Marceline se encuentra a 30 minutos en coche al norte de Les Cayes, en Haití.
(23-08-2021). Antes del terremoto, el pueblo tenía dos iglesias -una católica y una bautista-, un centro médico, una escuela y un centro comunitario de vudú.
Un camino asfaltado lo atraviesa y, al salir de él, solo hay senderos estrechos flanqueados por árboles de plátano que serpentean entre casas de bloques de cemento.
El pueblo al que llegamos es irreconocible.
El camino hasta Marceline está marcado por deslizamientos de tierra y enormes fisuras en la carretera.
El conductor reduce la velocidad del automóvil por momentos, hasta detenerse para poder sortear las grietas.
La ciudad de Les Cayes se vio gravemente afectada por el terremoto de magnitud 7,2 del 14 de agosto. Quizás uno de cada seis edificios se derrumbó.
Aquí es difícil encontrar una casa en pie.
Vida interrumpida
Kelly Phildor era un chico de 15 años que se estaba preparando para un nuevo período escolar.
Era atrevido y lleno de vida. Su apodo era Kelly Forever, y había garabateado ese apodo en su camisa.
«No sabía que su vida sería tan corta», dice su madre, Marie Rose.
Kelly se había despertado temprano y había salido de su casa el sábado por la mañana. Pero su teléfono se estaba quedando sin batería, así que decidió regresar.
Cuando se produjo el terremoto, una pared hecha de pesados trozos de cemento y roca cayó encima de él.
Le rompió las dos piernas y el cráneo. No tenía ninguna posibilidad de sobrevivir.
«No sé qué hacer. Tengo su camisa envuelta alrededor de mi cintura para darme fuerza», dice Marie Rose.
Sin agua, ni comida ni medicamentos
El nivel de destrucción aquí es difícil de comprender. Ambas iglesias quedaron destruidas.
En el centro comunitario de vudú, la gente se estaba preparando para un baile en la capilla. Estaban esperando que la sacerdotisa empezara cuando ocurrió el terremoto.
El edificio se derrumbó sobre sí mismo.
Un vecino nos cuenta que lograron sacar el cuerpo de la sacerdotisa, pero podría haber más de 25 personas aún bajo los escombros.
Lo que todo el mundo se pregunta es por qué no hay ayuda: no hay medicamentos, no hay equipos de búsqueda y rescate, no hay comida ni agua, nada.
Promesas
Margaret Maurice y sus ocho hijos lograron sobrevivir al colapso de su casa con solo heridas leves.
Sin embargo, ahora están dejados a su suerte, en medio de los escombros de sus antiguas casas.
«¿Tengo que gritar para llamar la atención del gobierno?», se pregunta, «¿o nos están dejando morir?».
Dice que tiene poca comida y agua, y los pocos camiones de ayuda que ha visto han pasado de largo.
El gobierno, las agencias de ayuda y la comunidad internacional han prometido ayuda.
Pero esas promesas significan poco para la gente de aquí.
El centro médico, un lugar donde la gente quizás podría haber organizado los suministros, también quedó destruido.
Aquí en las montañas puede estar frío y húmedo por la noche. Algunas personas tienen lonas impermeables y otras ni siquiera las tienen.
De vez en cuando hay sacudidas breves, réplicas, que aumentan el estrés.
Las personas aquí no están pensando en su futuro a largo plazo, están enfocadas en sobrevivir.
Pero con toda la infraestructura del pueblo completamente en ruinas, es difícil ver cómo se recuperará Marceline.
Haití se encuentra actualmente en un estado de agitación política. El presidente fue asesinado el mes pasado.
El país simplemente no puede brindar a pueblos como Marceline la ayuda que necesitan.
Todos aquí tienen varios amigos y familiares perdidos por este terremoto, que mató a más de 2.000 haitianos.
Pero ahora, hay temor de que puedan morir más, no por el terremoto, sino porque los suministros básicos que se necesitaban nunca llegaron.