Francisco González/Internacionalista/Líder emergente de MonitorDescaVe e Investigador de Caleidoscopio Humano
(16-11-2024) Desde hace siglos, las sombras de la disputa territorial han oscurecido la relación entre Venezuela y Guyana. Sin embargo, en las últimas décadas, el descubrimiento de petróleo en aguas y suelo reclamado ha intensificado la lucha por el control de la Guayana Esequiba.
En este territorio, convertido en un campo de batalla económico, Guyana, haciendo oídos sordos al Acuerdo de Ginebra, ha redoblado su apuesta por afirmar su soberanía. Ante esta provocación, Venezuela ha respondido aferrándose a los acuerdos internacionales, pero su voz se ha perdido en el ruido de las ambiciones petroleras.
En un giro dramático, el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, refirió el caso a la Corte de La Haya en enero de 2018, una decisión que Venezuela rechazó rotundamente. Sin embargo, la Corte Internacional de Justicia siguió adelante, y en un golpe a las aspiraciones venezolanas, desestimó sus objeciones preliminares.
En diciembre de 2023, en un intento por revestir de apoyo popular la causa venezolana, el Estado organizó un referéndum consultivo donde, entre otras cosas, preguntó a la ciudadanía si estaba de acuerdo en rechazar el Laudo Arbitral de París y, en su lugar, confirmar al Acuerdo de Ginebra como único instrumento internacional válido.
El Consejo Nacional Electoral venezolano informó que se emitieron 10.554.320 votos a favor de la causa venezolana. El gobierno guyanés, de nuevo, desmeritó el resultado, insistiendo en desconocer el reclamo venezolano.
Sin lugar a dudas, Guyana actúa de manera desleal, dando concesiones en aguas disputadas y firmando contratos con multinacionales para explotar petróleo y otros minerales en suelo reclamado.
Venezuela, por su parte, se ha mostrado a favor de mantenerse bajo los límites que establece el derecho internacional a la luz del Acuerdo de Ginebra, ello sin lograr grandes éxitos. La «tolerancia diplomática» de Venezuela, lejos de ser bien vista por los guyaneses, ha sido leída como debilidad y fragilidad, lo que estos últimos han utilizado a su favor para adueñarse cada vez más del territorio.
¿Logrará Guyana empujar a Venezuela a renunciar a su legítimo derecho sobre el suelo Esequibo, o continuará el conflicto en un vaivén de cartas, notas y conferencias por varias décadas más?
¿Es posible que los mandatarios de ambas naciones dialoguen sobre los principios de soberanía, respeto y derecho internacional, para buscar soluciones al conflicto?
Mientras la comunidad internacional carece de respuestas para esta interrogante, cientos de niños y niñas nacen en suelo disputado, sin tener claridad sobre a dónde pertenecen realmente y siendo, día a día, potenciales víctimas de un conflicto armado que amenaza con reventar.