Fuente original: Efeminista. – La Asociación Nacional de Baloncesto Femenino (WNBA, por sus siglas en inglés) no ha parado de crecer desde que en 2020 se planeó una nueva hoja de ruta que auguraba grandes cambios a nivel organizativo, deportivo y de condiciones laborales. La explosión se produjo e incluso superó todas las expectativas posibles con la llegada del ‘efecto Caitlin Clark’, en referencia a la gran estrella de las Indiana Fever. Pero ahora, lo que parecía justo, se ha quedado corto ante un boom de popularidad sin precedentes en la competición.
Tanto es así que el sindicato de jugadoras (WNBAPA) optó por ejercer la cláusula de cancelación del pasado convenio al considerar que los salarios establecidos no son justos con respecto a las ganancias actuales. En aquel entonces se fijó que las deportistas se llevarían en torno al 10 % de los beneficios totales de la competición -frente al 50 % su homólogo masculino, la NBA, – y el gran objetivo de las protestas es aumentar el porcentaje hasta el 25 %.
Es este el gran punto de conflicto entre las atletas y la organización, ya que esta busca fijar un tope salarial, mientras que el sindicato pretende una cantidad móvil que se ajuste a los beneficios.
Como no podía ser de otra manera en la que es probablemente la liga profesional más reivindicativa del mundo, las jugadoras mostraron su descontento en un momento de gran exposición: el calentamiento del All-Star Game de Indianápolis.
El grito por la igualdad salarial de las jugadoras de baloncesto
Con la frase Pay us what you owe us (Páganos lo que nos debes) impresa en una camiseta -que ya es tendencia y está a la venta-estrellas como Breanna Stewart, Caitlin Clark, Napheesa Collier o Sabrina Ionescu mostraron su descontento con el devenir de las conversaciones sobre el nuevo convenio colectivo que debería entrar en vigor a partir del próximo 31 de octubre. No estuvieron solas. La afición también coreó Pay them (Pagadles) durante el partido y mostró carteles de apoyo que se repetieron en la jornada de liga regular.
Tras la reunión presencial en el marco del All-Star, el sindicato emitió un comunicado exigiendo que «se proporcione la parte del negocio que corresponde a las jugadoras que han contribuido a la creación del propio negocio».
«Este negocio está en auge: los derechos de los medios de comunicación, las audiencias, los ingresos, las tasas de expansión, la asistencia y la venta de entradas han aumentado de forma histórica», sigue el comunicado.
«Perjudicar a las trabajadoras que hacen posible este negocio frena el crecimiento. Lo único más insostenible que el sistema actual es pretender que puede durar para siempre. No es tan complicado. Estamos comprometidas y lucharemos», finaliza.
Un crecimiento impensable e imparable
La perspectiva actual de la WNBA era impensable hace unos años. La liga tiene lugar durante los meses de verano y por su corta duración y los bajos salarios, las jugadoras han estado siempre obligadas a competir durante los meses de invierno en países de Europa o Asia.
Hasta hace no mucho, la diferencia salarial con respecto a lugares como Rusia o China rozaba el medio millón o incluso, el millón de euros anuales en el caso de atletas como Diana Taurasi o Brittney Grinner. Atrás quedó esa época de diferencia abismal con el resto del mundo tras aumentar el salario base de las mejores deportistas y establecerlo en 250.0000 euros.
Con el objetivo de frenar la fuga de talento, se optó también por aumentar el periodo de la liga, añadir más equipos hasta llegar a 18 en 2030 (San Francisco, Cleveland, Detroit y Philadelphia), mejorar las condiciones de la agencia libre y alargar los contratos de las jugadoras hasta, en algunos casos, llegar a los 12 meses de duración.
Cifras de éxito sin precedentes
A falta de datos oficiales de la presente temporada, la WNBA cerró en octubre de 2024 la campaña más exitosa de su historia con récord de audiencia en la liga regular con 54 millones de usuarios únicos y un aumento del 170 % de espectadores televisivos en la plataforma ESPN.
En asistencia al pabellón también se registró un verano sin precedentes con más de dos millones de espectadores totales (un 48% más que el curso anterior) y se colgó el cartel de entradas vendidas en 154 partidos.
Otra de las grandes noticias ha sido la venta de derechos a Disney, Amazon Prime y NBC con un contrato de 200 millones anuales que será efectivo a inicios de 2026.
La raíz de todo esto es la irrupción de Caitlin Clark, pero también, la llegada de otras rookies como Angel Reese o Paige Buckers y la apuesta de las New York Liberty, actuales campeonas y cuya apuesta ha hecho crecer el interés por el baloncesto femenino en la gran ciudad.
Una niña muestra su apoyo a las Indiana Fever durante un partido contra las Atlanta Dream. EFE/EPA/ERIK S. LESSER
La liga del activismo
La WNBA siempre ha sido sinónimo de activismo. Las jugadoras son conocidas por no mirar hacia otro lado y participar en campañas feministas, antirracistas y pro derechos LGTBQ+.
Han participado activamente en elecciones con el famoso Vote Warnock que llevó a Raphael Warnock a la presidencia de Georgia en 2021 y también fueron persistentes con el lema Black Lives Matters y el recuerdo de George Floyd y Breona Taylor.