José Ramón Villasmil Hernández perdió a una hermana, un cuñado y una sobrina entre el lodo y las rocas que destruyeron la casa de su madre la noche del 23 de agosto en Tovar, estado Mérida. Son 3 de los 19 fallecidos de esta tragedia identificados hasta ahora por las autoridades
Mérida.- El olor a lodo impregna todavía toda la carrera 12 del Corozo Alto en Tovar, estado Mérida. Tres platos rotos sobresalen del barro que cubrió lo que fue la cocina de la madre de José Ramón Villasmil Hernández, y donde el martes 24 de agosto, hacia las 11.00 am, encontraron el cuerpo sin vida de su sobrina.
De las decenas de casas que destruyó esta tragedia, en la de José Ramón fue donde murió la mayor cantidad de personas de una misma familia. Su sobrina, Génesis Villasmil, tenía 18 años. Su cadáver quedó entre los escombros de la casa, pero los cuerpos de su hermana y su cuñado los encontraron el martes en la noche, casi un kilómetro más abajo de la vivienda. «A mi sobrina la encontraron muerta aquí», señala entre escombros y lodo. «Todo esto era la cocina de mi mamá. Esos escombros son de la casa de la vecina».
Su madre, otra hermana y otra sobrina están internadas en una clínica del pueblo. Estables, pero «aporreadas», dice José. Él se salvó porque ya no vive en la casa materna. La noche del lunes, cuando arreció la tormenta, él estaba en su casa. Nunca se imaginó que el aguacero le arrebataría a tres de sus familiares. Su hermana se llamaba Luz Marina Villasmil Hernández y su cuñado Elio Darío Bautista. «El miércoles a las cuatro de la tarde los enterramos», cuenta José Ramón, con la mirada perdida entre las rocas que permanecen en la montaña como un riesgo latente.
«Yo le pedí mucho a Dios y al Doctor José Gregorio Hernández»
Idain Fuentes no ha parado de sacar el lodo de su casa en una carretilla desde el martes 24 de agosto en la mañana, cuando volvió luego de que un pálpito lo hiciera salir corriendo la noche anterior cuando el estruendo de las rocas, y sobre todo un fuerte olor a lodo, le presagiaron la tragedia que venía.
«Cuando esto empezó a oler fuerte a lodo y se oían las rocas, que me imagino que ya venían reventando, me extrañó y me dije: esto huele demasiado feo. Vino un apagón, se vio todo clarito y se fue la luz. Yo me quedé aquí porque pensaba que la lluvia iba a bajar. Pero no. Llovió alrededor de cinco horas continuas. Cuando salí me llegaba el agua a las rodillas. No veía nada, estaba oscuro. Había caminado como 50 metros cuando eso pasó», dice refiriéndose al deslave que destruyó su vivienda. Corrió a refugiarse en casa de una sobrina, donde no dejó de rezarle a Dios y al Dr. José Gregorio Hernández.
Idain tiene 55 años de edad y es un hombre fuerte. Es atleta, corredor. A la casa que el deslave le destruyó le faltaba por terminarla. Llevaba cuatro años construyéndola de a poco, con mucho sacrificio y esfuerzo. Por eso se niega a perderla, aunque Protección Civil la haya marcado con un triángulo en una de las paredes que quedan en pie, símbolo que han puesto en 143 casas evaluadas como pérdida total.
«En esta casa vivimos mi esposa y yo, pero ella tiene siete meses en México porque se fue a llevar al nieto. Apenas hoy en la mañana me pude comunicar con ella. Yo quiero recuperar mi casa porque la levanté con mucho sacrificio. Yo nunca pensé que esto podría pasar, porque si no, no la hubiese fabricado aquí», dice. Idain, como todos en El Corozo Alto, no ha dormido desde ese lunes en la noche. El temor a que ocurra otro deslave se mantiene como las lluvias, a diario.
Son las 3:50 pm y comienza a llover más fuerte. El gobernador del estado, Ramón Guevara, llega a El Corozo Alto con el director regional de Protección Civil. Es la tercera vez que visita la zona. La gente lo saluda y él da una entrevista a los medios que están en la zona. Teodulfo Martínez, un hombre de 60 años que se salvó de milagro porque pudo salir del lodo, lo saluda mientras mantiene su mano izquierda pegada al pecho, porque está inflamada por los golpes que sufrió y le duele mucho.
«Yo sí le agradezco al gobernador porque ha venido todos los días con su equipo a ayudarnos. Yo de verdad me siento agradecido, con el gobernador, con los jóvenes y con todas las personas que han venido y siguen viniendo a ayudarnos», dice Teodulfo.
Las lluvias no detienen la ayuda que voluntarios, funcionarios de organismos de rescate y miembros de distintas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales traen desde el martes 24 de agosto a Tovar, este pueblo donde todos responden las «buenas tardes» pese a la tragedia que siguen viviendo, al derrumbe de sus viviendas, a la pérdida material y de seres queridos. A no tener luz ni agua por tuberías desde esa trágica noche del lunes, 23 de agosto.