Jessica E. Herrera
Cuando todavía luchaba por aceptar mi identidad de género, uno de mis mayores miedos era el tener que enfrentarme a una sociedad transfóbica que me haría la vida imposible; solamente por ser genuina conmigo misma. Recuerdo que este miedo causó que muchas noches las pasara en vela, y que intentase por mucho tiempo definirme como cis. Forzarme a encajar en dicho molde. O como máximo, una persona de género fluido que no tenía que transicionar. Me imaginaba escenas en las que era golpeada, perseguida, discriminada, o simplemente asesinada y sentía terror. Sentía cada noticia de la muerte de una hermana en carne propia, y me preguntaba si algún día yo tendría que sufrir el mismo destino. Preguntándome, si no sería mejor hacerlo yo misma, para no sufrir mucho después.
Hoy es el Día de la Memoria Transgénero y recordamos a todas esas personas trans que tenían una vida, una muy valiosa, y que les fue arrebatada por el odio, la ignorancia y el prejuicio de la gente. Personas que tenían sueños, miedos, luchas, amores, seres queridos, sentimientos, gustos, alegrías, desdichas, como todas las demás. Seres humanos, al fin y al cabo. Hoy es un Día de luto. Hoy es un Día de tristeza. Pero también es un Día de reclamación. Porque hoy, estoy aquí, escribiendo y levantando mi voz por todas aquellas hermanas, hermanes y hermanos que ya no pueden hacerlo. Para decirles a todes que seguiremos luchando y seguiremos resistiendo. Que merecemos ser felices. Que merecemos todo lo bueno de este mundo. Y que porto mi identidad con orgullo. Porque si algo aprendí en ese proceso de descubrirme y de aceptarme, es que era mejor morir siendo yo, que nunca haber vivido como tal. Pues esto último es igual a vivir sin vida.
Es también un Día de concientización y visibilización. Pues necesitamos que todas las personas cisgénero entiendan que la transfobia no es un juego. Que no es una mera opinión, ni algo tolerable o pasable. Que las muertes y los suicidios son sólo la consecuencia final de un sistema que niega, etiqueta, margina, y excluye las identidades trans. Un sistema que las ve como una otredad, y como una que no es tan importante como el demográfico cisgénero. Una otredad cuyo género no es válido, o es menos válido que el de una persona cisgénero. El cissexismo es un cáncer social que ha invadido multitud de espacios, incluso aquellos que se autodenominan progresistas, feministas, o liberales. Y no podemos ser pasivos ante esto. No podemos ser pasivos ante ninguna forma de intolerancia, de exclusión, de ostracismo, pues es esta la tibieza que permite que las palabras se transformen en acciones, y las acciones en consecuencias nefastas.
Es hora de que los aliados cis entiendan que no son ellos quienes tienen derecho a denominarse tales. Es la comunidad trans la que decide quienes son sus aliados, basándose en sus acciones. Es hora de que las personas aliadas, o las que desean serlo, que genuinamente se interesan por lograr un cambio positivo para la comunidad transgénero, tomen la disposición de cuestionarse a sí mismos y de deconstruir su propia transfobia. Porque todos tenemos un poco de ella. Porque todos nacemos en la misma sociedad, y vemos dichos prejuicios inculcados y reforzados en nosotros desde nuestro nacimiento (desde el momento en que el doctor ve tus genitales y te asigna un género en base a los mismos, y se te intenta socializar como tal).
Es bastante triste ver a personas que dicen abogar por la comunidad trans, o que presumen de dichas acciones como parte de su currículo e historial profesional, perpetuar modelos de exclusión y de marginación hacia nuestra comunidad. Esparcir retórica separatista y transfóbica, sea esta su intención o no. Y negarse a escuchar nuestro dolor cuando les decimos que estas cosas son hirientes y destructivas. Y parte del engranaje que pone en riesgo nuestras vidas. Incluso personas que son abiertamente y famosamente reconocidas como activistas y como representantes de la comunidad LGBT+.
Sin duda, tenemos que ser mejores, desde la humildad y el reconocimiento de que somos personas que nos podemos equivocar. Es urgente y necesario. Porque una o dos personas no serán suficientes. Porque aún con todo el orgullo propio del mundo, seguimos siendo una minoría social. Y no habrá un cambio masivo de estas actitudes, preconcepciones y del sistema mismo, si las personas cisgénero no ponen de su parte, reconocen su privilegio, y lo usan en pos de la comunidad, para que algún día seamos verdaderamente iguales.
Es por esto que reafirmamos el derecho de las personas trans a ser respetadas, incluidas y aceptadas por lo que son: Hombres, mujeres, y personas no-binarias. Y reiteramos que dichas identidades e inclusión no están ni estarán nunca abiertas a discusión, a debate, o a cuestionamiento por parte de la sociedad cisgénero. Que las personas trans tienen derecho a sentirse heridas, preocupadas, y enojadas por el surgimiento y/o la tolerancia de la transfobia, especialmente en círculos que buscan denominarse espacios seguros, progresistas, o activistas. Y que, desde dicha posición, todas las personas trans tienen pleno derecho a todos los privilegios, lugares, espacios y derechos que las personas cis reciben de forma automática en base a su identidad de género.
Invitamos a todas aquellas de este último grupo que quieran poner de su parte para mejorar esta situación a formarse. A poner sus prejuicios y sus concepciones personales a un lado, y escuchar sincera y abiertamente a las personas trans, sus necesidades y sus luchas. A no desestimar sus palabras, invalidar sus experiencias o minimizar sus sentimientos. Ayudadnos a levantar nuestras voces, pero sin hablar por nosotros ni por encima de nosotros. Escuchadnos y recordadnos ahora que vivimos. No sólo cuando muramos y ya sea demasiado tarde. Esa es la verdadera labor de un aliado.
Sólo así podremos construir ese mundo mejor para todos, todas y todes. Ese es el sueño que no debemos dejar que se extinga, y por el que debemos seguir resistiendo.