El Día Mundial para la Prevención del Suicidio es idóneo para recordar lo que desde los gobiernos y la ciudadanía podemos hacer para disminuir los casos
Wanda López Agostini/Caleidoscopio Humano
(Especial, 17-09-2021) El suicidio no está en la agenda diaria. Para cientos de personas es una realidad desconocida, para el Estado venezolano es una materia de arrastre. Desde 2012 no hay cifras oficiales, lo que dificulta su estudio y pone a especialistas a andar a ciegas por un camino peligroso.
Para finales de 2020, el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) contabilizó 1.150 suicidio ese año, aproximadamente, 22 casos semanales.
Cada 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), con la que se busca crear conciencia sobre este flagelo en todo el mundo, que cada año cobra la vida de, al menos, 700.000 personas.
“Es una realidad que las guerras, los desastres naturales y sociales, crisis económica, pérdida de algún ser querido y la violencia son factores que inciden en las condiciones de salud mental de la población, especialmente de los jóvenes. La salud mental es una de las áreas más desatendidas en el mundo, que cuenta con menos presupuesto para la prevención del suicidio y para ofrecer programas suficientes a la población que requiere apoyo”, destaca el psicólogo y coordinador de Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), Abel Sarabia.
Existen otros factores de riesgo que pueden conducir al suicidio, como antecedentes de abuso sexual, violencia familiar, depresión y ansiedad.
Sarabia asevera que la comunidad LGBTI tiene un riesgo aún mayor, producto de las situaciones de discriminación que se encuentran a su alrededor.
Un flagelo que arropa a la infancia
De acuerdo con el OVV, en 2019 se contabilizaron 88 casos de suicidios entre los jóvenes. Mientras que, durante el primer semestre de 2020, se concretaron 19.
“Es necesario que el Estado establezca prioridades dentro del tratamiento de la salud mental, que deriven en planes y creación de la infraestructura para la prevención y atención del suicidio en niños, niñas y adolescentes”, recomiendan desde Cecodap.
Sarabia recuerda la importancia de que desde los colegios y los hogares se hable de la salud mental en clave de prevención para que adolescentes puedan tener conciencia de qué son las emociones, cómo se manejan, cómo pueden autocuidarse, cómo reconocer señales de alarma y buscar ayuda.
También hay que hablar abiertamente del suicidio y de la importancia de pedir asistencia.
Resalta que es imperativo comunicar que, aunque existen distintos cuadros de salud mental que parecen un túnel sin salida, con el adecuado apoyo y tratamiento pueden superarse. “Hay que involucrar a los padres en su disponibilidad afectiva hacia sus hijos, que permita vínculos capaces de proteger”.
Los hombres protagonizan la estadística
El 69 % de los suicidios contabilizados en 2020 por el OVV fueron hombres. 50 % de estas personas tenían entre 30 y 64 años de edad, otro 30 % eran mayores de 65.
Aunque se ha determinado que los casos en niños y adolescentes han ido en aumento, la población masculina y las personas mayores continúan siendo las más afectados por este flagelo.
“Es necesario revisar cómo estaban estos hombres a nivel emocional, porque la ideación suicida no ocurre de la noche a la mañana. Hablar del suicidio es hablar de la depresión, y esta ocurre con razones muy ancladas al ciclo de la vida de las personas. Debe haber condiciones psicológicas y mentales que lleven a la persona a pensar en quitarse la vida o intentar hacerlo. Es la suma de una serie de situaciones que la persona siente que no puede controlar y se desborda”, comenta el psicólogo clínico José Javier Altuve.
El especialista señala que cuando hay emergencias humanitarias complejas, especialmente cuando amenazan las necesidades básicas de los seres humanos, algunas personas pueden presentar un estado emocional muy fuerte porque no tienen recursos para afrontar las circunstancias. Estas situaciones generan un gran impacto en los ciudadanos, que va desde un estrés agudo hasta ocasionar trastornos adaptativos, depresión, ansiedad y también, el suicidio.
