Con un par de ovarios: venezolanas frisan paredes, pintan casas y cargan sacos en Aruba para mantener a sus familias

Fuente: Crónicas del Caribe

Mujeres migrantes se dedican a oficios tradicionalmente monopolizados por los hombres con el fin de conseguir el sustento familiar en la isla


Levantan paredes y derriban estereotipos. En sus testimonios se mezclan el dolor por la partida, la incertidumbre por lo desconocido y el coraje para salir adelante. Mujeres venezolanas que con sacrificio y valentía asumen oficios que tradicionalmente ejercen los hombres, para mantener a sus familias y abrirse paso en Aruba.

“Traje conmigo a mis hijas para darles un mejor futuro, así tenga que romperme el lomo como un macho”, afirma Neila Ordóñez, de 48 años de edad, quien llegó a Aruba con sus niñas en 2019.

Para llevar la comida a su hogar, Neila ha pintado casas y frisado paredes. Recuerda que en ocasiones tuvo que cargar material pesado en las construcciones. Aunque cumplía con sus obligaciones, no siempre sus empleadores le pagaban lo acordado.

Conseguir un trabajo es muy difícil cuando eres ilegal. Neila admite que a veces siente que nadie la entiende, que nadie comprende las razones que la obligaron a huir de Venezuela. Muchas veces se pregunta por qué han dejado sola a la población migrante.

“Comencé trabajando en la construcción, cosa que jamás había hecho. Me contrató una ingeniera venezolana junto con una muchacha dominicana, pero abusaron de nosotras, no respetaban nuestro esfuerzo y nos restaban parte del salario”, expresa con indignación la mujer oriunda del estado Táchira.

Pese a todas las dificultades, Neila dice estar “agradecida por la oportunidad de vivir en la isla”, pero reconoce que se siente “desanimada y triste porque me formé en Educación y ahora estoy aquí, trabajando en obras bajo el inclemente sol de Aruba”.

Como esclavas

“En Venezuela tenía una peluquería, pero no era suficiente para ayudar a mi familia. Una amiga arubeña me invitó a cuidar a su papá, acepté y luego que falleció me lancé a la calle a buscar trabajo, pero siempre se burlaron de mí”, expresa Jaqueline Villalobos, de 54 años de edad, quien arribó a Aruba en 2018.

Villalobos, quien proviene del estado Falcón, pasó de peinar cabellos a alisar paredes. “Una contratista que hace viviendas para el gobierno de Aruba me empleó y me tocó frisar, quitar las piedras de la pared con un cepillo que usan los albañiles, y pinté más de ocho casas”, relata.

Empleadores abusan de las migrantes por no tener documentos y las amenazan con deportarlas

Las venezolanas destacan que sus pares cortan el césped de hoteles y grandes casonas, vacían los botes de la basura en los edificios de oficinas y preparan la mezcla para culminar un edificio. Para sobrevivir, incursionan en la albañilería, herrería, carpintería, parqueaderos y servicios de taxi, oficios que tradicionalmente son monopolizados por los hombres.

Al igual que Neila, Jaqueline señala las dificultades que enfrenta por no tener sus documentos en regla. “Uno no puede decir nada porque lo amenazan con llamar a la policía para que nos encierren y nos deporten”, se queja. En este marco de indefensión, se han visto expuestas a jornadas de 10 horas de trabajo, siendo estafadas, humilladas y tratadas como esclavas.

Alto riesgo

Un informe del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) advierte: “Mujeres, niños, niñas y adolescentes se vuelven especialmente vulnerables en contexto migratorio y bajo las condiciones irregulares en las que se produce su movilidad; bien sea por temas rutas regulares e irregulares, o por documentación, sus condiciones les hacen más propensos a ser captados o sometidos a situaciones que se constituyen en formas análogas a la esclavitud moderna”.

La situación de vulnerabilidad de las mujeres se agrava por la discriminación de género

Tomando como referencia al Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, el estudio de la UCAB apunta que “las formas de violencia y explotación que sufren las mujeres en contextos migratorios no son solamente una cuestión del fenómeno migratorio en sí mismo, sino que tiene una relación directa con la discriminación por razones de género”.

El análisis enfatiza que la situación de vulnerabilidad se agrava, pues no están en riesgo “únicamente por ser mujeres, sino por ser mujeres, migrantes, refugiadas o desplazadas”.

Con esperanza

Las venezolanas están dispuestas a superar cualquier barrera para socorrer a sus familias. Saben que tienen platos que llenar de comida en casa y en su tierra natal.

“Tanto que estudié y por culpa de un gobierno dictador me tocó salir de mi país, pero me siento capaz de hacer esto y muchas cosas más por el bienestar de mi familia”, afirma Neila, quien jamás pensó que tendría que trabajar como un obrero de construcción.

Jaqueline resalta que ahora sabe mezclar cemento y levantar paredes, entre otras labores. “La mayoría de las personas que contratan las empresas de construcción y diseño de interiores son de Venezuela y mujeres. Nos creen débiles y frágiles, que pueden burlarse de nosotras, pero hemos demostrado que sí podemos por nuestros hijos y la familia en Venezuela”, concluye orgullosa.

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