Normalizar la violencia nos convierte en cómplices

¡A deconstruir el patrón! No permitamos más violencia, nos las dejemos solas, denunciemos juntas. #YoTeCreo

Por: Nataly Carvajal

En la sociedad venezolana se han construido y arraigado fuertes estereotipos de lo que es “ser mujer”, basados en un supuesto “deber ser” que gira en torno a lo impuesto por el hombre. Sobre la base de este hecho, lo masculino y lo femenino ocupan jerarquías muy distintas y se han asignado roles, actividades, libertades y responsabilidades distintas, dependiendo del género.

Los modelos de conducta machista han sido inculcados desde la niñez, replicándose en cada generación de personas, y en todas las esferas de la sociedad, ya sea por motivos religiosos, políticos o meramente sociales, donde el hombre era el que determinaba qué estaba bien, o no, de acuerdo a sus intereses.

Esto se puede evidenciar en la división del trabajo, donde a la mujer se le han asignado las tareas del hogar, cuidado y crianza de los niños, pero sin recibir ningún tipo de remuneración económica, porque es “su deber como madre y mujer”. En cambio, los hombres eran vistos como “las cabezas del hogar”, o quienes “proveen el alimento”, dejando a la mujer como simples receptoras de lo que el hombre y la sociedad le permiten.

Este patrón machista ha normalizado las situaciones de violencia de género, ya que es común que el hombre agrediera a la mujer por no seguir sus órdenes, o que la mujer sea castigada, discriminada o vejada por no permitir que su pareja abusara de ella, pidiera el divorcio o se quejara de su situación. Este tipo de conductas abusivas ha permitido frases como “¿por qué se lo permitiste?”, “¿Cómo no denunciaste?”, “seguro te gustaba”.

Además, la “cosificación” de las mujeres ha sido la regla, no solo en el hogar y en las comunidades, sino en los medios de comunicación, ya que el valor de ellas ha sido reducido a lo llamativo o exuberante que pueda ser su físico. Este pésimo modelo social ha causado demasiado daño psicológico en quienes no cumplen con los estándares de belleza o actitud, y ha criado a muchos abusadores.

En pleno siglo XXI, seguimos viendo titulares de noticias en los que estos patrones de conducta son los causantes de muertes, desapariciones y traumas en las mujeres. Es hora de profundizar el cambio social y fijar el rumbo hacia la deconstrucción de roles para empoderar a las mujeres y erradicar los actos de discriminación.

Para lograrlo, debemos asumir que las mujeres tienen el deber y el derecho a opinar sobre su vida y la de su comunidad, tener un acceso a la educación y a la salud acorde a sus necesidades y condiciones, así como a dejar de percibir a las mujeres como simples receptoras de beneficios, causas y derechos, sino como promotoras y lideresas de esos cambios.

Es importante que se fortalezcan los mecanismos de prevención y atención oportuna que permitan el acompañamiento solidario, respetuoso y sin revictimización. Que las autoridades con competencia cumplan con su deber, para poner fin a los atropellos que menoscaban la dignidad humana y así lograr sociedades más justas e inclusivas.

Es necesario informar de manera clara, oportuna y constante para revertir esa anormalidad que se ha implantado en la sociedad. Levantar la voz y exigir políticas públicas que eduquen y sensibilicen a la población. 

Es imperante restituir el Estado de derecho que imparta justicia real hacia quienes cometen estos delitos, y que lleven a la creación una cultura preventiva que proteja a las mujeres, que pase de la revictimización a la protección y del juicio de la víctima a la dignificación de la persona.

Mientras todo esto ocurre, quiero que sepas que #NoEstasSola, #YoSiTeCreo.

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