El embalse La Pereza está ubicado entre las montañas de Filas de Mariche, en el estado Miranda. En la actualidad las aguas servidas contaminan la poca agua que queda en el reservorio, que se surte del excedente del Sistema Tuy II, del cual han reportado que solo funciona a 40 % de su capacidad.
Caracas. En el kilómetro 11 de la carretera Petare-Santa Lucía está ubicada la comunidad Monseñor Arias, una de las tantas comunidades de Filas de Mariche. Llegar hasta allá se ha hecho más complicado de lo que era hace 15 años. Ahora el asfalto de las vías está socavado debido a los innumerables botes de agua que hay por toda la zona. Desde la entrada hasta la parte baja.
Los botes son de aguas blancas y servidas. El primer bote está en plena entrada. De ahí para abajo los carros deben circular lento y los conductores ir tanteando la vía. Muchos de los botes ya parecen riachuelos que pasan por el medio de la calle entre piedras y tierra que se mezclan con el asfalto socavado. Norma, Javier y Edelcy, vecinos de la comunidad, explican que las tuberías del sector ya no dan para más debido a que tienen más de 30 años, durante los cuales el mantenimiento ha ido decayendo progresivamente.
Lo más preocupante de los botes de aguas servidas es que están ocasionando que estas aguas vayan a parar al embalse La Pereza, uno de los reservorios de agua que sirve como compensador de los sistemas de bombeo Tuy I, II y III. Este embalse en especial se llena con los excedentes del Sistema Tuy II, el cual surte a gran parte del municipio Sucre, estado Miranda. Este embalse fue construido en los años sesenta y es uno de los más grandes del país.
En mayo, Jesús Armas, coordinador de Monitor Ciudad, aseguró que específicamente el Sistema Tuy II funciona a 40 % de su capacidad.
Al caminar por los alrededores del embalse se puede percibir el olor a cloaca. También se pueden ver las aguas negras cayendo por la colina que da hacia el reservorio de agua. Los vecinos cuentan que hace cuatro semanas Hidrocapital atendió uno de sus tantos llamados y acudió una cuadrilla a la zona. Hablaron con ellos, y los vecinos prometieron encargarse de la compra de todo el material que sea necesario mientras ellos se encarguen de la mano de obra.
Hasta el momento están a la espera de una respuesta de Hidrocapital, cuyos voceros quedaron en llevar la información hasta los oídos de Gilda Cancino, gerente de Operaciones de Hidrocapital. Mientras tanto, los vecinos de Monseñor Arias muestran con orgullo los botes de agua blancas que han logrado reparar gracias a la autogestión. “Este lo reparamos entre cuatro mujeres y un hombre”, recuerda Edelcy, mientras van mostrando las abrazaderas de tubo que han tenido que comprar e instalar ellos mismos.
Los botes de agua desaparecen por completo cuando se va el agua. En la comunidad los cortes en el suministro de agua potable son cada vez más frecuentes. Hace pocos días regresó el agua, pero los últimos años han llegado a estar entre tres y cuatro meses continuos sin suministro. Los vecinos recuerdan que una de las tantas veces que se han comunicado con Hidrocapital para la reparación de los botes de agua los voceros de la empresa estatal los amenazaron con cortar el suministro permanentemente si descubrían que alguno de ellos no había pagado el servicio.
“Ellos nos dijeron que lo arreglamos nosotros porque si descubren que debíamos agua iban a venir pero a clausurar las tuberías. Aquí hace rato que se dejó de pagar agua, porque ya ni siquiera la cobran ni se sabe cuánto es la deuda”, comenta Edelcy.
Faro Comunitario estimó que entre octubre y septiembre de 2018 los vecinos del municipio Sucre reportaron averías en tuberías de la vía pública en 87,7 % de las comunidades del municipio.
En 2020, el alcalde del municipio Sucre, José Vicente Rangel Ávalos, fue hasta el embalse y allí, junto con otras autoridades, aseguró que el gobierno de Nicolás Maduro había aprobado recursos para la recuperación de La Pereza. Entre los trabajos que prometió estaban: limpieza de la planta de bora, recuperación de las balsas de succión de agua y cambio del sistema eléctrico; además, aseguró que esta rehabilitación iba a beneficiar a Mariche, La Dolorita, Caucagüita y Turumo.
Hasta la fecha el embalse luce prácticamente vacío, lleno de lemna y barro. Este martes se pudo observar un tubo roto a la orilla del embalse que botaba agua a toda presión. Los vecinos de Monseñor Arias aseguran que en estos trabajos hubo aportes de la Unicef.
“Era lindo ese embalse. Allí grabaron la novela KaIna”, recuerda Norma mirando hacia lo poco de agua que queda dentro del reservorio, que ahora está vigilado por funcionarios de la Guardia Nacional que limitan el paso hacia ciertas áreas del embalse. Están allí desde hace poco más de un año, según palabras de uno de los funcionarios que vigila la zona.
El Observatorio Venezolano de Servicios Públicos realizó una investigación a principios de año sobre los hábitos más comunes que aplican habitantes de 12 ciudades del país para purificar el agua que consumen. 37,5 % de los encuestados afirmó que hierven el agua antes de ingerirla. La segunda opción es comprar botellones de agua (24,8 %) y la tercera es usar filtros purificadores (19,3 %). En total 81, 6 % de los encuestados aseguró que utiliza algún método de potabilización.
La contaminación del embalse La Pereza y la falta de suministro de agua potable son solo dos de los problemas que afectan a Filas de Mariche.
Otros problemas de la comunidad
En la actualidad, los constantes robos de carros y dentro de las casas, los secuestros, la falta de transporte público, la escasez de gasolina, las constantes invasiones, la poca señal de telefonía móvil y la prácticamente inexistente señal de Cantv también perjudican la vida de las más de 100 familias que aún viven en Monseñor Arias.
Los vecinos calculan que en otros tiempos eran más de 300, pero la migración también ha perjudicado la zona, que fue el refugio de muchos migrantes que construyeron casas por todas las áreas verdes de Filas de Mariche. “Aquí vivían uruguayos, chilenos, costarricenses, puertorriqueños. Pero todos se fueron”, dice Javier, quien es de nacionalidad peruana, pero con 30 años viviendo en Venezuela. La migración no solo ha sido de familias enteras, también las fábricas decidieron salir de la zona, la mayoría mueblerías. Ahora son solo galpones vacíos.