Los problemas que afectan a los miembros de la educación universitaria en Venezuela no dan tregua
Wanda López Agostini/Caleidoscopio Humano
La emergencia humanitaria compleja que sufre el país, sumado a la pandemia por COVID-19, ha significado un considerable y alarmante estancamiento en el cumplimiento de competencias que deben lograr tanto profesores como alumnos.
La Encuesta del Observatorio de Universidades sobre las condiciones de vida de la población universitaria (Enobu 2021) resalta que 85 % de los estudiantes encuestados han tenido que disminuir sus porciones de comidas durante la pandemia, mientras que, 8 de cada 10 profesores han reducido la cantidad diaria de alimentos debido a la situación económica del país.
El profesor universitario de Psicometría de la Universidad Metropolitana, Guillermo Medici, resalta que el personal administrativo y docente no cuenta con la remuneración necesaria, pero se mantienen trabajando porque saben que el país puede cambiar solamente con el aporte y la educación que brinda la academia a la sociedad.
El estudio destaca que, en el país el 56 % de los docentes universitarios se ven motivados a intercambiar bienes para poder costear o conseguir comida. “Los salarios de una universidad pública no dan para vivir, incluso, tampoco los de una privada, debido a la situación tan compleja que vive Venezuela”, agrega Medici.
En su reporte del mes de agosto, el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) registró una inflación de 10.6 %. Además, indicó que los rubros que mayor aumento sufrieron fueron alimentos y bebidas (9.7 %), servicios (24 %) y esparcimiento (35 %). Para ese momento, la Canasta Básica Familiar se ubicó en 305.09 dólares.
La organización no gubernamental Aula Abierta detalla, en su informe preliminar “Situación del derecho a la libertad de asociación y de expresión de los profesores universitarios en Venezuela”, que pese a los incrementos salariales que se han hecho en el año, un docente gana, en promedio, menos de 10 dólares mensuales.
Consideraciones ignoradas
La alta comisionada de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, detalló en su último informe presentado que se encontraba preocupada ante los bajos ingresos, ahorros y pensiones de los trabajadores del sector de la educación venezolana. Aunque sus impresiones ayudan a visibilizar la problemática, no han servido para que se resuelva.
“A pesar del acuerdo de declaración de emergencia humanitaria compleja de la educación por la Asamblea Nacional, de fecha 25 de septiembre de 2018, es muy poca la atención que los actores políticos le han prestado a esta situación, más allá de reacciones a situaciones específicas. Hace falta una política nacional e internacional de salvación del derecho a la educación y de la sociedad del conocimiento en Venezuela”, considera Keta Stephany, secretaria de Actas, Memoria e Información de la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (Fapuv).
Los salarios percibidos por los docentes universitarios no suponen ni el 2 % de los ingresos mensuales de un profesor en Latinoamérica. Lo que se contrapone al artículo 26 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que establece sueldos justos para cada oficio que se desempeñe.
Stephany cree que el Estado venezolano debe salir de su posición de negación, que lo lleva a llamar a la normalidad en las aulas como si no pasara nada, y tomar las medidas necesarias para que esa vuelta a clases sea verdaderamente posible.
La también profesora asociada de la Universidad Central de Venezuela enumera las dificultades que presentan los alumnos, trabajadores y docentes universitarios ante un posible regreso a las clases de forma semipresencial:
1) La pandemia no está controlada, el contagio se multiplica y mientras no se garantice la vacunación de todo el personal y del estudiantado en las universidades, no es posible la presencialidad.
2) El personal de las universidades no está siendo remunerado. El salario más alto de la última tabla impuesta por el gobierno es de 11 dólares al mes para el profesor titular. El salario más bajo, para el obrero 1, es de 2 dólares. A eso no se le puede llamar salario. Sin derechos laborales no puede haber clases.
3) La infraestructura de las universidades ha sido vandalizada; hay carencia de servicios básicos como agua, electricidad e internet constantes; no hay presupuesto para reposición de equipos, mantenimiento ni compra de insumos para la docencia, la investigación y la bioseguridad en el campus.
Fallas constantes sin soluciones
El pasado 20 de septiembre se hizo tendencia en las redes sociales la etiqueta #CaosUSM, un grupo de estudiantes de la Universidad Santa María (USM) reclamaban el aumento del 100 % de la unidad de crédito de las materias de las distintas carreras.
