En medio de la Emergencia Humanitaria Compleja que afecta a Venezuela y que se profundizó con la llegada de la pandemia por Covid-19, la mujer se encuentra en situación de mayor vulnerabilidad.
Fuente Cepaz
El pasado 25 de marzo se realizó el evento Mujeres invisibles: el rostro de las mujeres invisibilizadas por la crisis en Venezuela, en el marco del sexagésimo quinto período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW65) .
Este panel fue organizado por Prepara Familia, Unión Afirmativa, Centro de Justicia y Paz (Cepaz), Acción Solidaria, Funcamama y Uniandes, con el apoyo de Care International, Kota Alliance y Women’s UN Report Network (WUNRN). La moderación del evento estuvo a cargo de Daniel Almeida, asesor regional para América Latina y el Caribe en Incidencia Política para Care International.
Jaana Rehnström, de Kota Alliance dio las palabas de bienvenida, señalando que el objetivo de la organización es disminuir las desigualdades de género. Agregó que en estos momentos cada vez se dificulta más la situación de las mujeres en Venezuela. Por eso iniciativas como las de Con Ellas son tan importantes para aminorar los efectos de la crisis.
Mujeres desbordadas por la crisis
Carolina Godoy, coordinadora de Género de Cepaz, señaló que las mujeres en Venezuela se encuentran desbordadas por la emergencia humanitaria compleja. Esta emergencia, producto de la combinación de factores como la inestabilidad política y el quiebre del Estado venezolano, ha generado el incremento de las desigualdades sociales y la pobreza subyacente, afectando de manera diferenciada y desproporcionada a las mujeres.
La estrategia de trabajo adoptada por Cepaz es una acción combinada de actividades con enfoque de derechos humanos y, al propio tiempo, acciones de ayuda humanitaria. «Una vez que habíamos llegado a documentar y denunciar los espacios de vulneración de las mujeres, no podíamos retirarnos sin contribuir al sostenimiento de la dignidad humana», recalcó Godoy.
Cepaz trabaja con las mujeres de base en las poblaciones en pobreza extrema de La Dolorita. Esta es una de las 32 parroquias de la ciudad de Caracas y cuenta con 94.740 habitantes.
¿Qué significa para una mujer vivir en La Dolorita?
Explicó Godoy que una mujer de base que viva en La Dolorita tiene 14 años que no dispone de agua potable en su hogar. Espera que llueva para redirigir las aguas desde el techo de su casa hacia barriles.
Tampoco tiene servicio de gas doméstico directo. Si no está en las listas elaboradas por representantes vecinales del oficialismo para poder recibir una bombona pequeña de gas cada 90 días, cocina a leña, causando daños ambientales y soportando enfermedades respiratorias.
No tiene servicio eléctrico directo, por lo que tiene que conectarse ilegalmente al alumbrado público. Esto facilita los cortes nocturnos como medio de control de la comunidad durante violentos operativos policiales por parte de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES).
Las mujeres de La Dolorita están en la parte más alta de un cerro caraqueño, sin dinero en efectivo, lo que les imposibilita movilizarse en transporte público. Tienen la preocupación diaria de no tener alimentos en sus casas.
Además, las mujeres adultas mayores, las abuelas, ceden sus porciones de alimentos a los demás miembros del grupo familiar. Los programas sociales promovidos desde instancias oficiales, como alimentos subsidiados, son insuficientes, con una distribución irregular y manejada con criterios políticos.
Una mujer de base que vive en La Dolorita tiene que lidiar con el hecho de ser clasificada en “voto duro oficialista”, “voto opositor”, y las llamadas “voto blando” (estas últimas mujeres son las vulnerables, ya que se sabe que seguirán instrucciones porque no pueden perder el beneficio de las bolsas de alimentos). Esta mujer mira con preocupación el embarazo adolescente dentro de sus familias, y advierte cada vez con mayor cercanía el riesgo de la práctica del sexo por sobrevivencia.
En La Dolorita, como en todo el país, la sobre exigencia de los cuidados del hogar durante la cuarentena y el distanciamiento social, coloca a las adolescentes de sus núcleos familiares bajo riesgo de deserción escolar. El encierro obligatorio, necesario para evitar la propagación o contagio de COVID-19, facilita la ejecución de violencias contra la mujer en el espacio privado.
Estas mujeres padecen además pobreza menstrual, al no poder comprar los insumos de higiene. «La opción es improvisarlos recortando ropa usada para cubrir bolsas plásticas rellenas de hojas secas».
Distraerse de sus preocupaciones vitales es un lujo que no pueden darse, por lo que se elevaron los casos de depresión, cuadros de ansiedad y estrés. «Una mujer que vive en La Dolorita experimenta día a día el desconcierto, la incertidumbre, el malestar, la sobrevivencia, el hambre y el deterioro de todas las dimensiones de la vida, se siente usurpada, no sólo en la gestión pública del Estado, sino en lo más íntimo de su existencia, en su cotidianidad», enfatizó la coordinadora de Género.
Acciones emprendidas desde Cepaz
Ante ello, desde Cepaz se emprendieron acciones de ayuda humanitaria desde el año 2019. Logrando impactar hasta la fecha a unas 18.000 mujeres y sus entornos familiares a través de la creación de un comedor piloto de la “sopa solidaria”, para asegurar la ingesta semanal de proteínas.
