Justicia Social

Apuntes millennial para definir qué es –y qué no es– la justicia social

“Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.”

Artículo 2° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 1945.

Sofía Ustáriz/Caleidoscopio Humano

(20-02-2022) La idea original de este artículo de opinión giraba en torno al debate que inició John Rawls con su Teoría de la justicia –a lo que algunos han llamado una versión moderna de la justicia distributiva, o justicia equitativa–,[i] las críticas de Hannah Arendt[ii] a la efectividad de los sistemas de justicia alrededor del mundo y alguna que otra reflexión de fantásticos autores actuales que buscan un concepto único de justicia social[iii] ¿cabe solo dentro de lo jurídico?, ¿dentro de lo económico?, ¿dentro de la educación?

La verdad es que, de solo pensarlo, me dolió la cabeza (además de sonar muy aburrido).

Eran las 2:00am y en el reproductor sonaba un famoso verso de una canción de Apache: “Será mejor que nos presten más atención o, si no, que se abstengan a nuestra opinión”. Sonó luego otra de Laura Guevara: “no hace falta más muros y sí más educación, somos de muchos colores con un solo corazón.

Recordé que en un mismo día hablé con dos personas de la misma ciudad: una de ellas estaba terminando en la universidad, feliz con el trabajo que encontró, pensando en una maestría; mientras que la otra recién había salido del bachillerato y cuando le pregunté qué quería hacer ahora me dijo “tengo que trabajar para ayudar a mi mamá con mis hermanos”.

Para la segunda persona la respuesta al ¿qué quieres hacer ahora con tu vida? No llevaba opciones, sino una realidad “tengo que trabajar”, no quiero, tengo.

La respuesta a mi debacle interno está aquí, en mi realidad, en lo que veo cada día, en cada persona que no vive la vida que quiere sino la que tiene que vivir.

Decidí entonces exponer la vulnerabilidad de las reflexiones en la mente de una mujer millennial que ha hecho vida en “las 3 Caracas”, eso que quienes vivimos en la ciudad no mencionamos mucho para evitar caer en el abismo de su veracidad.

¿Cómo sería el mundo si todas las personas tuviéramos igual acceso a libertad y oportunidades?

Si todas las decisiones que tomáramos en nuestras vidas fueran hechas desde el deseo, desde la ambición de los sueños, y no desde la necesidad por sobrevivir. ¿Qué estaría haciendo hoy, en este momento, cada una de las vidas de las 3 Caracas si todas sus necesidades básicas estuvieran cubiertas? Si esta ciudad no estuviera manchada por el clasismo.

La verdad es que el concepto de justicia social ya no pertenece a John, ni a Hannah, ni siquiera le pertenece a ese muy estudiado grupo de personas que redactaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos por allá, hace más de 7 décadas, encabezados por Eleanor Roosevelt; todas ideas valiosas que son la base de los debates actuales. Pero no, el concepto actual de justicia social nos pertenece a quienes vivimos las diferencias impuestas de la sociedad presente, que se expresan cada vez que encontramos una traba para dedicarnos a lo que nos hace sentir vivos.

Porque la vida que solo busca pagar cuentas no es vida, es sobrevivencia.

El profesor Werner Corrales defiende el ideal de “vivir la vida que tenemos razones para valorar”[iv] Pero ¿es esta afirmación realmente posible en la actualidad? No.

Las 3 Caracas es solo un ejemplo por ser mi ciudad natal, pero no solo se extiende a toda Venezuela –donde la realidad de una emergencia humanitaria compleja profundiza cada problema– sino que cubre a todo el mundo. Las culturas pueden ser distintas, pero todas las personas tenemos deseos y, según los datos de Naciones Unidas (2019) más del 70 % de la población mundial enfrentamos grandes trabas económicas, sociales y culturales para cumplirlos. Trabas que se acentúan si eres mujer, migrante, de una raza no caucásica, de género no heteronormativo, demasiado joven o demasiado mayor… y la lista sigue.

Sin embargo, porque la justicia social no sea real –todavía– no quiere decir que no sea importante, no niega que la igualdad de oportunidades es una idea empoderadora y las ideas empoderadoras dan miedo, son tergiversadas por quienes la igualdad de oportunidades les reduce los privilegios.

Existen muchos mitos alrededor del concepto de justicia social, en un país con una población tan polarizada como en Venezuela, donde nos sentimos seducidos por las verdades absolutas –que de verdad tienen poco– en busca de consuelo frente a una realidad de pocas y pobres oportunidades de desarrollo profesional.

En uno de esos extremos, se le suele huir a todo lo que diga “social” porque, gracias a una intensa propaganda, pensamos que se trata de alguna estrategia política para engañarnos.

Desmitifiquemos algunas afirmaciones sobre esta idea empoderadora:

  1. La justicia social NO es un concepto político ni una propaganda para justificar corrupción –aunque, como toda idea, puede ser nombrada para lograrlo.

La justicia social busca reducir la discriminación que generan las diferencias entre los contextos en que vivimos las personas, porque cada quien tiene una historia única, pero su historia no debe ser motivo de socavación de derechos.

  • No es “quitarle a unos para darle a otros” sino evitar que los privilegios de una persona bloqueen el acceso a los derechos de otra, que ambas personas se les reconozca su dignidad como ser humano.
  • No se limita a lo económico –aunque es una realidad que las diferencias en ingresos generan discriminación.

La pobreza no solo es falta de dinero en mano o tener problemas para pagar las cuentas, la pobreza también es no tener acceso a educación de calidad, una vivienda segura o tener que trabajar en un lugar en donde no nos sentimos valorados solo porque es nuestra mejor opción para no pasar hambre.

La pobreza también es las jornadas laborales de 12 horas seguidas para poder llevar comida a la casa y no tener a dónde ir a la hora de una emergencia médica. La pobreza es saber que estarás en el mismo lugar toda tu vida, no porque sea tu decisión, sino porque el hecho fortuito de dónde y en qué familia naciste lo definió así por ti.

  • No es algo de lo que solo son responsables los políticos, porque eso sería negar la incansable labor que realizan miles de líderes sociales y organizaciones de la sociedad civil al presionar por la igualdad en el acceso a derechos al Estado venezolano todos los días, arriesgando sus vidas.

Para que la justicia social sea real debemos presionar todos, en cada oportunidad con cada pancarta, con cada firma de una petición, con cada tweet para exigir la libertad de una persona inocente, con cada correo a una autoridad local, regional o nacional para pedir explicaciones y exigir dignidad sobre las condiciones de las escuelas y los hospitales.

  • Y mucho menos es “el siguiente eslabón” en la prioridad de los derechos, pues solo a través del principio de igualdad ante las oportunidades es que podemos desarrollar plenamente nuestra personalidad, experimentar, descubrir qué nos gusta hacer y ponernos manos a la obra.

Me gusta pensar entonces que, en las palabras de una activista millennial venezolana, justicia social es el pleno desarrollo y reconocimiento del talento humano o, en otras palabras: vivir la vida que queremos, porque podemos.


[i] https://journals.openedition.org/polis/1868

[ii] http://maytemunoz.net/wp-content/uploads/2016/10/arendt-hannah-eichmann-en-jerusalen.pdf

[iii] http://historico.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/revenj/cont/39/dtr/dtr1.pdf

[iv] https://www.linkedin.com/in/wernercorrales/?originalSubdomain=ve

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