¿Cómo combatir y cubrir la violencia digital contra mujeres periodistas?

Fuente original: Fundación Gabo. – En el entorno digital, las mujeres que alzan la voz sufren insultos, amenazas y hostigamientos. En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, abordamos el riesgo de ser mujer periodista o con voz pública. Además, compartimos claves y recursos para afrontar y cubrir la violencia digital de género.


El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es un recordatorio contundente de que las agresiones contra mujeres y niñas persisten en todos los ámbitos: hogares, instituciones, calles, salas de redacción y espacios digitales. La fecha, instaurada por la ONU en 1999, busca visibilizar estas violencias y exigir medidas concretas para prevenirlas, sancionarlas y erradicarlas. Para el periodismo, implica además una responsabilidad ética de narrar estos hechos sin revictimizar, evitando estereotipos y ofreciendo un marco para comprender las dinámicas que sostienen la violencia de género en la región.

En la Red Ética hemos insistido en la importancia de esa mirada rigurosa y cuidadosa. Por eso, en este 25N, presentamos algunas reflexiones y un decálogo surgidos del Encuentro Regional sobre Integridad Electoral, Desinformación y Violencia Política Digital de Género, celebrado en Cartagena, Colombia, los días 16 y 17 de octubre de 2025, donde mujeres periodistas y profesionales del sector público se reunieron para conversar sobre la violencia de género que sufren las mujeres con voz pública en la esfera digital en América Latina.


Violencia digital contra mujeres con voz pública

La violencia contra las mujeres adopta múltiples formas, y su impacto es especialmente grave cuando busca expulsarlas del espacio público o silenciar su trabajo periodístico. Estas agresiones, que van desde ataques personales y campañas de desinformación hasta la reproducción de estereotipos arraigados y un escrutinio desproporcionado frente a sus pares hombres, configuran un entorno que limita la participación de las mujeres en la vida democrática y condiciona su presencia en la conversación pública.

Sobre este tema expuso en Cartagena la periodista Paula Escobar, reportera de CNN Chile y directora de la Cátedra Mujeres y Medios de la Universidad Diego Portales. En su intervención, analizó los sesgos, estereotipos y expresiones de machismo que enfrentan las mujeres tanto en redes sociales como en espacios periodísticos, señalando que en los medios persiste una “invisibilidad o visibilidad estereotipada” y que “somos parte de una cultura en la que hay una violencia permanente en los cuerpos de las mujeres”. 

Escobar también cuestionó la recurrencia de paneles compuestos exclusivamente por hombres y el hecho de que las mujeres reciban ataques, críticas o sanciones más severas cuando cometen una equivocación. Durante su intervención, la periodista chilena recordó que las mujeres con poder suelen ser vistas como figuras que transgreden el rol que se les asigna culturalmente, donde el estereotipo que se les concede las ubica en un lugar de conformidad y silencio. Esto implica que cuando entran al debate público, no solo se les exige un dominio absoluto del tema, sino que se les somete a un escrutinio más duro que a cualquier hombre con menos preparación o trayectoria, reflejando una expectativa desigual que, en la práctica, penaliza su presencia y su voz.

Los insultos o ataques que reciben las mujeres por su visibilidad son variados. Según Escobar, se les califica de “brujas, inestables, histéricas, descontroladas”, de “malas madres”, dueñas de “mucho o poco liderazgo”. “Si tienen poder, son ambiciosas” y “hay que quemarlas o sospechar de su poder”. También reciben ataques por su carácter, diciendo que son “duras” o “difíciles”.  

Existe, además, una fijación en su talla de ropa, su edad, su cuerpo o si tiene o no tiene hijos. Si se trata de un hijo pequeño, presumen que debe estar en casa cuidándolo; o bien reciben comentarios por lo que hagan o dejen de hacer esos hijos. “Un hombre, entre más poder tenga, más gusta a la gente. En la mujer es al revés”, dice Escobar.

