Según la Migration Policy Institute (MPI), a nivel mundial los principales destinos de los refugiados y migrantes venezolanos en el extranjero hasta diciembre de 2024 eran Colombia (2.8 millones) y Perú (1.7 millones).
Fuente original: Correo del Caroní. – En búsqueda de un futuro mejor, muchos venezolanos guardan todos sus sueños en una maleta y emprenden un viaje con un destino incierto. Para enero de 2025, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) reportó que la cifra de venezolanos en el exterior asciende hasta los 7,9 millones, con 6,7 en la región del Caribe y América Latina, mientras los otros 1,2 millones se encuentran en otras zonas geográficas del planeta.
El número específico no ha sido revelado por ninguna organización; aun así, para la mayoría de venezolanos es de conocimiento general que esas cifras se conforman en gran medida por madres que deben dejar atrás a sus hijos para poder ofrecerles más recursos y que puedan vivir en óptimas circunstancias.
Aunque Nicolás Maduro ocasionalmente exclame frases como: “Se van engañados y son miles los que están clamando ayuda para poder regresar”, múltiples estudios han confirmado que en los últimos años cada vez más los venezolanos toman el riesgo de abandonar la tierra que los vio nacer en busca de nuevas oportunidades, no solo para ellos, sino también para sus familias, generalmente postergadas a una futura reconciliación.
De acuerdo con la MPI, tan solo en Estados Unidos el número de inmigrantes venezolanos creció 318% entre 2010 y 2023, mucho más rápido que el crecimiento total de la población inmigrante en ese país durante el mismo período.
Asimismo se puede agregar que conforme a un diagnóstico realizado por Cecodap, una organización sin fines de lucro establecida en Caracas, y la empresa encuestadora Datanálisis, para el año 2020 los padres migrantes habían dejado atrás a casi un millón de niños. Y aunque no se segmente por género, es innegable el porcentaje ocupado por las madres venezolanas.
Las matriarcas, como cualquier ser humano, sufren las consecuencias de ser un migrante más -muchas veces sin documentos oficiales-, aunado a eso, son atormentadas constantemente por el recuerdo de haber dejado a sus hijos atrás; cuando se trata de razones, las mujeres en condición de inmigrante manifiestan diversas causas, generalmente ligadas a la necesidad de ser sustento para sus hijos; por ejemplo, Vanesa Uribe, quien emigro a Valledupar, Colombia, expresó: “Estaba pasando trabajo y no tenía cómo mantener a mis hijos”.
“Los amo, estudien mucho” fue lo último que Aura Fernández, de 38 años de edad y madre de múltiples “retoños” pudo decirles a sus niños frente a frente. Este no es un caso aislado, según los testimonios, frases como esa son las que suelen escuchar los vástagos de mujeres que deben irse para poder sobrevivir y mandar el dinero suficiente con el que sus hijos podrán vivir en una mejor condición, a costo de criarse sin su figura materna.
Los niños quedan, en la mayoría de los casos, a custodia del otro padre; la cadena de hospedaje si las cabezas del hogar no pueden salvaguardar al menor suele ser: abuelos, algún otro familiar, en solitario recibiendo remesas de sus padres y, como último destino, servicios de protección a menores como el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (Cpnna) o el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos del Niño, Niña y Adolescentes (Idenna), por mencionar algunos.
¿Cómo viven los niños al separarse de su madre?
“Ella me dijo que se iba a trabajar para comprar nuestra casa, ropa nueva y la comida para que yo sea más gorda”, dice Alexandra Valentina, de 7 años cuya madre migró hacia al país que hace frontera con Táchira en una entrevista para BBC.
Respuestas como esa suelen ser comunes en menores de edad; las jefas de hogar, en un acto demostrativo de maternidad, suelen “maquillar” la realidad para no hacerlos pasar un mal momento. No obstante, algunos jóvenes no son persuadidos tan fácil, y se presentan situaciones desgarradoras para los familiares de los niños.
“Papi, estoy cansado de verte por aquí” o “mami, ¿cuándo vienes? Te extraño” son palabras que suelen decir los hijos a sus padres en videollamadas; los progenitores suelen sentir un nudo en su pecho y pensar muchas cosas, entre ellas desean tener prosperidad, no por una ambición material, sino para reunirse con sus niños, que en algunos casos dejaron atrás cuando apenas eran bebés.
“Ella me contó y lo entendí: se fue para lograr una mejor vida para ella, para mí y para mi hermano. No se fue por ella, sino por nosotros”, exclamó un joven para BBC al cuestionarle qué pensaba al respecto de la inmigración de su madre a Colombia.
Puede parecer que una vez solucionadas las necesidades básicas los niños vivirán en una plena armonía; pese a ello, múltiples profesionales de la salud mental han denunciado en varias ocasiones que las consecuencias de la inmigración de uno o ambos padres son grandes. “Tiene implicaciones para el niño más fuertes de las que imaginamos”, expresa el psicoterapeuta Oscar Misle, fundador de Cecodap.
“Los niños pueden entender que los papás se tienen que ir. Sin embargo, no están preparados para manejar el abandono”, explica la directora nacional del Programa Escuela de Fe y Alegría, Noelbis Aguilar a BBC. “Me quiero ir con mi mamá porque me hace falta y ya no es igual”, declaró un joven que quedó a cargo de su padre mientras su madre se fue a Colombia para ayudar en los gastos del hogar.
Este Día de la Madre muchas familias estarán separadas, y gran cantidad de madres extrañarán a sus hijos; por eso los venezolanos más sabios recomiendan el disfrute de esta próxima celebración, “porque nunca sabes cuándo lo tendrás que celebrar a través de una pantalla”.