
Por Francisco González
La muerte de Mahsa Amini en manos de las fuerzas de seguridad de Irán no fue un hecho aislado en el país, ni en la región. Otros países árabes presentan altos niveles de maltrato hacia las mujeres, en particular hacia las que luchan contra la opresión machista de los gobiernos musulmanes.
Qatar, una nación pequeña de la península arábiga que comparte frontera terrestre con Arabia Saudí, ha cobrado relevancia en el sistema internacional ya que su industria petrolera es de las más exitosas de la región, lo que ha llevado al país a desarrollar su economía a pasos agigantados.
Sin embargo, el éxito económico alcanzado por Qatar contrasta con la realidad de derechos sociales y culturales que se vive en el país, en especial en aquellos relacionados con las mujeres, la comunidad LGBTIQ+ y las minorías étnicas y raciales.
Las mujeres en el mundo musulmán están, al menos en naciones como Irán, Qatar y Afganistán, sujetas a decisiones de terceros sobre sus propias vidas. Esto se aprecia en la consolidación de un sistema conocido como el “tutelaje”, que más que un sistema político, es una institución que emana de los valores conservadores de la cultura islámica qatarí.
El tutelaje implica que las mujeres musulmanas qataríes deben pedir permiso a una figura cercana de autoridad, denominada “tutor”, para tomar decisiones como casarse, estudiar en el extranjero, ejercer algún cargo público o viajar dentro y fuera del país. El tutor puede ser el padre, el hermano, el abuelo, el padrino o el tío.
Este sistema de tutelaje refuerza el machismo, porque parte del desconocimiento de la autonomía de la mujer como individuo y la somete a la autorización de un agente externo que, no por coincidencia, es un hombre.
Con respecto a la vestimenta, en Qatar se exige cumplir con lo que el islam establece al respecto. Aunque no es tan drástico como en los casos afgano e iraní, las mujeres qataríes se ven socialmente obligadas a cubrirse el cabello en público.
Durante el actual mundial de fútbol, el Estado qatarí no exigió uso obligatorio de hijab a las mujeres visitantes. Sin embargo, se les invitó a cubrir piernas, pechos, hombros y brazos para apegarse a la “cultura nacional”.
La libertad sexual de las mujeres qataríes es, por supuesto, inexistente. Está prohibido, por ley y por religión, mantener relaciones sexuales fuera de la unión matrimonial. De hecho, las mujeres que son violadas pueden enfrentar consecuencias legales por mantener relaciones extramatrimoniales.
Para las mujeres casadas la historia tampoco tiene un final feliz. Si su marido así lo desea, la mujer debe acceder a tener relaciones sexuales con él, en el momento que sea, sin importar la opinión ni las circunstancias que ella pueda expresar.
En el país no existen leyes contra la violencia doméstica, ni instrumentos legales u oficinas de atención exclusiva a víctimas de este tipo de violencia. Muchas mujeres qataríes son a diario violentadas en silencio por sus maridos y, a veces, por sus hijos varones.
Divorciarse, a diferencia del hemisferio occidental, no es siempre una solución viable. Aunque los hombres pueden iniciar trámites de divorcio sin consultar a sus esposas, para las mujeres es complejo hacerlo, porque existen trabas burocráticas para ello. Además, es raro que la mujer gane un juicio por la tutela de sus hijos en Qatar.
Las mujeres trans ocupan un puesto incluso peor que el de las mujeres cis. Qatar penaliza enfáticamente a la comunidad LGBTIQ+, lo que conlleva a una serie de leyes homofóbicas que, al unirse a las leyes misóginas, dejan desamparadas a las mujeres trans, cuya mejor alternativa es huir del país.
Las familias conservadoras qataríes piensan que los derechos de las mujeres son una idea occidental y, por ende, luchar por estos es incompatible con los valores del país, con el islam y su cultura.
Sin lugar a dudas, la libertad, la libre decisión y la autonomía de todas las mujeres qataríes no es, ni debe ser para nadie, una idea incompatible. Estas son, por el contrario, las metas a alcanzar para el íntegro desarrollo del país y su inmersión en el concierto de naciones prósperas del mundo.