Algunos efectos de la violencia y ataques digitales a las mujeres con voz pública, según Paula Escobar, son:

  • Menor espacio mediático.
  • Representación mediática desde una perspectiva sexista.
  • Tendencia a ser presentadas como fuentes testimoniales y no expertas.
  • Necesidad de estar 500% preparadas para poder entrar en la esfera pública.
  • Aumento del temor a la exposición pública de parte de fuentes y de periodistas.
  • Preguntas y enfoques sexistas sobre temas considerados “femeninos”, hasta un énfasis en su biografía y no sus ideas; sus cuerpos y familias y no sus resultados.
  • Tendencia a banalizar las amenazas que sufren, especialmente en redes sociales. Se dice: “esto no es tan importante”, “hemos vivido dictaduras”, “ha habido periodistas desaparecidos” y que “te trolleen en redes sociales es menor”.
  • Trolleos y hostigamientos habilitan otras violencias.
  • Las mujeres abandonan el espacio público.
  • Disminución de oportunidades y del deseo de las mujeres de llegar a la toma de decisiones. 

Pero esta violencia no ocurre en el vacío, sino que se alimenta de la polarización, la desinformación e incluso muchas veces surge desde las mismas estructuras de poder que buscan enviar un mensaje a otras voces críticas para limitar y empobrecer el debate público.

Si bien la violencia de género no se limita al ámbito digital, con frecuencia se origina allí y se traslada a la vida fuera de la pantalla en forma de coacción, agresiones físicas e incluso feminicidios. Los impactos pueden ser duraderos y afectar de manera profunda a quienes sobreviven a estas agresiones.

De acuerdo con Naciones Unidas, el 73 % de las periodistas ha sufrido violencia en línea, siendo la desinformación y la difamación las formas más frecuentes de ataque. Aun así, un 33 % de las mujeres y niñas que padecen esta táctica deciden no denunciar, en parte porque menos del 40 % de los países del mundo cuenta con leyes que protejan a las mujeres del ciberacoso o el ciberacecho. Lo que deja a 1.800 millones de mujeres y niñas —el 44 % de la población femenina mundial— sin acceso a una protección jurídica básica.
 

¿Qué matices adquiere la violencia de género en tiempos electorales?

Durante los procesos electorales, la violencia digital contra las mujeres se intensifica en volumen, coordinación e intención, adquiriendo un carácter abiertamente disciplinador. 

Las periodistas que cubren política enfrentan campañas de descrédito, ataques coordinados y desinformación dirigida a su trabajo y reputación. Las ciudadanas que opinan sobre asuntos públicos también se convierten en blanco de hostigamiento, lo que limita su participación en el debate y refuerza las brechas de género en la conversación política. Y para las candidatas, estos ataques tienen un efecto directo en sus oportunidades electorales, pues desincentivan su presencia en espacios mediáticos, reducen sus posibilidades de competir en igualdad de condiciones y condicionan su seguridad física y digital. En este contexto, se vuelve imprescindible contar con herramientas y acuerdos mínimos para proteger la integridad informativa. 

Con este propósito, el taller realizado por la periodista colombiana Ana María Saavedra en el cierre del Encuentro Regional, dio lugar a la construcción de un decálogo orientado a enfrentar la desinformación y la violencia digital con enfoque de género durante los procesos electorales.
 

Decálogo para la integridad informativa con enfoque de género


1. Crear una comisión interinstitucional permanente.
Integrar un grupo de trabajo entre organismos electorales, medios, plataformas digitales, academia y sociedad civil para coordinar estrategias, intercambiar información y monitorear avances frente a la desinformación con enfoque de género.

2. Establecer mesas de diálogo entre autoridades electorales y plataformas digitales.
Promover acuerdos de cooperación para mejorar la detección de contenidos falsos, la moderación responsable y la difusión oportuna de información verificada durante los procesos electorales.

3. Implementar un sistema regional de monitoreo y datos abiertos.
Desarrollar una plataforma colaborativa para registrar y contrastar incidentes de desinformación y violencia digital, alimentada por periodistas, organizaciones y autoridades, con el fin de dimensionar el problema y orientar políticas públicas.

4. Diseñar protocolos de prevención y respuesta ante la desinformación.
Definir rutas de actuación claras que incluyan mecanismos de alerta temprana, verificación de hechos, rectificación pública y acompañamiento a víctimas de violencia digital, priorizando la protección de las mujeres con voz pública.

