímenes de lesa humanidad, su furia no ha hecho sino arreciar.
En su enfrentamiento contra la prensa, los líderes de estos países han recurrido a la publicidad oficial como arma, apoyando solamente a medios que son leales.
En México existe un gasto del gobierno federal en publicidad oficial con criterios discrecionales y poco transparentes de una bolsa de 2.248 millones de pesos mexicanos al año, donde la mitad de esos recursos se concentran en 10 medios de comunicación.
En el caso de Venezuela, la publicidad oficial se usa para moldear a gusto del Gobierno lo que se publica en los medios –incluso en los casos en que este tipo de publicidad constituye una parte relativamente pequeña del ingreso del medio–. Los medios que más dependen de esta publicidad son los locales y regionales, que quedan, así, con poco margen para la crítica. Lealtad garantizada
En El Salvador, como en Venezuela, el Ejecutivo utiliza, además, otra estrategia para hacerse de una prensa afín: tener sus propios medios.
Bukele, por ejemplo, creó Diario El Salvador con fondos públicos y confiscó, en medio de un proceso judicial contra el expresidente Antonio Saca, una cadena de radios que pasó a ser del Estado y es utilizada para apoyar al gobierno central. Eso, sin contar con lo que Benjamín Cuéllar, politólogo especialista en derechos humanos en el país, llama “maquinaria de medios de Casa Presidencial”.
En Venezuela, Maduro construyó un sistema en el que agrupa diversos medios de comunicación en sus plataformas televisivas, radiales y escritas con la intención de hacer frente a lo que denuncia como “complot mediático”.
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