
Se estima que más de 3.6 millones de hectáreas de tierra productiva fueron expropiadas. La mayoría se encuentran abandonadas. El Estado venezolano no ha generado las condiciones mínimas que incentiven la producción nacional.
Emmanuel Rivas/Caleidoscopio Humano
(Especial 25-07-2021) Las expropiaciones, la escasez de combustible y la dolarización de los insumos ha llevado a la producción agrícola a una disminución histórica sostenida.
De acuerdo con la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), menos de 150 mil hectáreas han sido sembradas en el país durante el año 2021; lo que representa una caída del 91,3 % de la producción comparado con las 1.728.602 hectáreas cultivadas que registró en 2015.
En el año 2020 la baja fue del 30 % de acuerdo con la Sociedad de Ingenieros Agrónomos de Venezuela.
Esto ha incidido de forma directa en la dieta de las personas en Venezuela, quienes cada día deben manejar los altos costos de alimentos importados que se distribuyen en los supermercados y bodegones que marcan la vida de una Venezuela en crisis.
Osman Quero Pérez, vicepresidente de Fedeagro destacó que la falta de producción en el país se debe a las políticas implementadas.
“Se debe reconocer que existe un problema, principalmente una política que se instauró en Venezuela y que significó, la confiscación de empresas y predios agrícolas que ha traído como consecuencia que la producción disminuya”, aseguró a través de las redes sociales de la organización.
Insumos a precios impagables

La dolarización de los insumos agrícolas es una limitante para incrementar la producción, asegura José Villarreal, un pequeño productor de papa del estado Mérida.
“Todo es en dólares. Uno va a comprar Carbovit y son 6 $, el Hexone cuesta 20 $, el Fulmineitor 24 $ y el Curazin 10 $; solo por nombrarle algunos insumos que se necesitan para una cosecha de papas (…) el gasto es mucho y la ganancia muy poca. Prácticamente lo que estamos produciendo es para abastecer la misma casa o cuando mucho, el estado. Ya no es como antes que salían los camiones de papa, zanahoria, ajo y otras hortalizas para ser distribuidos en todo el país. La producción aquí en Mérida es cada vez menor”.
Mérida, además de ser destino turístico obligado, también es el principal productor agrícola de Venezuela.
Municipios como Pueblo Llano y Rangel (en la zona del páramo) lograban cubrir más del 70 % de la demanda de papa, ajo y zanahoria del país. Timotes era el principal productor de hortalizas, y las flores de Bailadores eran de las más valoradas en toda la geografía nacional.
La realidad de Mérida es la del país. En una entrevista con El Estimulo, Carlos Romero, presidente de la Federación Nacional de Fruticultores (Fudenafrut) denunció que los productores de frutas deben pagar entre 8 y 30 $ por fertilizantes.
Sin gasolina para movilizarse
La distribución equitativa del petróleo prometida en el año 1998 por el entonces candidato Hugo Chávez Frías, no se cumplió. 22 años después la gasolina parece estar destinada solo a grupos privilegiados. El pueblo permanece días en cola para surtir 10, 20 o 30 litros de combustible, con suerte.
En redes se ha hecho habitual ver videos de personas movilizándose en carretas o vehículos impulsados por caballos. Imágenes que a principios del siglo XX eran normales, pero que resultan extraordinarias en pleno siglo XXI y en un país que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo.
Los productores son los más afectados. En su mayoría deben adquirir gasolina en un mercado paralelo manejado por unos pocos que, a los ojos de las autoridades, están viendo un gran beneficio frente a la necesidad colectiva.
Un litro de gasolina en estaciones de servicio dolarizadas cuesta 0,50 $ (1.892.326,92 Bs. Al cambio BCV del 24-7-2021), en el mercado paralelo puede costar el doble o triple de este valor.
Misma situación ocurre con el diésel (Gasoil). Mientras en una gasolinera se pueden adquirir entre 500 y 600 litros por 5 $, el bachaqueao* puede llegar a costar entre 0.30 o 0.50 centavos de dólar.
“No podemos pagar el combustible a ese precio. Para producir 100 sacos de papa debemos invertir cerca de 3000 $ sin contar el pago a los obreros. Si pagamos la gasolina al precio que uno la encuentra, no hacemos nada. Muchas veces no recuperamos ni la inversión”, lamentó José Villarreal.

De Uslar Pietri a Hugo Chávez
La producción agrícola en Venezuela cada vez es menor. Esto se ve reflejado en cada hogar que no puede adquirir los productos importados que se comercian en cada esquina y, por ende, tienen niveles nutricionales alarmantes.
Arturo Uslar Pietri, en 1936, llamó a “sembrar el petróleo”. En su artículo exhortaba a invertir la riqueza petrolera en la agricultura, viendo esta como una fuente de riqueza más segura; sin embargo, nos convertimos en un país dependiente de la extracción del oro negro y dejamos a un lado la capacidad agrícola nacional.
A esta opacidad del campo se suman las expropiaciones ejecutadas por años por el expresidente Hugo Chávez Frías. Se estima que al menos 3.6 millones de hectáreas de tierra productiva fueron confiscadas. Hoy, en su mayoría, están abandonadas.
A la incautación de tierras se sumó la de empresas encargadas de la producción y distribución de alimentos.
La no inversión en maquinaria y equipos agrícolas, la falta de incentivos para productores, la escasez de gasolina y los altos costos de insumos también han influido en la baja producción nacional.
Venezuela, el país del “ta´ barato dame dos”, vive un momento en el que todo está caro, donde el precio de hoy no es el mismo de ayer ni será el mismo de mañana.
El Estado debe crear las condiciones para reactivar la producción nacional.
No basta con solo la voluntad de quienes apuestan por el país a pesar de las dificultades. Los campos están ahí, esperando por ese impulso que lleve a que la papa, la zanahoria, el arroz, el sorgo, el maíz, el trigo, las frutas, hortalizas, legumbres y todo lo que se pueda producir, retornen a cada rincón de Venezuela.
*Bachaqueao: Término utilizado en Venezuela para referirse a la comercialización de productos por terceras personas a precios elevados.