Así mismo, con la entrega de bolsas de alimentos se dio respuesta a casos de atención urgente. También se brindó capacitación para la generación de huertos familiares. Y se suscribieron alianzas con otras organizaciones para colocar implantes subdérmicos anticonceptivos.
Por otra parte, se logró la creación de un voluntariado de mentoras universitarias, que sirvan de referentes, motivando a las niñas y adolescentes a permanecer insertas y activas en el sistema educativo. Se ha hecho entrega de copas menstruales y la capacitación sobre su uso.
Se logró la constitución del club de lectoras comunitarias virtual como estrategia de integración y construcción de la cultura de paz. Además de realizar un acercamiento en la comunidad contra la violencia por razones de género mediante clínicas itinerantes de atención psicosocial y legal; documentación y acompañamiento de casos y capacitación de animadoras sociales como paralegales naranjas y la construcción de una ludoteca comunitaria como estrategia de recreación, integración y restablecimiento del tejido social en La Dolorita.
Además de todo lo anterior, Cepaz coloca su acento en la necesidad de visibilizar la violencia contra la mujer por razones basadas en género, mediante el Monitoreo de Femicidios en Venezuela, una acción que permite ahondar en la discriminación estructural y la desigualdad que es real, «en un país donde ocurre un femicidio cada 27 horas; donde no hay denuncia previa».
Recalcó Godoy que es imperativo «reclamar al Estado que no garantiza la seguridad para mujeres y niñas, ya que su inacción redunda en una violencia generalizada. La falta de casas de abrigo es un caminito invisible hacia el asesinato violento de mujeres. Al no desarrollar un Plan Nacional contra la Violencia femicida el Estado no solo olvida velar por el acceso a la justicia de las mujeres, sino que no las acompaña con dignidad, ocasionando su revictimización. Por el contrario, en nuestro sistema judicial existe la llamada puerta giratoria, porque se produce impunidad y con ella, el paradójico empoderamiento de los agresores».
«En nuestra mirada hacia Venezuela, soñamos una sociedad actora con mujeres de base fortalecidas y articuladas en redes, viviendo en paz y construyendo paz y en un Estado donde sus derechos humanos sean reconocidos, respetados y garantizados. Somos un grupo de defensoras de derechos humanos que creemos en la efectividad de transmitir la importancia de la resistencia, la resiliencia y la generación de esperanza de un mundo mejor para nuestras mujeres. Por lo que anhelamos generar en el espacio humanitario, apoyo para el mantenimiento de los programas y acciones que estamos implementado», concluyó la especialista.
Discriminaciones y violencias contra mujeres lesbianas
Quiteria Franco, coordinadora general de Unión Afirmativa de Venezuela, indicó que para «hablar de la situación de las mujeres lesbianas me voy a situar en tres momentos, previo a la Emergencia Humanitaria, durante la emergencia y durante el confinamiento por COVID-19».
Mencionó Franco que en nuestro país «hay una situación preexistente de discriminación y violencia contra las mujeres lesbianas en cuanto a negación de derechos humanos por parte del Estado venezolano, en el derecho a la igualdad y la no discriminación». Como ejemplo señaló la imposibilidad de proteger a la familia conformada por parejas del mismo sexo a través del matrimonio. Esta situación afecta a los hijos e hijas de estas parejas, que quedan totalmente desprotegidos. Y además se expresa a través de tratos crueles, inhumanos y degradantes en el hogar, el empleo, las escuelas, universidades y centros de salud, así como en centros religiosos.
«Hemos documentado, y en algunos casos hemos atendido, casos de violencia entre parejas, discriminación en el lugar de trabajo, discriminaciones en servicios ginecológicos y centros de donación de sangre a la pareja. Discriminaciones y violencias en lugares públicos como plazas, restaurantes y discotecas», agregó la directora de Unión Afirmativa. Mencionó casos graves de acoso escolar y en los centros de estudios universitarios contra docentes y estudiantes lesbianas.
Con el inicio de la emergencia humanitaria compleja, las afectaciones se incrementan y se diversifican las discriminaciones y las violencias. «Surgen entonces, problemas como la trata, la prostitución forzada, la migración forzada, la inseguridad alimentaria, disminución en la ingesta alimentaria, la inflación, etc. Eso se suma a la precariedad en servicios básicos, escasez de toallas sanitarias, la precariedad en los servicios de salud, que por supuesto también afecta a las mujeres lesbianas».
«Durante el confinamiento debido al COVID 19, las violencias en el hogar contra las adolescentes y mujeres lesbianas proveniente de los padres o las parejas se incrementaron». Incluyendo amenazas de violación correctivas o de ser expulsadas del hogar, así como el maltrato constante. Esta situación deja a muchas mujeres lesbianas con solo tres opciones: el silencio, la migración o el suicidio. En el caso de optar por el silencio, se producen afectaciones en la salud mental.
«El desempleo es otra consecuencia del confinamiento, por ende la diminución de los recursos económicos. Es un círculo vicioso, debido a que entonces se debe emprender la búsqueda de nuevas formas de obtener ingresos de manera independiente, o enfrentarse de nuevo a la discriminación a la hora de solicitar un empleo. Los medios de vida se han visto muy afectados haciendo que ganarse la vida sea aún más difícil», agregó Franco.
Continúa leyendo aquí