“Más de $175 el primer pago del semestre. Impagable para el venezolano promedio, mucho menos para los jóvenes trabajadores y estudiantes”, comentaron en Twitter. Al día siguiente, el centro universitario anunció que las tarifas habían sido reajustadas. Sin embargo, las autoridades no se responsabilizaron ni atendieron la solicitud de información realizada por los afectados.
En la Enobu 2021 se detalla que el 88 % de los profesores y el 95 % de los estudiantes no se ha vacunado, también que el 83 % de los universitarios e igual número de docentes manifestaron que su conexión a internet es regular o mala. Lo que oscurece el panorama universitario, al comprometer la impartición de clases online o presencial.
“Las condiciones externas no están dadas para ir a clases presenciales. Lo que más preocupa a muchos es el transporte y cuáles son las medidas de bioseguridad que se tomarán. A los que estamos fuera del país, el hecho de comenzar a dar clases online nos favoreció. Seguramente si vuelve presencial, muchos tampoco podrán ir por diversas razones, entre ellas, conseguir efectivo para el pasaje”, precisa Desiré Santander, estudiante de Comunicación Social de la USM.
Medici, por su parte, indica que el tema académico a distancia es muy complejo por las fallas de internet. Recuerda que los docentes tuvieron que buscar distintas alternativas, como enviar grabaciones, pero eso ocasionó que debido a las clases asincrónicas se perdieran las interacciones necesarias en muchas cátedras.
“Fue una metamorfosis porque los estudiantes tuvieron que acoplarse a una nueva dinámica, pero a los docentes que tienen años enseñando a través de otras modalidades, se les dificultó esta transición. El inicio fue complejo, incluso más rudo para los docentes que para los estudiantes”, comenta.
De acuerdo con Keta Stephany, el plan gubernamental “Universidad en Casa” fracasó, porque el Estado venezolanos y el Ministerio de Educación Universitaria no garantizaron el acceso de profesores y estudiantes a la educación en línea. “No se puede dictar ni recibir clases a distancia sin internet, sin electricidad y sin dotación de equipos de computación”, agrega.
De acuerdo con los datos de bienestar social recopilados por la Enobu 2021, 46 % de los profesores se sintieron frustrados y, en el caso de los adultos mayores, 46 % presentó tristeza y 75 % desesperanza.
“Los profesores afrontamos esta situación sin recibir como contraprestación un ingreso que garantizara la alimentación del núcleo familiar, y con muchas más dificultades para generar ingresos alternativos a través del ejercicio libre de nuestras profesiones, toda vez que muchas actividades económicas se paralizaron o se deprimieron aún más”, reitera Stephany.
¿Es posible un regreso a clases presenciales de forma óptima?
La situación que viven los centros estudiantiles, los docentes universitarios y el alumnado cada vez es más notable. Para Guillermo Medici, uno de los grandes retos que tiene la educación superior venezolana es generar incentivos para investigaciones, que permitan que la academia no quede atrás, innove y se actualice, porque “de cierta manera Venezuela se quedó en un bucle desde hace 20 años”.
Stephany precisa la necesidad de mejorar significativamente los salarios de todo el personal que labora en las universidades, con especial énfasis en la cobertura de hospitalización, seguro y maternidad, además de atención primaria en salud. También, ofrecer condiciones de bioseguridad y procurar la vacunación de todas las personas que hacen vida dentro del recinto educativo.
Además, es necesaria la reparación y mantenimiento de todas las instalaciones que actualmente están en condiciones de poco uso o de imposibilidad de uso. Sobre todo, los espacios en los que se desarrollan actividades académicas de extensión, investigación y posgrado. Mantenimiento y reposición de equipos y prestación de los servicios fundamentales.
“Acondicionamiento de las aulas y escalonamiento de las actividades con grupos pequeños de estudiantes de modo de garantizar el cumplimiento de las medidas de distanciamiento social mientras dure la pandemia. Providencias estudiantiles suficientes con énfasis en becas, atención en salud, transporte, comedores y acceso a internet”, asevera la profesora de la UCV.
Recuerda que es una prioridad que el personal cuente con equipos y plan de datos para las actividades bajo la modalidad virtual, que se logre seguridad en el campus y sus alrededores, y se inicie el proceso de elección de autoridades.