Revista Sic. – Luisa Pernalete / La situación de Afganistán, ha puesto sobre la mesa de manera urgente el tema de la opresión de la mujer y las niñas en pleno siglo XXI. En Venezuela no tenemos a los talibanes, pero también hay desigualdad, femicidios. Hay que prevenir estas situaciones desde las edades tempranas. También hay que decir que hay organizaciones que trabajan por enfrentar y prevenir la violencia contra la mujer, Sobre esos temas escribo.
Según el Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (CEPAZ), hubo 125 femicidios entre enero y julio de 2021 en Venezuela. En julio, según la misma fuente, hubo 26 femicidios y 7 frustrados. No tenemos talibanes gobernando en el país, pero si tenemos mucha violencia contra la mujer en Venezuela.
Estas cifras no pueden pasar desapercibidas ni para las autoridades ni para la sociedad en general, puesto que el comportamiento violento no es natural, es aprendido. Se aprende por imitación, cuando se es pequeño. Se aprende por modelaje y se repite al ser cultural y al hacerse parecer como algo “normal”.
Digamos algo más sobre estos datos que aporta CEPAZ, en relación a los casos de julio: el 11,5% de esas víctimas eran menores de 12 años, 11,5% entre 16 y 18 años. Sobre los agresores: 34% no tenían que ver con las víctimas, pero el 15,4% tenían que ver con sus parejas o exparejas y en el 11,5% existía una relación familiar entre víctima y agresor. Entonces, las relaciones familiares deben ser examinadas y ver cómo se puede prevenir ese comportamiento violento, que, si bien no siempre llega a la muerte, deja muchas huellas.
Sobre cómo la justicia venezolana enfrenta la violencia contra la mujer, la organización Acceso a la Justicia, después de analizar unas cuantas decisiones judiciales en materia de violencia de género, en su informe Mitos y realidades de la violación contra la mujer en Venezuela, dice, entre otras cosas, que no se habla de “reparación” en ningún caso y consideran que las sanciones no son suficientes.
En nuestro país existe la Ley Orgánica sobre el Derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia, la cual entró en vigor en el año 2008 y fue reformada en el 2014. Sin embargo, es poco conocida y aún menos aplicada. Eso, aparte del amedrentamiento que suele acompañar a las situaciones de violencia, en especial la sexual, influye en que se denuncie poco.
Pero hablemos también de las niñas y cómo ayudar a prevenir que sean violentadas. Desde pequeños, en la familia y en la escuela, hay que evitar afirmaciones como “los niños no lloran”, que “la mujer es el sexo débil”, o que “a las mujeres le gustan que las celen”. Tampoco ser desiguales en la asignación de tareas domésticas. Todo eso influye.
Tengo en mis manos dos libros que recomiendo para que los compartan con sus hijas, y con sus alumnas, y no está mal que lo hagan con los hijos y alumnos también.
Uno es Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes: 100 historias de mujeres extraordinarias. Editado por Planeta en el 2017, son 100 reseñas cortas de mujeres de todo el mundo que se han destacado en diversos campos: política, derechos humanos, investigación científica, deporte, arte… ¡Es una joya! El que las niñas tengan referentes positivos es muy importante, que no crean que por ser mujer, son inferiores, a pesar de la desigualdad histórica y de la poca difusión que se le da a la participación femenina.
El otro, Soy Malala (Alianza Editorial, 2013), escrito por esa chica Premio Nobel de la Paz del 2014, la más joven en haber recibido ese premio con 17 años. Ella nació en Paquistán –país que limita con Afganistán – es la hija de un maestro que fundó varias escuelas donde vivía. A los 11 años manejaba un blog, en el que publicaba con un nombre ficticio porque, en su país, era peligroso que una niña escribiera.
Desde adolescente se destacó por defender el derecho de las niñas a educarse en medio de una cultura que no lo veía como derecho. Un día, cuando su región fue dominada por los talibanes, esos que hoy están al frente del gobierno de Afganistán, un talibán le disparó en su autobús escolar mientras regresaba del colegio. Afortunadamente, la pudieron sacar del país, le llevaron a Inglaterra, salvaron su vida y, apoyada por su familia, siguió defendiendo el derecho de las niñas a estudiar. Es una historia extraordinaria, contemporánea, que puede ayudar a la familia a hablar de la situación de las mujeres y niñas en Afganistán.
No quiero terminar estas líneas sin recordar que en Venezuela hay diversas organizaciones que defienden los derechos humanos de las niñas, como CECODAP y toda las que conforman la REDHNNA (Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes), y también se encuentran disponibles aquellas que defienden los derechos de la mujer, como CEPAZ, Mulier o la Asociación Civil Mujeres en Línea. Eso hay que difundirlo porque puede ayudar a muchas mujeres. Ser puentes también nos toca.
*Educadora del Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría. Defensora de derechos humanos. Miembro del Consejo de Redacción de la revista SIC | @luisaconpaz