El Estado se niega a legislar desde la inclusión y el respeto hacía todas las personas por igual
María Alejandra Silva/Caleidoscopio Humano
(25-10-2022) La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2018, dio el primer paso para lograr la despatologización trans, eliminando la transexualidad de la clasificación de las enfermedades mentales, dejándola dentro del capítulo de las disfunciones sexuales. Es decir, perdió la categoría de trastorno psicológico para quedarse en una cuestión física: la falta de adecuación del cuerpo al género que siente la persona.
La despatologización transexual es una de las exigencias LGTBI más férreas durante los últimos años, ya que acaba con la filosofía que subyace en la mayoría de legislaciones del mundo y consultorios psiquiátricos: la transexualidad es una enfermedad que debe ser diagnosticada y necesita tratamiento.
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Con la decisión tomada por la OMS en 2018, se evita dar justificaciones a quienes intentan «curar» o «tratar» la transexualidad, lo que supone una agresión para estas personas y es causa de discriminación y violencia. Además, de agilizar el proceso de acomodo a su género real de las personas transexuales.
La activista y mujer trans argentina, Melina Victoria Mazzarotti, explica que la violencia, la discriminación y la invisibilización a la que se ven sometidas las personas trans en el sistema de salud, así como en las escuelas y universidades son recurrentes en las experiencias de mujeres y varones trans y personas no binarias.
Por su parte, la abogada y también activista venezolana Tamara Adrián, señala que algunos psiquiatras pretenden seguir patologizando la condición por convicciones personales, no necesariamente desvinculadas de los propios prejuicios de esas personas. Sin embargo, una gran parte de la comunidad científica coincide en que la identidad de género no puede, en sí, ser considerada como una patología mental.
Agregando que “la diferencia de la depatologización (1990) de la homosexualidad, que no habría potencialmente dejado a las personas lesbianas, gays o bisexuales desprovistas de ciertos servicios de salud, en cambio la eliminación total de las categorías existentes en el caso que nos ocupa podría conducir potencialmente a que los proveedores de salud públicos o privados, y los aseguradores, simplemente se nieguen a prestar servicios de salud para la transición de las personas trans, enfatizando así la vulnerabilidad de esta categoría de personas”.
En Venezuela no se cumplen las garantías a las personas trans
Las personas trans en Venezuela aún no pueden acceder de manera plena a la salud. Al ser vistas como “enfermas” en diversos centros médicos públicos y privados, este acto negativo impacta en su bienestar físico y mental, debido a que la atención que se les brinda parte de encasillarlas en un diagnóstico psiquiátrico, sin tomar en cuenta la discriminación y violencia a las que se encuentran expuestas.
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Otro punto que permite la exigencia de la despatologización es la que en Venezuela las personas trans no cuentan con el derecho de cambiar sus datos ante el sistema de identificación nacional por aquello que sí reflejan su identidad, hecho que guarda una relación estrecha con situaciones de exclusión social, económica y política en el país.
En 2012 la asociación civil Venezuela Diversa denunciaba a través de un comunicado que “el Estado no debería de tener ninguna competencia sobre nuestros nombres, nuestros cuerpos y nuestras identidades”. Añadiendo “denunciamos la extrema vulnerabilidad y las dificultades en el acceso al mercado laboral del colectivo trans. Exigimos que se garantice el acceso al mundo laboral y la puesta en marcha de políticas específicas para acabar con la marginación y la discriminación de nuestro colectivo”.
Según el Observatorio Venezolano de Violencia LGBTIQ+ se han contabilizado durante los tres primeros trimestres de este año, 31 casos de discriminación o violencia contra personas LGBTIQ+.
Actualmente, el Estado venezolano continúa vulnerando los derechos humanos de las personas trans a través de la falta de políticas públicas y el reconocimiento de sus identidades, exponiéndolas a la discriminación, persecución y asesinatos de odio.