Cómo identificar a una persona con tendencia suicida
Sarabia manifiesta que cuando una persona comete un suicidio va dando señales previas, no es frecuente que la persona lo realice sin previo aviso y de manera súbita. Se va viendo un deterioro de la salud mental de la persona, presentando sentimiento de minusvalía, llanto fácil, deterioro de la imagen personal, pérdida de peso y apetito, incapacidad para la socialización. En redes sociales, se pueden percibir mensajes que demuestran infravaloración y se pueden presentar autolesiones.
Hay tres tipos de ideas relacionadas al suicidio: 1) Pensamientos sobre la muerte: pueden aparecer en personas que no tengan una intencionalidad de suicidio, pero que no debemos descuidar. 2) Ideas no estructuradas: cuando las personas han pensado en acabar con su vida, pero no tienen un plan concreto. 3) Ideación suicida estructurada: cuando la persona tiene un plan de cómo lo va a hacer, dónde lo va a hacer, incluso, una fecha.
Cuando aparece este tipo de pensamientos es conveniente buscar ayuda. Cuando se llega a la ideación suicida estructurada se habla de una emergencia.
“La tendencia suicida ocurre cuando la persona siente que no puede afrontar la situación que se le presenta, haciendo que pierdan la esperanza y el sentido de la vida. Se sumerge en una tristeza bastante profunda que comienza con síntomas depresivos como desesperanza, pensamientos negativos, anhedonia (ausencia de placer) o desinterés por hacer cosas”, comenta Altuve.
La relación entre la depresión y el suicidio
Las estadísticas de Cecodap confirman que aquellos casos en los que existen alteraciones en el estado de ánimo, en los que la depresión ocupa el lugar central, el riesgo suicida alcanza hasta un 28 %, lo que demuestra la vinculación entre estas variables. Sin embargo, es importante destacar que no todos los suicidios están ligados a estados depresivos, sino que ocurren de manera súbita, uniéndose con otros factores de la historia personal de un individuo.
“Muchas de las cosas que nosotros percibimos del medio ambiente que nos hacen sentir mal pueden influir de manera importante en nuestro estado somático, pero especialmente cuando estamos deprimidos, estos neurotransmisores que permiten que podamos estar tranquilos y placenteros, no se generan en el cuerpo”, resalta Altuve.
Prevenir como tarea diaria
Actualmente, en Venezuela no existen políticas públicas capaces de atender temas relacionados con la salud mental. Cecodap evidenció que, en algún momento, solo el 3 % del presupuesto del Ministerio de la Salud estaba destinado a esta problemática.
“Toda pirámide de servicio en salud mental nos plantea la importancia de ofrecer prevención, información, servicios de acompañamiento y orientación, y el funcionamiento óptimo de centros especializados”, recuerda Sarabia.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomienda que los gobiernos implementen políticas de prevención del suicidio, sensibilicen sobre la salud mental, el suicidio y la reducción del estigma y capaciten sobre el tema a los miembros de la comunidad, incluidos los profesionales de la salud y los periodistas.
También señala que, si conoces a alguien que ha pensado en atentar contra su vida, puedes animarlo a buscar ayuda de un profesional, escucharlo sin juzgar y ofrecer apoyo, y quedarte con la persona en caso de que esté en peligro inmediato.
“Es importante que el paciente pueda tener ciertas herramientas, como el apoyo de la familia, quienes pueden ayudarlo a mantenerse alejado de objetos capaces de provocarle un daño físico; acompañarlo, no de manera invasiva, sino de forma oportuna y animarlo a que vaya a terapia. También podría aprender a tener medidas de protección e identificar redes de apoyo”, agrega Altuve.
Resalta lo apropiado de que la persona cuente con una medida de contingencia cada vez que vengan pensamientos negativos o suicidas a su mente, como una foto de sus seres queridos, que le permita conectarse con esos elementos vitales en su vida. Lo importante es que el paciente pueda sobreponerse de alguna manera, que le permita cuidarse e, incluso, que le ofrezca a la familia la posibilidad de protegerlo.