5. Impulsar campañas de cohesión social y sensibilización comunitaria.
Articular a medios, artistas, autoridades locales, instituciones educativas y líderes comunitarios en campañas que promuevan la empatía, el respeto y la participación informada, reduciendo la polarización y los discursos de odio.

6. Incorporar la alfabetización y educación digital desde edades tempranas.
Incluir contenidos sobre pensamiento crítico, verificación de información y derechos digitales en los programas educativos, tanto formales como informales, fortaleciendo la capacidad ciudadana frente a la manipulación informativa.

7. Promover la transparencia y la rendición de cuentas.
Exigir que los medios, candidaturas y partidos políticos hagan pública su línea editorial, fuentes de financiamiento y protocolos para el manejo de la información, fortaleciendo la confianza pública en la comunicación política y periodística.

8. Fortalecer la investigación sobre las estructuras de desinformación.
Apoyar estudios interdisciplinarios y regionales que identifiquen redes, narrativas y actores que operan campañas de desinformación, con énfasis en su impacto diferenciado sobre mujeres y comunidades vulnerables.

9. Fomentar el periodismo colaborativo y las alianzas de verificación.
Consolidar redes de periodistas, medios y verificadores que compartan metodologías, bases de datos y recursos para combatir la desinformación electoral y fortalecer la ética y la calidad informativa.

10. Reconocer y comunicar activamente el rol de las autoridades electorales.
Desarrollar estrategias de comunicación pública y pedagógica que visibilicen la función de las autoridades electorales en la protección de la integridad democrática, asegurando mensajes claros, accesibles y basados en evidencia.

Recursos para una cobertura responsable de la violencia de género

Cubrir la violencia contra las mujeres exige mucho más que precisión informativa. Implica comprender los riesgos diferenciales que enfrentan las víctimas, los patrones culturales que sostienen estas violencias y la obligación ética de evitar tratamientos sensacionalistas o enfoques que otorguen legitimidad a los agresores. En los últimos años, en la Red Ética hemos abordado este reto desde distintas perspectivas, ofreciendo herramientas para mejorar la calidad y el sentido ético de la cobertura.

En ‘Cómo reportar sobre violencia sexual de manera responsable’ presentamos pautas y recursos para periodistas que cubren delitos sexuales, un terreno donde el sensacionalismo y la revictimización siguen siendo riesgos frecuentes. En el consultorio ético, Yolanda Ruiz ha insistido en la necesidad de equilibrar la urgencia informativa con el deber de no amplificar la voz del perpetrador, especialmente en casos donde esa exposición puede ser revictimizante o distorsionar el propósito de la cobertura.

También hemos analizado casos concretos que ilustran cómo estas violencias se amplifican o distorsionan a través del cubrimiento mediático. Uno de ellos fue la filtración de imágenes de Fabiola Yáñez, ex primera dama de Argentina, golpeada por su entonces pareja, el expresidente Alberto Fernández. La periodista Nora Loto advirtió entonces cómo esas fotografías, lejos de aportar a la comprensión del hecho, fueron instrumentalizadas como insumo de disputa política, desdibujando la gravedad de la agresión y convirtiendo la violencia de género en moneda de intercambio simbólico. Otro caso significativo fue el de Gisèle Pelicot, a propósito del cual conversamos con la periodista Ana Requena Aguilar y la abogada Ana Bejarano sobre los riesgos de cubrir un proceso mediático tan cargado de estereotipos y emociones. En ese diálogo discutimos la importancia de aplicar enfoque de género, evitar etiquetas como “monstruo” o “víctima” que simplifican realidades complejas, y comprender el rol del activismo y del escrutinio público en juicios como el del violador confeso Dominique Pelicot. 

Desde Perú, Esther Vargas nos recordó que aproximarse a quienes perpetúan y normalizan la violencia permite ofrecer a la audiencia contextos más amplios y claves para comprender el problema en toda su dimensión.

Estos episodios y casos evidencian cómo las decisiones editoriales pueden reforzar estigmas, alimentar narrativas polarizadas o, por el contrario, contribuir a una cobertura más ética, cuidadosa y centrada en las mujeres afectadas por la violencia de género.

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